ISLANDIA

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Después de varias semanas en Japón, decidí que era momento de explorar un nuevo destino. Mi siguiente parada fue Islandia, donde el aire frío y el calor de los géiseres prometían una conexión más profunda con la tierra y el fuego. Al llegar, me quedé asombrada por la belleza natural que me rodeaba: cascadas que caían como cortinas de cristal, montañas que se alzaban majestuosamente, y el rugido del agua hirviendo en el suelo.

Un día, me uní a un grupo de excursionistas que exploraban el área geotérmica de Haukadalur. Mientras caminábamos entre fumarolas y aguas termales, sentí el calor del suelo bajo mis pies y la energía vibrante que emanaba del entorno. La tierra, como el agua, tenía su propio lenguaje, y estaba ansiosa por enseñarme sus secretos.

Mientras el grupo se dispersaba para explorar, decidí quedarme cerca de un pequeño estanque caliente. Me acerqué a la orilla y sumergí las manos en el agua, sintiendo su calidez. Cerré los ojos y dejé que la energía fluyera a través de mí. Sentí cómo el vapor se elevaba, y con cada respiración, imaginé que absorbía la fuerza del fuego en el interior de la tierra.

—Esto es solo el comienzo, Elaine—,murmuró una voz detrás de mí.

Me giré y vi a un anciano con barba blanca y ojos brillantes que parecían conocer mi alma. Era el maestro del que había oído hablar, y su presencia era tranquilizadora.

—¿Cómo sabes mi nombre?—, pregunté, sintiendo que un escalofrío recorría mi espalda.

—Los elementos hablan, y tú has comenzado a escuchar. He sentido tu energía desde lejos. Pero aún no comprendes lo que significa realmente—, dijo, acercándose al estanque.

—¿Qué debo hacer?—, inquirí, sintiendo la ansiedad mezclarse con la curiosidad.

—Primero, debes aceptar lo que sientes. No temas al fuego, porque también es parte de ti. El agua y el fuego pueden coexistir en armonía, pero tú debes ser quien dirija esa danza—, me explicó.

Tomé una profunda respiración, tratando de calmar la tormenta de emociones que crecía dentro de mí.

—Cuando manejo el agua, siento una paz profunda. Es como si fuera una extensión de mí misma, pero el fuego... el fuego me asusta. No quiero perder el control—.

El maestro sonrió con comprensión.

—El miedo es natural. Pero recuerda, Elaine, el fuego también puede calentar y crear. Cuando te conectes con él, hazlo desde un lugar de amor y respeto, no de temor—.

Sus palabras resonaron en mi mente mientras extendía las manos hacia el estanque. Sentí cómo la temperatura aumentaba, y el vapor se convirtió en pequeñas esferas de agua caliente que flotaban en el aire. Era una fusión de mis dos elementos, y con cada respiración, la conexión se hacía más fuerte.

—Visualiza el agua y el fuego danzando juntos—, me indicó el maestro. —Imagina que el vapor no es solo agua, sino la esencia misma de tu poder. Deja que fluya—.

Con un esfuerzo, traté de relajarme y dejar que mi mente se enfocara. Las esferas comenzaron a girar lentamente, formando un remolino en el aire. La euforia me invadió; era como si cada giro resonara con mi corazón. Pero, de repente, el miedo hizo su aparición, como una sombra amenazante. ¿Estaba realmente creando fuego?

—Recuerda, Elaine. El control viene de la calma—, me recordó el maestro, su voz suave pero firme. —El fuego no es tu enemigo, sino tu aliado. Ábrete a él—.

Respiré hondo, recordando sus palabras. En ese momento, comprendí que el fuego no era algo que debía temer. Era una parte de mí, una energía que podía usar para crear en lugar de destruir. Con esa comprensión, decidí liberar la energía que había acumulado.

Las esferas de vapor comenzaron a girar más rápido, y pequeñas llamas danzantes comenzaron a formarse en su centro. Era una manifestación de mi poder, una coreografía de agua y fuego que iluminaba el paisaje a mi alrededor. El aire vibraba con la intensidad de mi conexión, y una oleada de emoción me invadió. Sentí una liberación, como si todos mis miedos se desvanecieran.

El maestro observaba con una sonrisa, pero en su mirada había un aire de seriedad.

—Bien hecho, ahora siente la tierra bajo tus pies. Visualiza como poco a poco se eleva y se funde en una majestuosa danza con el agua y el fuego

Cerré los ojos y me concentré lo más que pude en visualizar los tres elementos bajo mi control, pero por más que intenté no conseguí nada.

—Debes relajarte— me dijo con seriedad

—Lo entiendo—, le respondí, aún temblando de la adrenalina. —Pero a veces siento que este poder es más grande que yo.

—Eso es porque aún no te has visto a ti misma como la gran elemental que eres—, dijo, inclinándose un poco hacia mí. —Tu viaje no es solo sobre los elementos, sino sobre conocerte a ti misma. Confía en tu intuición y deja que guíe tu camino—.

Mientras la euforia de la experiencia comenzaba a calmarse, regresé a mi alojamiento, reflexionando sobre lo sucedido. Estaba emocionada, pero también consciente de que esto era solo la punta del iceberg. Necesitaba más conocimiento y práctica para llevar mi control a un nivel superior.

Así que decidí buscar a un maestro en la cultura islandesa que pudiera enseñarme más sobre los elementos y sus interacciones.

Durante los días siguientes, exploré la cultura vikinga, empapándome de sus leyendas sobre el fuego, el agua, el aire y la tierra y cómo estos elementos eran considerados sagrados. Me di cuenta de que mis habilidades estaban alineadas con la naturaleza de la tierra misma y que mi viaje no solo era personal, sino también un homenaje a la herencia de aquellos que habían caminado antes que yo.

*

Fue en una noche oscura, iluminada solo por la luz de la luna, cuando finalmente encontré al maestro con el que había hablado días atrás, que vivía en las montañas. Su conocimiento sobre los elementos era profundo, y pronto se convirtió en mi guía. Me enseñó a escuchar el susurro del fuego, a sentir su calor sin dejar que me consumiera, y a usarlo como una extensión de mi propia voluntad.

Cada lección era intensa, cada ejercicio me acercaba más a la comprensión de mi verdadero ser. En su presencia, el fuego y el agua comenzaron a convertirse en aliados en lugar de fuerzas opuestas. Era un viaje de autodescubrimiento que iba más allá de lo físico; era una exploración de mi alma.

Con cada nuevo día, mi conexión con el agua se profundizaba, y el fuego se sentía más familiar. Sabía que estaba en el camino correcto, y que, al final de mi travesía, no solo habría aprendido a controlar estos elementos, sino que también habría encontrado mi lugar en el mundo. Mi viaje no había hecho más que comenzar, y estaba lista para abrazar lo que viniera, armada con el conocimiento de que el fuego y el agua eran dos caras de la misma moneda.

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