Capítulo 6: Sin eleccion

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V comenzó a despertar lentamente, entre divagaciones, como si su mente aún estuviera atrapada en el eco de lo que acababa de vivir. Sintió su cuerpo libre de las cuerdas que lo habían mantenido atado; ya no había opresión en sus muñecas ni en su torso. Estaba tumbado en una cama, la misma en la que había dormido antes de ser engañado por el cura. La confusión nublaba sus pensamientos.

De inmediato, tomó consciencia de su entorno y, con un sobresalto, se incorporó bruscamente. Su corazón latía con fuerza, como si quisiera escapar de su pecho. Al levantar la vista, lo vio: el hombre misterioso estaba apoyado al lado de la puerta, esta vez sin el sombrero. V pudo ver por primera vez su rostro claramente.

El hombre era alto, mucho más de lo que V había percibido antes. Parecía tener alrededor de 35 años, y su aspecto era imponente: un rostro increíblemente apuesto, con un aire de serenidad y control absoluto. Su pelo negro caía con suavidad sobre su frente, y su expresión era seria, casi imperturbable.

El corazón de V se aceleró aún más, como una respuesta instintiva a la situación. Intentó asimilar lo que estaba sucediendo.

Lentamente, bajó la mirada al suelo, recordando vívidamente lo que había ocurrido en esa habitación: el cura y el hombre de la cruz, ambos murieron ante sus ojos. Pero allí, donde sus cuerpos habían caído, no quedaba ni rastro de la sangre o del horror vivido. El suelo estaba limpio, como si nunca hubiese pasado nada. Sin embargo, su camisa seguía cubierta de manchas de sangre seca, la única prueba tangible de que todo lo que había presenciado había sido real.

El hombre lo miraba, igual que las primeras veces que se habían cruzado, con una intensidad penetrante. V, casi sin voz, preguntó:

-¿Quién soy? ¿Qué quieren todos de mí?

El hombre, sin desviar su mirada, respondió con voz ronca y seca:

-Pocos saben realmente quién eres, y aquellos que lo intuyen... quieren acabar contigo.

V se quedó perplejo ante aquella revelación. Antes de que pudiera reaccionar, el hombre añadió:

-Puedo contarte mucho, mas de lo que puedas esperar.

El hombre, tras asegurarse de que la situación estaba controlada, guardó su pistola con silenciador en el interior de su gabardina marrón. Luego, con movimientos pausados y calculados, se acercó a V, que seguía sentado en la cama, aún aturdido por los recientes eventos. Cada paso resonaba suavemente en el suelo de piedra de la habitación. Al llegar frente a V, el hombre se arrodilló, bajando hasta quedar a su misma altura. Su rostro, que hasta ahora había sido impenetrable y serio, mostró por un instante una leve señal de empatía.

V, con el pulso acelerado, apenas podía apartar la vista de aquel hombre que, de manera inexplicable, lo había salvado. Los últimos acontecimientos habían sido un caos, y la adrenalina aún lo mantenía en vilo, pero algo en la forma en que aquel extraño lo miraba, tan seguro, tan firme, lo hacía sentir algo parecido a la calma.

El hombre, mirándolo directamente a los ojos, habló con una voz más suave, aunque igual de autoritaria:

-Me presentaré... Soy Zael -dijo, haciendo una pequeña pausa, como si le diera tiempo a V para procesar lo que acababa de escuchar-. Y si estoy aquí, es solo porque prometí a alguien muy importante que te protegería.

V sintió un escalofrío recorrerle la columna. Esa promesa, esa declaración... ¿Quién podría haber pedido tal cosa? Su mente se llenó de preguntas, pero antes de que pudiera articular alguna, Zael continuó:

-Yo te prometo respuestas -aseguró Zael con una firmeza inquebrantable-, pero solo te pido una cosa a cambio: que confíes en mí.

Aquellas palabras resonaron en el interior de V como un eco. Respuestas. Era justo lo que había estado buscando durante tanto tiempo. ¿Qué hacía él allí? ¿Por qué lo habían perseguido? ¿Quién era en realidad? Zael lo miraba con seriedad, pero también con una promesa implícita de que todas esas incógnitas podrían ser resueltas.

V el origen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora