Capítulo 18: Hogar triste hogar

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El sol empezaba a caer por el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y púrpuras. V seguía a su tío como de costumbre, con la mente llena de preguntas y el cuerpo cargado de tensión. Zael se detuvo al lado de una puerta metálica que parecía dar acceso a las catacumbas. V se quedó mirando hacia el interior. Unas escaleras descendían hacia la oscuridad, y el ambiente era inquietante. Carteles explicativos estaban por todas partes, como si formaran parte de un recorrido turístico. Sin embargo, la puerta estaba cerrada con una cadena y un candado que parecía sólido.

Zael, sin darle importancia, sacó de su mochila dos bocadillos y le pasó uno a V.

—Come, sobrino. Esperaremos a Axel aquí— dijo con una leve sonrisa.

V, hambriento, no dudó en abrir el envoltorio y comenzó a comer, aunque sus ojos no se apartaban de la puerta cerrada. El lugar le resultaba misterioso y opresivo.

—¿Aquí vivíais?— preguntó sorprendido, mirando a su tío con curiosidad.

Zael sonrió, como si comprendiera perfectamente la extrañeza de V ante la situación.

—Las catacumbas tienen cientos de kilómetros bajo tierra. Por aquí solo vamos a entrar— respondió con serenidad.

V frunció el ceño y, señalando el candado, añadió:

—Pero... está cerrado.—

—No te preocupes por eso— replicó Zael, restándole importancia.

El sol ya había desaparecido casi por completo, dejando una atmósfera lúgubre y cargada de tensión. Zael parecía nervioso, vigilando los alrededores con más frecuencia de lo habitual. De repente, Axel apareció al final de la calle, acompañado de Chloé. Ambos llevaban grandes mochilas y parecían estar bien preparados para lo que les esperaba. Al verlos, Zael se sobresaltó ligeramente.

Se acercaron hasta la puerta donde V y Zael esperaban. Tras un rápido saludo, Zael miró a Chloé con cierta sorpresa.

—Chloé, veo que también has decidido entrar— dijo, alzando una ceja.

—No me fío de dejaros solos— respondió ella, sonriendo con confianza. —Aun así, no me parece una buena idea.—

Axel intervino, encogiéndose de hombros.

—Intenté convencerla de no venir, pero se empeñó en hacerlo.—

Zael asintió, aceptando la situación.

—Bueno, parece que la calle está lo suficientemente despejada. Entremos ya. Nos espera un largo camino hasta la zona de Lysander.—

Axel sacó un cortafríos de su mochila, lo posicionó en la cadena y, tras un golpe sordo, la cadena cayó al suelo. V se sorprendió de lo rápido que fue todo.

—Vamos— dijo Axel mientras abría la puerta.

Zael hizo un gesto a Chloé, invitándola a pasar primero, y luego miró a V, quien seguía pensativo, parado frente a la entrada.

—Espabila, sobrino, tenemos que avanzar— dijo Zael, empujando levemente a V para que se moviera.

Una vez dentro, V observó cómo Axel y Chloé se colocaban linternas con cintas para sujetarlas a la cabeza, además de llevar otra de mano cada uno. Zael cerró la puerta tras ellos y, sin perder tiempo, sacó de su mochila otra linterna, pasándosela a V.

—Avancemos.— dijo Axel con determinación, y empezaron a descender por las escaleras de caracol que parecían bajar hasta el mismo infierno.

Las escaleras, aunque recientes, tenían un aire inquietante. A lo largo del descenso, había luces de emergencia que apenas mitigaban la oscuridad aplastante del lugar. Después de casi dos minutos bajando, finalmente llegaron al fondo. Allí, el pasillo se bifurcaba en dos caminos. Todo a su alrededor era lúgubre, pero aún iluminado por las luces de emergencia. Axel, con paso decidido, lideraba el grupo, seguido de Chloé.

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