Capítulo 20: Luz en la oscuridad

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V corría empujado por Chloé y Axel a través de los interminables pasillos de las catacumbas. Al girar una esquina, Axel se detuvo, dudando de la dirección. El camino se bifurcaba en dos largos pasillos. V se apoyó contra una pared, sintiendo cómo su corazón latía con tal fuerza que parecía que se le saldría del pecho, no por el cansancio, sino por la preocupación de haber dejado atrás a su tío.

Axel sacó un mapa de su mochila, los dibujos en él parecían haber sido hechos a mano. Lo colocó en la pared, siguiendo un trazado con su dedo, nervioso.

-Vale, es por aquí -dijo, con voz temblorosa.

Guardó el mapa de nuevo y comenzó a avanzar, mientras V no podía sacarse de la cabeza la imagen de Zael, solo y enfrentando a sus perseguidores.

-Vamos, V, debemos continuar -dijo Chloé, tratando de alentarle.

En ese momento, escucharon un tiroteo proveniente de la zona donde habían dejado a Zael. V se giró bruscamente, su mente pensando en lo peor. Eran muchos disparos, y Zael estaba solo. Mirando hacia la oscuridad, los ojos de V comenzaron a brillar de nuevo, y su corazón latía con una intensidad abrumadora. Aún sostenía la pastilla que había sacado del bote que Zael le había dado.

-No puedo... -dijo V, arrodillándose-. Zael es mi única familia... no puedo dejarlo allí.

-¡V, vamos! -gritó Axel-. ¡Zael hizo todo esto para que encontraras a Lysander!

"¿Qué sentido tiene pasar la vida huyendo?", pensó. Se levantó, dejando la mochila en el suelo y mirando hacia atrás con determinación. V aplastó la pastilla que guardaba en su mano sus ojos brillaban con intensidad...

-No voy a dejar a Zael atrás, es mi única familia. -dijo con firmeza.

El fuego interno que V había sentido tantas veces volvía a recorrer su cuerpo. Dejó caer la linterna. El coraje de saber que su tío estaba atrás, solo, lo impulsó de vuelta. Salió corriendo hacia la galería en la que habían dejado a Zael.

-¡No, V! -gritó Axel, intentando que entrara en razón, pero ya era tarde.

El impulso de V era imparable. Mientras corría, notaba cómo su piel volvía a endurecerse. La incertidumbre y los nervios lo controlaban, sintiendo su propia transformación como una llama que lo quemaba por dentro. Aunque la oscuridad reinaba en aquel lugar, V volvía a verlo todo claro.

Llegó hasta la galería donde habían dejado a su tío. La escena que se encontró allí terminó de consumirlo en ira. Ithuriel, a quien V veía como si emitiera luz de su propio cuerpo, con un aura casi celestial, sujetaba a Zael contra una de las paredes de la galería. Ithuriel lo miró de reojo, su semblante serio.

-El hijo de la oscuridad viene a mí -dijo Ithuriel con su imponente voz, lanzando a Zael contra una pared. El cuerpo de su tío cayó al suelo como un muñeco roto, sin señales de vida.

Al escucharle, V sintió como si miles de agujas se clavaran en sus oídos. La ira lo controló por completo. Se abalanzó sobre Ithuriel casi teletransportándose con una velocidad y furia demoníacas, lanzando un grito desgarrador con una voz de ultratumba. Impactó contra Ithuriel con toda la fuerza de su odio.

La colisión desató una explosión de luz que cubrió todo el lugar, empujando a V varios metros hacia atrás. Ya completamente transformado en demonio, V notó un dolor insoportable en todo su cuerpo, en especial en su espalda. Al alzar la vista, vio a Ithuriel cubierto con una armadura de luz y cuatro alas blancas. La luz que emitía era cegadora. A pesar de la ira que lo consumía, V cayó de rodillas, incapaz de soportar el dolor que lo quemaba.

Ithuriel avanzó lentamente hacia él.

-La oscuridad solo es fuerte en ausencia de la luz -dijo Ithuriel, ya frente a V, que seguía arrodillado.

V no podía soportarlo más. Con el cuerpo ardiendo y sin fuerzas, miró a Ithuriel. Sacó las últimas energías que le quedaban para levantarse, pero Ithuriel lo golpeó con una fuerza tremenda. V salió despedido contra una pared, cayendo a escasos metros de su tío. Intentó incorporarse de nuevo, pero solo logró ponerse de rodillas. Su cuerpo empezaba a volver a la normalidad, y el fuego que lo había consumido comenzaba a extinguirse. No tenía casi fuerzas para sostenerse.

Ithuriel avanzaba nuevamente hacia él.

-Parece que por fin termina la corrupción en la Tierra -dijo, mientras sacaba una espada de luz dorada.

V, casi desvanecido, miró a su tío tirado en el suelo. Recordó la inyección de adrenalina que le había dado Zael. Con las pocas fuerzas que le quedaban, la sacó y se la clavó directamente en el corazón. En dos segundos, su corazón volvió a latir con una fuerza abrumadora. El dolor fue indescriptible, pero la energía lo invadió.

En ese momento, V sintió que era engullido por una espiral de oscuridad, dolor e ira. Unas alas demoníacas desgarraron su espalda, y de nuevo su cuerpo ardió y se endureció. Ithuriel, perplejo, observaba la transformación.

Al ver que V renacía con más poder, Ithuriel levantó su espada dispuesto a acabar con él. Pero V, consumido por la ira de mil almas atormentadas, golpeó a Ithuriel con tanta fuerza que lo lanzó hasta el otro lado de la galería, rompiendo incluso una pared. El polvo cubrió todo.

Ithuriel se levantó, sorprendido, pero lo único que vio al reincorporarse fue a V completamente convertido en un demonio mayor. V desplegó su furia en una serie de golpes demoledores. Ithuriel apenas pudo resistir el impacto antes de desintegrarse en una explosión de luz.

V quedó de pie en medio de la galería, jadeando, sus puños aún apretados y cubiertos de los restos de la luz que una vez había sido Ithuriel. El aire a su alrededor parecía vibrar con la energía oscura que lo consumía. Miró sus propias manos, temblorosas, endurecidas como las de un monstruo. Sentía el poder recorrer su cuerpo, pero también el vacío que dejaba.

Se giró lentamente hacia donde yacía Zael, su único lazo con el mundo que conocía. Su tío seguía inmóvil, su cuerpo apenas perceptible en la penumbra. El terror de perderlo superó momentáneamente la furia que había sentido minutos atrás. La transformación comenzó a ceder, las alas demoníacas se desvanecieron, y V, apenas siendo capaz de sostenerse, cayó de rodillas.

El eco de los pasos de Axel y Chloé llegaba desde lo profundo de los pasillos. V escuchó sus voces llamándolo, pero en ese instante, solo podía pensar en una cosa: si había llegado demasiado tarde para salvar a Zael. Con las manos temblorosas, se arrastró, esperando encontrar un último aliento de vida en su tío. Pero se desvaneció antes de poder llegar hasta el.

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