Esto sí que no me lo esperaba... -murmuró Zael con aires de preocupación.
El sonido de los motores reverberaba en el estrecho callejón. Uno de los moteros se bajó de su moto y comenzó a acercarse al coche por el lado de Zael. Era un hombre casi tan musculoso como Phill, pero su rostro estaba marcado por numerosas cicatrices que le daban un aspecto mucho más imponente. Su sola presencia infundía respeto y una sensación de amenaza.
Zael bajó la ventanilla lentamente, manteniendo la calma, pero con la tensión palpable en el ambiente.
El hombre se inclinó hacia la ventanilla de Zael, sus ojos se encontraron por un momento, antes de que su mirada se desviara hacia V, examinándolo con atención.
-Zael... no pensábamos verte por aquí. Después de todos los problemas en los que nos metiste tú y tu hermana, no creí que tendrías el valor de aparecer -dijo con una sonrisa amarga.
-No quiero problemas, solo quiero irme tranquilo a casa. No vine buscando pelea -respondió Zael, su voz firme pero tranquila.
El hombre soltó una risita incrédula y luego miró de reojo al resto de sus compañeros, que observaban la escena desde sus motos.
-Es curioso que digas eso -replicó-. No estoy seguro de que Phill opine lo mismo... Dime, Zael, ¿dónde está tu hermana? Sabes que nos pidió dinero, y justo después de eso empezaron todos los problemas. Solo queremos que nos devuelvas lo que es nuestro, no me lo pongas más difícil.
Zael esbozó una sonrisa, pero había un brillo peligroso en sus ojos mientras respondía:
-Si quieres, bajo ahora mismo y os doy a todos lo que os pertenece.
Era obvio que se refería a una paliza, y el hombre lo supo de inmediato. Suspiró, bajando la cabeza como si el cansancio pesara sobre sus hombros.
-Sabes tan bien como yo que no habría pelea, Zael. Esto terminaría en un tiroteo, y estoy seguro de que nadie quiere eso por un poco de dinero... -dijo, su tono cansado pero serio-. El problema aquí es el orgullo. Nos sentimos traicionados por tu hermana, y aunque haya pasado mucho tiempo, la banda aún tiene el orgullo herido.
Zael apretó la mandíbula y se giró levemente hacia él.
-Mi hermana está muerta. Ella ya no puede daros nada -soltó, su voz más fría que nunca.
El hombre lanzó una carcajada seca y burlona.
-Vamos, Zael, no me vengas con esas tonterías. Nos conocemos demasiado bien... Y aunque lo que dices fuera cierto, aún nos lo deberías tú.
Mientras hablaban, la puerta del bar se abrió, y los moteros que habían entrado mientras Zael y V estaban dentro comenzaron a salir. Entre ellos, Phill, aún claramente dolorido por el golpe, se acercaba al coche con el rostro contorsionado por la furia.
-¡Baja del coche, maldito bastardo! -gritó Phill, avanzando con pasos decididos.
Zael lo miró por el retrovisor, con una expresión de calma peligrosa, pero su voz fue cortante cuando respondió:
-Si bajo, será para darte otra paliza.
-Bájate del coche, Zael -dijo Marcus, su tono frío como el hielo. Hizo un gesto hacia los moteros que aún permanecían en sus motos.
En segundos, todos descendieron de las motocicletas, y tres de ellos sacaron armas. Uno apuntó directamente a V, mientras los otros dos dirigieron sus miras a Zael.
V comenzó a ver cómo Zael estaba perdiendo el control de la situación. Sus músculos se tensaron, y en sus ojos V pudo notar un brillo de furia contenida. El ambiente se volvía cada vez más denso y peligroso.
Zael miró a V, casi sintiéndose avergonzado por haber llegado a esta situación. Con un suspiro, abrió la puerta del coche y salió. V sentía cómo su corazón latía con tanta fuerza que parecía querer salir de su pecho.
Phill se dirigía directo a Zael, pero Marcus lo detuvo alzando una mano.
-Tranquilo, Phill... cada cosa a su tiempo.
-¿Qué queréis? -preguntó Zael, su voz cargada de cansancio-. Mi hermana ya no está para devolveros nada... Decidme qué puedo hacer para que me dejéis en paz.
-Si tu hermana no está y tú no vas a pagarnos, ¿qué te parece si nos quedamos con tu coche? -respondió Marcus con una sonrisa retorcida.
V estaba cada vez más nervioso. El calor familiar que sentía antes de dejarse consumir por la ira comenzó a invadir su cuerpo, como aquella vez en la bodega cuando acabó con los dos hombres. Sus ojos empezaron a brillar, y el hombre que le apuntaba se quedó mirándolo, como si le costara creer lo que veía.
-Marcus... -susurró el hombre, sin apartar la vista de V.
Pero Marcus seguía hablando, sin prestarle atención.
Los ojos de V comenzaron a brillar con más intensidad.
-¡Marcus! -gritó el hombre, casi desesperado-. ¡Mira esto!
Marcus se asomó por la ventanilla y sus ojos se abrieron de par en par al ver a V.
-¡¿Qué cojones...?! -exclamó.
V sintió cómo la ira lo consumía de nuevo, pero esta vez fue diferente. Aunque el poder latente dentro de él trataba de tomar el control, V luchaba para dominarlo. Notó cómo su piel volvía a cambiar, endureciéndose en escamas negras y duras, mientras sus ojos brillaban con un fulgor que iluminaba el callejón. Pero, a pesar del fuego que quemaba en su interior, esta vez no se dejó arrastrar por completo.
Su cuerpo aún sufría la transformación, pero V resistía. mirando a él hombre que aún le apuntaba directamente, decidido a controlar el poder que bullía dentro de él.
El hombre que apuntaba a V caminaba hacia atrás, aterrorizado, hasta que tropezó con su propia moto y cayó al suelo. Su respiración se aceleraba mientras intentaba levantarse, sin apartar la mirada de V. Zael, consciente de lo que estaba en juego, dirigió una mirada fría a Marcus y, con voz firme, dijo:
-Lo mejor es que os vayáis ahora...
Marcus, incapaz de procesar lo que veía, balbuceó:
-¿Pero quién es ese...?
El aire parecía volverse pesado, como si el oxígeno faltara en aquel estrecho callejón. La tensión era palpable.
-¡Vámonos, rápido! -ordenó Marcus, su voz temblando de terror.
Los moteros, igual de asustados, montaron apresuradamente en sus motos y salieron del callejón, el rugido de los motores apagándose en la distancia. V los observaba mientras huían, sus ojos aún brillando con una intensidad feroz, deseando terminar con todos ellos.
Zael se acercó lentamente a la ventana donde V estaba sentado, se agachó y, con una voz serena pero cargada de preocupación, le dijo:
-Sobrino... tienes que aprender a controlar esto. ¿Me oyes? Debes pararlo...
V, aún luchando contra sí mismo, miró a su tío. La ira, que bullía en su interior, también le susurraba acabar con él, pero seguía resistiendo. Finalmente, cerró los ojos y se dejó llevar por el cansancio, desvaneciéndose lentamente. Su piel volvió a la normalidad, y el brillo en sus ojos se apagó. Zael suspiró con alivio y bajó la mirada hacia el suelo, sintiendo el peso de la situación sobre sus hombros.
Se levantó con esfuerzo y comenzó a caminar hacia la puerta del conductor. Justo cuando estaba a punto de abrirla, se percató de una figura en la entrada del bar: Axel había presenciado toda la escena. Aún incrédulo por lo que acababa de presenciar, Axel murmuró:
-Ahora entiendo por qué quieres ver a Lysander...
Zael lo miró con una expresión grave y respondió:
-Es mi sobrino... espero que entiendas que tengo que ayudarle.
Sin más palabras, Zael se subió al coche, encendió el motor, y salió del callejón, dejando atrás la tensión del encuentro.
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V el origen
Viễn tưởngEncontrado en circunstancias extrañas de niño, V, nunca tuvo una vida fácil... sus sueños, tan reales para él, le llevarán a intentar descubrir sus orígenes. Sabe que está solo pero tampoco tiene nada que perder, sin familia, siente que no pertenec...