Capítulo 4: Sin respuestas

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El viaje en autobús fue corto. El vehículo dejó a V a las afueras de Belcastel, un pequeño pueblo que parecía detenido en el tiempo, con un imponente castillo en lo alto de una colina. La tranquilidad que irradiaba el lugar lo envolvía, algo que pocas veces había experimentado en su vida. Al bajar del autobús, con la dirección que Amy le había proporcionado, V decidió no ir directamente a su destino. Prefería dar una vuelta por el pueblo, observar con detenimiento y asegurarse de que no había señales del hombre misterioso que lo había estado siguiendo. Para su alivio, no había rastro de él.

Belcastel era un pueblo pintoresco, con calles empedradas y casas de piedra que parecían haber salido de otro siglo. El aire fresco y el ambiente tranquilo contrastaban con el tumulto interior que V llevaba consigo. Caminó despacio, permitiéndose admirar los detalles del lugar: los pequeños jardines, las tiendas locales y la imponente silueta del castillo al fondo. Sin embargo, la serenidad del entorno no disipaba del todo su inquietud por el hombre que lo había estado vigilando.

A medida que avanzaba, la poca gente que pasaba lo miraba de reojo, como si su presencia fuese algo fuera de lo común. V ya estaba acostumbrado a eso, su apariencia siempre atraía miradas, especialmente en lugares tan tranquilos y aislados como este.

El hambre comenzó a apretar, y V decidió buscar un restaurante donde sentarse a pensar en sus próximos pasos. Encontró un pequeño local, modesto pero acogedor, y entró. Se sentó en una mesa cerca de la ventana, desde donde podía seguir observando el tranquilo ritmo del pueblo. Mientras esperaba la comida, sacó la dirección proporcionada por Amy y la miró detenidamente. La curiosidad lo impulsaba, pero también sabía que tenía que ser cauteloso. Tenía que evaluar bien la situación antes de actuar.

Tras comer algo ligero, decidió explorar un poco más y ubicar la dirección exacta. Se sorprendió al darse cuenta de que lo llevaba directamente a una iglesia. Desde fuera, la iglesia parecía antigua, con su fachada de piedra desgastada por los años y rodeada de árboles que la hacían parecer aún más aislada del resto del pueblo. V decidió quedarse cerca para observar los movimientos, pero tras varias horas, no vio a nadie entrar ni salir. No había señales de vida.

Cuando el atardecer comenzó a teñir el cielo de tonos anaranjados, V decidió que era hora de acercarse a la iglesia. No podía seguir esperando indefinidamente. Caminó hacia la gran puerta de madera, su estructura vieja y pesada intimidaba a cualquiera que se atreviera a llamar. Al principio, dudó, pero finalmente se decidió y golpeó varias veces.

No hubo respuesta.

Insistió de nuevo, más fuerte esta vez, pero el silencio continuaba. Cuando estaba a punto de rendirse y dar media vuelta, escuchó un crujido. El portón comenzó a abrirse lentamente, con un chirrido que rompió el silencio de la tarde. V retrocedió un paso, observando cómo una figura emergía desde la oscuridad del interior.

Era un hombre de mediana edad, vestido con una sotana. Su aspecto austero y cansado contrastaba con la sorpresa en su rostro al ver a V frente a la puerta. Por un instante, ninguno de los dos dijo nada, atrapados en un incómodo silencio. V, inseguro de cómo romper el hielo, optó por presentarse.

"Soy V..." comenzó a decir, pero antes de que pudiera continuar, el cura lo interrumpió, con una voz que resonó con una extraña mezcla de familiaridad y misterio.

"Se quién eres," dijo el hombre, con una mirada intensa que hizo que V se sintiera expuesto. "Pasa."

Sin decir más, el cura se hizo a un lado, dejándole espacio para entrar. V, aún desconcertado por la respuesta, cruzó el umbral de la iglesia, sintiendo cómo el peso del ambiente cambiaba al entrar en el edificio. Sabía que estaba un paso más cerca de las respuestas, pero al mismo tiempo, algo en la mirada del cura le hizo entender que las preguntas solo estaban comenzando.

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