Capítulo 27: La senda de los caídos

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Lysander caminó hasta una vieja estantería y sacó un mapa antiguo, desgastado por el tiempo. Lo extendió con cuidado sobre la mesa y llamó la atención de los demás.

-Acercaos -dijo mientras sostenía el mapa para que no volviera a enrollarse.

V, al ver a su tío aún algo débil, lo ayudó a levantarse y lo acercó hasta la silla, donde lo ayudó a sentarse. Aunque Zael se veía mejor que el día anterior, aún necesitaba un poco de apoyo para moverse.

Lysander colocó una linterna sobre la mesa, sujetando una esquina del mapa. Luego, mirando a Zael, comenzó a hablar.

-Hace tres años, cuando la Orden entró aquí buscándote a ti y a Amy, -dijo, manteniendo la voz baja y seria-, varios de sus hombres se perdieron en el laberinto de estas catacumbas. Uno de ellos, sin darse cuenta, terminó descubriendo este escondite... pero conseguí capturarlo y pude interrogarlo a mi placer.

Zael lo miró sorprendido, aunque permaneció en silencio, dejando que Lysander continuara.

-Después de un largo tiempo intentando sacarle información -prosiguió Lysander, con una mirada sombría-, logré que me dijera dónde se esconden los líderes de la Orden del Equilibrio. No fue fácil obtener esa información, pero estoy seguro de que no mentía.

Lysander señaló una parte del mapa hacia el norte de Francia, en Normandía. Golpeó suavemente el lugar con su dedo, marcando el punto exacto.

-Se trata de la abadía de Jumièges -explicó-. Está prácticamente en ruinas y abandonada; nadie suele pasar por allí. Sin embargo, la Orden ha realizado pequeñas reconstrucciones, aprovechando los pasajes ocultos que aún quedan en la abadía. La usan como cuartel general para sus líderes, quienes están encargados de encontrarte a ti... y ahora también a V.

V y Zael miraron el mapa en silencio, sus miradas llenas de determinación y una nueva comprensión del peligro que los rodeaba.

Zael cambió la expresión de su rostro, casi parecía aliviado.

-Es bueno saber dónde están... además le prometí a Amy que acabaría con ellos. -Su voz se endureció, aunque su mirada mostraba determinación-. Pero no será fácil... al hacerlo, es probable que aparezcan más.

V, que había estado pensativo, finalmente habló:

-Lo mejor sería ir y enfrentarlos de una vez. Siempre estamos huyendo y, al final, siempre nos acaban encontrando. Además, me niego a que mi vida se trate de esconderme bajo tierra.

Lysander, con un tono firme, apagó el fuego que comenzaba a arder en V.

-Tú no estás preparado para enfrentarlos -dijo con severidad-. Ni siquiera puedes controlar tu lado demoníaco.

V suspiró, sabiendo que aquello era cierto, y que, tal vez, así no sería más que una carga para su tío. Aun así, no estaba dispuesto a ceder.

-Puede que no pueda controlar lo que me domina, pero aun así quiero enfrentarlos -respondió, su voz llena de convicción.

Zael miró a V, orgulloso de su valor, y asintió.

-Ahora debemos recuperarnos bien y pensaremos en nuestro siguiente paso, sin precipitarnos.

Lysander retiró la linterna, y el mapa se cerró de golpe, enrollándose sobre la mesa.

-Yo necesito descansar. Llevo demasiado tiempo sin dormir -dijo Lysander mientras volvía a guardar el mapa en la vieja estantería.

Luego se dirigió hacia una de las camas de la habitación y se tumbó. Zael se levantó despacio, y también fue hacia las camas, listo para recuperar fuerzas.

V, que aún estaba despierto, notó que el antiguo libro que Lysander había estado leyendo antes de su conversación inicial estaba apoyado en el borde de la mesa, junto a la pared. Se quedó absorto mirándolo; el libro parecía llamarlo. Se giró y vio que tanto su tío como Lysander ya parecían estar descansando. Con cuidado, se acercó al libro, lo tomó entre sus manos y lo abrió, aunque no entendía ni una palabra del texto.

Sin embargo, los antiguos dibujos parecían hablarle; bajo la tenue luz de la habitación, las ilustraciones cobraban una vida inquietante. Pasó varias páginas hasta llegar a la misma que había visto anteriormente junto a Lysander: la imagen de un ángel envuelto en llamas. Aunque era solo un dibujo, V casi podía sentir el sufrimiento de aquel ser. Era un ángel bellísimo e imponente.

El siguiente dibujo mostraba al mismo ángel descendiendo a los infiernos, una escena que le resultaba extrañamente similar a los sueños que solía tener. A medida que avanzaba, veía cómo aquel ser pasaba de ser un ángel radiante a un demonio de aspecto horrible, consumido por la oscuridad. V podía percibir el agotamiento y la desesperación del ángel a través de las imágenes. Pasó de página con cuidado, temiendo que las frágiles hojas pudieran romperse bajo su toque.

En la página siguiente, el dibujo mostraba al mismo ser demoníaco consumiendo almas, recuperando con ellas toda su energía y su poder. A medida que las almas en pena caían ante él, el ser recobraba su vitalidad, y en la última ilustración de la página, lo veía reinando completamente sobre el infierno. Debajo de esta imagen, se leía claramente un nombre: Lucifer. Había un breve texto en latín que parecía indicar que el poder del infierno estaba ligado directamente a las almas, una conexión que resultaba inquietante.

V levantó la cabeza del libro y se sobresaltó al ver a Lysander de pie a su lado, mirándolo fijamente. No sabía cuándo se había levantado de la cama, pero su repentina aparición le causó un susto. Lysander cerró el libro de golpe y, con voz calmada pero autoritaria, dijo:

-Tú también tienes que descansar, V.

V sintió una punzada al ver cómo Lysander cerraba el libro, como si algo dentro de él se resistiera a alejarse de aquellas revelaciones. Sin embargo, decidió hacerle caso. Fue a tumbarse, aún sumido en pensamientos sobre todo lo que había visto en las páginas del libro. Después de un largo rato de vueltas, finalmente consiguió dormirse, mientras las imágenes de los antiguos dibujos seguían danzando en su mente.

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