Capítulo 26: El peso del adios

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Zael se tambaleaba, sosteniéndose en la pared, su rostro pálido y el sudor perlándole la frente. V se levantó rápidamente de su silla y se apresuró a sostener a su tío, pasándole un brazo por los hombros para ayudarlo. Chloé, aún somnolienta, se incorporó también para darle apoyo.

-Siéntate, aún estás débil -le dijo V, ayudándolo a llegar a su cama.

Zael, con una leve sonrisa de agradecimiento, se dejó caer con cuidado sobre el colchón improvisado. Lysander, que había estado observando en silencio, se acercó y se colocó junto a él. Zael levantó la cabeza lentamente, mirándolo con una mezcla de cansancio y una pizca de humor.

-¿Aún conservas estos camastros? -preguntó Zael, con una media sonrisa.

-Claramente hice bien en hacerlo -respondió Lysander, sin titubeos.

Eran camas rudimentarias, hechas de paja y ramas, cubiertas con una especie de colcha de algodón. A simple vista parecían incómodas, pero la textura era sorprendentemente suave, y se adaptaban al peso del cuerpo mejor de lo que cualquiera podría imaginar.

Lysander se sentó al lado de Zael y le puso una mano firme en la rodilla, con una expresión de seguridad en sus ojos.

-Te recuperarás rápido, como siempre lo has hecho -dijo Lysander, con un tono calmado y confiado.

Zael asintió, respirando hondo mientras el dolor comenzaba a menguar. V, Chloé y Lysander permanecieron junto a él, dejando que el momento de alivio se asentara en aquella pequeña y modesta habitación.

Zael, aún confuso por todo lo que había ocurrido, preguntó, con voz entrecortada:

-No me esperaba encontrar un ángel por aquí...

Lysander se levantó, con el rostro endurecido, y respondió:

-Ithuriel no fue enviado por ti... Claramente ya saben quién es V. Ahora podemos esperar cualquier cosa.

Axel, al escuchar esas palabras, se giró y miró a V con la misma desconfianza de las veces anteriores. Chloé también lo observaba, pero su expresión era diferente; en sus ojos había una mezcla de compasión y pesar.

-Estamos en peligro -dijo Axel, visiblemente preocupado.

Zael, notando la inquietud en el rostro de ambos, lo miró con sinceridad y, con esfuerzo, logró decir:

-Lo siento, Axel, pero sin vuestra ayuda no hubiéramos llegado muy lejos. Así que gracias... Vosotros ya habéis cumplido; os debemos mucho. Lo mejor será que tú y Chloé os vayáis lo antes posible y os alejéis de nosotros.

Axel asintió, pero la mirada de Chloé revelaba que no estaba del todo de acuerdo. Axel la notó y frunció el ceño.

-¿Es que acaso te quieres quedar aquí, Chloé? -preguntó con incredulidad.

Chloé suspiró, conteniendo la emoción que la embargaba.

-No es que me quiera quedar... lo que pienso es que a nosotros también nos afecta todo esto. Ya desde hace mucho tiempo esa Orden no ha tenido piedad con nadie... Lo que pasó hace tiempo aquí abajo no puedo olvidarlo, Axel -dijo, casi rompiendo a llorar-. Perdieron la vida muchos amigos nuestros...

La expresión de Axel se suavizó, comprendiendo el dolor de Chloé. Lysander, sin embargo, no dudó en intervenir.

-Aun así, no podéis hacer nada más -dijo con tono sentencioso-. Lo mejor es que os alejéis cuanto antes de aquí, los dos. La Orden no os busca a vosotros; estaréis a salvo.

El silencio se cernió en la habitación, mientras Chloé apartaba la mirada, incapaz de contener la mezcla de rabia y tristeza que sentía. Sabía que había verdad en las palabras de Lysander, pero eso no hacía que fuera más fácil dejarlos atrás.

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