Capítulo 10: El despertar de la ira

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Pegado a la puerta, V intentaba escuchar todo lo que ocurría al otro lado, pero sin duda lo que más escuchaba era su corazón latiendo cada vez con mas fuerza. Los minutos pasaban lentamente, hasta que escuchó ruidos y muchos pasos acercándose a la habitación donde estaba oculto. Su pulso se aceleraba sin control. "¿Dónde está Zael?", se preguntaba, mientras el miedo y la tensión lo invadían. Parecía que su tío había desaparecido.

Los pasos eran cada vez más cercanos, acompañados de murmullos. Claramente había asaltantes al otro lado de la puerta. La tensión llegó a su límite cuando sus ojos comenzaron a brillar nuevamente, y pudo ver su reflejo en las paredes. Justo en el momento en que la puerta empezó a abrirse, se escucharon disparos, uno tras otro. Un tiroteo había comenzado. V escuchaba atento, temeroso de que algo le hubiera sucedido a Zael.

De repente, un golpe seco resonó, seguido de un grito de dolor que claramente venía de Zael. La ira lo consumió. "¿Por qué me persiguen? ¡No he hecho nada malo a nadie! ¡Zael solo está tratando de protegerme!" pensaba, mientras sentía cómo sus ojos ardían de rabia. Poseído por una furia incontrolable, abrió la puerta de un golpe enorme. En ese instante, todos los presentes lo miraron, sorprendidos por su aparición.

Tres hombres rodeaban a Zael, uno de ellos malherido de rodillas frente a la puerta y otros dos más en el suelo, sin vida. Lo único que iluminaba aquella bodega eran los ojos de V, un rojo intenso más fuerte que nunca. V veía todo claramente, como si aquella bodega estuviera iluminada, en ese momento, sintió algo que nunca había experimentado: su piel estaba cambiando, oscureciéndose y endureciéndose. Un fuego interno lo invadió, quemándole, y en ese momento perdió el control.

Se abalanzó sobre el hombre malherido que estaba de rodillas, lo cogió por el cuello y lo levantó en el aire, sintiendo toda la ira fluir dentro de él, mientras la vida del hombre se desvanecía en segundos.

Los otros dos hombres que retenían a Zael observaron la escena absortos y comenzaron a disparar contra V. Aunque las balas impactaban en su cuerpo, no lo detuvieron. V, con su mirada fija en los hombres, dejó caer el cuerpo inerte del que sostenía por el cuello. Los dos hombres comenzaron a retroceder, uno subiendo las escaleras mientras el segundo tropezaba. Al intentar levantarse, V le golpeó en la espalda, con un sonido seco que indicaba la rotura de sus huesos. Cayó al suelo, muerto.

En ese momento,V sintió un cansancio extremo, cayendo de rodillas, la luz de sus ojos se apagó, exhausto, dejando el lugar en completa oscuridad.

Tras caer de rodillas, V jadeaba, intentando recuperar el aliento. Notaba cómo su piel volvía lentamente a la normalidad, y la ira que lo consumía comenzaba a apagarse. La vieja bodega estaba en completo silencio, excepto por el leve sonido de las gotas de sangre cayendo al suelo. A pesar de haber recuperado el control, el agotamiento físico y mental lo mantenía inmóvil.

Zael, que hasta ahora había permanecido en silencio observando la escena, se levantó despacio y caminó hasta V. Lo levantó con cuidado, pero con una expresión seria y analítica en su rostro. Ambos sabían que algo había cambiado en él, pero las palabras sobraban en ese momento.

-Vamos, tenemos que salir de aquí,-dijo Zael mientras lo sostenía. Caminaron hacia las escaleras que daban al garaje. Mientras subían, Zael miraba a V: estaba completamente pálido y cubierto de la sangre de aquellos hombres. Entraron en el garaje y le ayudó a sentarse con cuidado al lado del coche polvoriento en el que habían llegado ayer a la casa. V se fijó que la puerta del garaje estaba abierta, aparentemente forzada por aquellos hombres que los habían atacado.

Zael se movía rápido. Entró en la casa y volvió enseguida con una maleta pequeña que metió en el maletero del viejo coche, sin cerrarlo. Abrió un baúl con cerradura numérica y sacó otra maleta, esta vez mucho más pesada, que también metió en el coche junto con un bidón de gasolina, para luego cerrar el maletero. Entró otra vez a la casa y sacó una especie de gabardina azul y unos pantalones negros.

-Cámbiate y sube al coche,- dijo Zael mientras dejaba la ropa en el suelo. Luego, abrió el capó del coche viejo y se puso a revisar algo en el motor. V estaba con la mirada perdida. A pesar de haber perdido el control, recordaba perfectamente lo que acababa de ocurrir y no podía creerlo.

"Entonces, ¿la historia de Zael es real? ¿Soy hijo de algún tipo de fuerzas oscuras y antiguas que no conozco?" Pensaba, atormentado por las preguntas. Ya estaba al límite, y decidió que había terminado con las preguntas. Estaba claro que tenía que aceptar lo que fuera que era y mirar hacia adelante. Sacó fuerza de donde pudo y se cambió de ropa a la que le dio su tío. Miró su ropa ensangrentada en el suelo, con la sangre de aquellos hombres, y supo que no había vuelta atrás.

Zael cerró de golpe el capó y se monto en el vehículo y arrancó. V, que estaba con la mirada perdida mirando su ropa en el suelo, se sobresaltó, abrió la puerta y se montó como pudo en aquel coche viejo.

Salieron de la casa, y Zael dejó el coche estacionado al otro lado de la calle, con el motor en marcha. Bajó, cogió el bidón de gasolina y regresó hacia la casa. Unos minutos después, volvió, esta vez sin el bidón, pero llevaba consigo los tres libros que había en la estantería de la habitación de la bodega. Los guardó en el maletero y se subió nuevamente al coche.

Ya estaba atardeciendo, y en ese lugar no había ni un alma. La casa estaba apartada del resto de la población. V la observó, casi con nostalgia... Allí había experimentado muchas cosas, tanto buenas como malas. Mientras miraba, pudo ver cómo las llamas empezaban a brotar desde la zona del garaje.

-¿Dónde vamos ahora? -preguntó V, mirando a Zael.

Su tío lo observó por unos segundos y respondió:

-Tú ya has hecho muchas preguntas, ¿no te parece? Ahora me toca a mí preguntar.

Zael arrancó el coche, y se alejaron del lugar despacio, como despidiéndose para siempre de aquel lugar.

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