Capítulo 23: El último paso atras

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Las sombras acechaban a V, materializándose en seres horribles que se acercaban lentamente, sus ojos brillando con una malevolencia desconocida mientras lo observaban. Pronto lo rodearon, envolviéndolo en una oscuridad sofocante que parecía asfixiarlo. Sintió el peso de la sombra sobre él, como un manto que cubría sus pensamientos y lo arrastraba de vuelta a un lugar familiar, uno que temía.

"Otra vez no...", pensó con desesperación. "He vuelto aquí...".

Se giró bruscamente, buscando un escape. Su corazón latía frenético, empujándolo a correr, a escapar de aquellas entidades sombrías que avanzaban detrás de él como depredadores persiguiendo a su presa. Pero a cada paso, el terror se convertía en una creciente certeza de que esta vez sería diferente.

Y entonces, apareció el Ayudante.

Como siempre, su aspecto demoniaco inspiraba en V una calma inesperada. Era una paradoja, un demonio cuya sola presencia le traía paz. El Ayudante levantó una mano, haciéndole un gesto para que se detuviera. V se detuvo frente a él, sus ojos fijos en la figura oscura, y dejó escapar un grito que llevaba años silenciado:

-¿Quién eres? -exclamó, cansado de los sueños, de los tormentos que lo perseguían noche tras noche.

Al hacerlo, las sombras que lo acechaban parecieron ralentizarse, moviéndose en cámara lenta como si el tiempo mismo se hubiese detenido. Observó, con asombro, cómo la forma demoniaca del Ayudante comenzaba a cambiar, adoptando un aspecto más humano, casi angelical, aunque conservaba la penumbra que lo rodeaba.

El Ayudante esbozó una leve sonrisa y, con una voz profunda que V escuchaba por primera vez, habló:

-Basta de huir, hijo. Son ellos quienes deben temerte.

La figura del Ayudante comenzó a desvanecerse, disipándose como humo, pero sus palabras quedaron grabadas en V, cada sílaba calando en lo más profundo de su ser. Permaneció inmóvil, paralizado ante el eco de aquella voz. Las sombras continuaban avanzando hacia él, aún más cerca, mientras el tiempo recobraba su ritmo y las criaturas acechantes retomaban su veloz carrera. Frente a él, el suelo se abrió en un abismo ardiente, su inmensa negrura iluminada por lenguas de fuego.

Un nuevo coraje se encendió en V. Las palabras del Ayudante lo llenaron de una determinación desconocida. Esta vez, no había temor. Sus ojos comenzaron a brillar con un rojo tan intenso que parecía superar incluso el fuego del abismo.

Con un grito feroz, se lanzó contra aquellos seres, sintiendo cómo su cuerpo se transformaba en algo más. Sus brazos se fortalecieron, y de su espalda surgieron alas negras, imponentes, como si fueran la manifestación de su furia. Su piel endurecida se volvió oscura, y en ese instante, mientras se transformaba en un demonio alado, un torrente de poder lo consumía.

Pero entonces, de pronto, todo desapareció. V se despertó bruscamente, su respiración agitada y su cuerpo aún temblando. El eco de las palabras del Ayudante seguía latente, como si el sueño fuera algo más, algo que aún palpitaba en su interior, aguardando el momento para resurgir.

Chloé lo sostuvo suavemente por los hombros, tratando de calmarlo.

-Tranquilo, V, solo fue un sueño. Estás bien.

V miró a Chloé, todavía atónito por lo que acababa de vivir en ese mundo onírico, tan real y desgarrador. Entonces, el recuerdo de lo sucedido antes de dormirse lo sacudió.

-¡Zael! -exclamó, incorporándose de golpe. Su corazón seguía latiendo con fuerza.

-Tranquilo, V, está vivo -respondió Chloé, señalando hacia el otro lado de la estancia, donde Zael yacía tumbado, usando su mochila como almohada-. Está dormido y bastante herido, pero se recuperará. Tranquilo.

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