El viento frío de Alaska aún persistía en la memoria de Lyra, como un eco distante, mientras el auto avanzaba por el camino desolado rumbo a Forks. Los árboles formaban un oscuro túnel a su alrededor, sus hojas susurraban con el viento, y el cielo gris parecía un presagio de lo que vendría. Aunque habían pasado cuatro años desde que conoció a los Cullen en ese remoto paraje del norte, el sentimiento de familiaridad se había desvanecido, dejando en su lugar una mezcla inquietante de soledad y confusión.
Los Cullen, la familia que alguna vez había sido su refugio, su alegría, ahora se sentían distantes, casi irreconocibles. Emmett, siempre el más alegre y protector, había perdido esa chispa juguetona que solía iluminar la habitación cuando ella entraba. Carlisle, tan sabio y atento, ahora estaba absorto en sus responsabilidades como médico y apenas notaba su presencia. Jasper, quien antes parecía comprender cada una de sus emociones sin necesidad de palabras, la evitaba, como si su mera cercanía fuera una carga. Y Edward... Edward estaba obsesionado con otra persona, con esa chica Swan, cuyo nombre Lyra evitaba pronunciar.
Los recuerdos de cuando todo era perfecto seguían nublando su mente. Recordaba cómo Alice la había presentado al resto de la familia. Con su energía inagotable y su entusiasmo contagioso, Alice había hecho que Lyra se sintiera parte de algo más grande que ella misma. Fue Alice quien la empujó a superar su timidez, quien le mostró que podía confiar en los demás, y quien la convenció de que era digna del amor compartido entre los Cullen.
En Alaska, su relación con ellos había sido un refugio. Los días pasaban como un sueño, entre risas, charlas interminables y la sensación de pertenecer a un lugar. Aunque nunca había pedido ser parte de ese mundo de vampiros, lo había aceptado porque ellos la aceptaron a ella. No era necesario convertirse en uno de ellos para sentir la conexión. No, para Lyra, eso nunca había sido el problema.
Pero ahora, la realidad era muy distinta. Desde su llegada a Forks, la tensión se había acumulado entre ellos, y la sombra de Isabella Swan lo había cambiado todo. Era como si esa chica hubiera llegado a poner en duda cada lazo, cada promesa que Lyra pensó que era inquebrantable.
—Llegaremos en unos minutos —anunció Esme, en un intento de mantener una conversación, rompiendo el incómodo silencio que reinaba en el auto.
Lyra asintió débilmente, sus pensamientos aún atrapados en el laberinto de recuerdos y dudas que la invadían. Sabía que Esme se preocupaba por ella. A pesar de la distancia que los otros habían impuesto, Esme nunca la había dejado de lado. Sus palabras, siempre suaves y cálidas, eran una fuente de consuelo, pero incluso ella parecía resignada a lo que estaba sucediendo.
Cuando el auto giró por el camino hacia la imponente casa de los Cullen, Lyra sintió un nudo en el estómago. La enorme estructura de madera, rodeada por el denso bosque, la había impresionado cuando la vio por primera vez. Ahora, la fachada perfecta se sentía como una prisión de cristal. Los recuerdos felices que alguna vez impregnaron sus paredes parecían haberse esfumado, reemplazados por un vacío incómodo.
Emmett y Rosalie estaban en el porche, aunque ninguno de los dos se levantó para saludarla. Lyra bajó del auto con el corazón acelerado, sintiendo las miradas de ambos sobre ella. Quería correr hacia Emmett, sentir el calor protector de sus brazos, pero algo en la rigidez de su postura le decía que ese Emmett ya no estaba.
—Hola, Lyra —dijo Rosalie con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Parecía cansada, como si el peso de lo que sucedía entre ellos la estuviera aplastando también.
—Hola —murmuró Lyra, incapaz de devolver la sonrisa.
Entraron a la casa en silencio. Los ojos de Lyra buscaron a los demás instintivamente, pero no encontró rastro de Jasper ni de Edward. Solo la cálida presencia de Esme la acompañaba. El peso de la ausencia de sus compañeros se sentía abrumador.
—Edward está... en el bosque —dijo Rosalie, leyendo los pensamientos de Lyra. —Jasper también ha salido. Necesitaban tiempo para... pensar.
"Pensar". Esa palabra resonó en su mente. Edward no estaba pensando en ella. Y Jasper... Jasper la había estado evitando tanto últimamente que apenas recordaba la última vez que compartieron una conversación sincera. Un dolor punzante le atravesó el pecho. Aunque no tenía el vínculo vampírico que los unía, sentía el vacío que dejaban, como si una parte de su alma se estuviera desmoronando.
Esme la observó con ojos preocupados, pero no dijo nada. Parecía haber entendido que no había palabras que pudieran consolarla en ese momento. Mientras subía las escaleras hacia la habitación que compartía con Emmett, cada paso se sentía más pesado que el anterior.
Al cerrar la puerta detrás de ella, Lyra se dejó caer en la cama, exhalando un suspiro que parecía llevarse todo el aire de sus pulmones. La opresión en su pecho crecía con cada segundo que pasaba. Nunca había querido ser la causa de discordia. Nunca había querido que su amor los separara. Pero, con la llegada de Isabella Swan, todo había cambiado.
¿Cómo era posible que una chica humana, sin el vínculo especial que ellos compartían, hubiera provocado tal caos? ¿Qué poder tenía sobre Edward para que se apartara de ella, su compañera? Lyra cerró los ojos, intentando contener las lágrimas que pugnaban por salir. Pero, por más que lo intentaba, no podía dejar de pensar en una sola pregunta que había comenzado a quemarle desde dentro.
¿Cómo había llegado todo a este punto?
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𝑫𝒆𝒂𝒓 𝑪𝒖𝒍𝒍𝒆𝒏
VampireLos Cullen tenían a su preciada Alma gemela, la amaban como ella a ellos, pero un gran cambio se avecina. Traiciones, corazones rotos y sucesos inesperados Cómo la típica frase cliché dice: No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes y tarde o temp...