Los Cullen tenían a su preciada Alma gemela, la amaban como ella a ellos, pero un gran cambio se avecina.
Traiciones, corazones rotos y sucesos inesperados
Cómo la típica frase cliché dice: No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes y tarde o temp...
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Los días en Forks se volvieron una rutina pesada para Lyra, un ciclo interminable de dolor y soledad. Los Cullen, que alguna vez fueron su refugio, ahora eran su tormento. Pero, de entre todos los cambios y distancias que había sufrido, había uno que destacaba: Bella Swan.
Desde el momento en que Bella llegó a la vida de Edward, todo cambió. Edward se obsesionó con ella, y aunque su comportamiento hacia Lyra había sido dolorosamente frío desde entonces, lo que más le dolía no era la obsesión de Edward por Bella, sino la realidad de lo que Bella era en verdad.
Bella no amaba a Edward.
Había algo en la forma en que Bella miraba a Lyra cuando Edward no estaba mirando, algo en sus ojos que revelaba una frialdad y una crueldad que Edward no podía ver. Y lo más desgarrador era que, mientras Edward la adoraba ciegamente, Bella disfrutaba viendo cómo el corazón de Lyra se rompía poco a poco.
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Un día después de clases, Lyra caminaba sola por los pasillos del instituto. Se sentía como una sombra en un lugar que solía ser su hogar. Mientras recogía algunas cosas de su casillero, escuchó una risa detrás de ella. Giró la cabeza y vio a Bella apoyada en su propio casillero, observándola con una media sonrisa en los labios.
—Lyra —dijo Bella con un tono casi dulce—, ¿Cómo estás?
Lyra intentó mantener la compostura, pero su estómago se revolvía cada vez que Bella estaba cerca. —Estoy bien, gracias —respondió, aunque no era cierto.
Bella se acercó un poco más, su expresión simulando preocupación. —Sé que todo esto debe ser... difícil para ti. Edward ha cambiado mucho desde que llegué, ¿verdad?
Lyra apretó los dientes. Sabía que Bella estaba jugando con ella, pero no tenía la fuerza para enfrentarse. —Sí, ha cambiado —contestó, tratando de mantener la voz firme.
