Los Cullen tenían a su preciada Alma gemela, la amaban como ella a ellos, pero un gran cambio se avecina.
Traiciones, corazones rotos y sucesos inesperados
Cómo la típica frase cliché dice: No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes y tarde o temp...
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La mañana llegó lentamente, pero para Lyra, parecía no haber diferencia entre la luz del día y la oscuridad que la envolvía. No había dormido ni un segundo, y las sombras bajo sus ojos lo dejaban en claro. Había pasado la noche pensando, dándole vueltas a la idea que había empezado a arraigarse en su mente. La idea de irse, de abandonar la casa Cullen y todo lo que alguna vez significó para ella.
Miró alrededor de su habitación. Cada objeto tenía una historia, un recuerdo. La chaqueta de Emmett colgada en la silla, los libros que Edward le había regalado, las flores secas que alguna vez Jasper le trajo para animarla, e incluso la bufanda que Carlisle había dejado en su escritorio una vez, olvidándola después de una larga noche en el hospital. Todos esos pequeños detalles, esos momentos que solían llenarla de calidez, ahora solo eran recordatorios de lo que había perdido. Eran como fantasmas de un pasado que ya no podía recuperar.
Decidió que ya no podía seguir viviendo entre esos fantasmas.
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Lyra empezó a empacar en silencio. No necesitaba mucho. Su plan no era claro, pero sabía que no podía quedarse. Al principio, sus manos temblaban mientras guardaba sus pertenencias, pero con cada prenda de ropa que doblaba, con cada libro que metía en su bolso, la resolución se asentaba más profundamente en su corazón.