VI Una cena incomoda

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El viaje en carretera de Phantasmo a Perla del Norte tomaba dos horas y media. Antes de salir de casa dejando todas sus pertenencias y llevando solo 2 maletas cada una, Sophie se aseguró de dejar la casa muy bien cerrada. Una semana había pasado ya y ambas estaban más que listas para partir, los moretones y heridas en los cuerpos de ambas ya estaban sanando.

Cuando emprendieron el viaje, Serafín sacó el alma de su cuerpo y se sentó en el techo del auto. Cuando estuvo ahí observó el alma del asesino observándolas alejarse de la casa.

Sus dientes eran afilados, su mirada fúrica y su odio latente, había regresado a buscarla más furioso que antes.

-Esta vez no nos vas a seguir- susurró Serafín e implementó un truco que había aprendido hace tiempo ya y que usualmente usaba para evitar que almas en pena y espectros la siguieron a casa.

Junto sus manos y al doblar la esquina dividió su presencia en dos, cada una moviéndose a diferente dirección, cuando el alma del asesino siguiera la presencia incorrecta y se diera cuenta ellas ya estarían muy lejos.

En el camino la lluvia no tuvo clemencia de ellas, siempre cayendo constante, haciendo que Sophie y el resto de los conductores fuesen cautelosos.

Los brazos de Serafín aún tenían las marcas secas de las manos de aquellas almas que la habían tomado, la joven con tristeza observaba por la ventana culpándose por lo ocurrido.

-Serafín-Le dijo su madre.

La joven secó sus lágrimas y la volvió a ver.

-Quiero que sepas que, no creo en lo que dijiste, tu amabas mucho a Peter y dudo que esto haya sido un crimen pasional, sé que algo más ocurre, algo que no me quieres contar y está bien, lo respeto, buenas razones debes de tener, pero quiero que sepas que nada de esto es tu culpa.

La joven no contestó a las palabras de su madre, pero muy en sus adentros las agradeció porque le dieron paz a su herida interior.

Una vez que llegaron a Perla del Norte condujeron hasta su vecindario. Era muy diferente a Phantasmo se sentía en el aire, el ajetreo de la ciudad capital no revoloteaba por doquier en Perla del Norte, se podía decir que la humildad y la paz se sentían en cada esquina.

-Ok llegamos- Dijo Sophie deteniendo el auto frente a la casa. Serafín salió del auto y bajó su maleta y la de su madre de la cajuela, ambas se encontraron frente a la entrada. Sophie revisaba su teléfono esperando ver una notificación de su esposo, pero no había mensajes nuevos en su bandeja.

Abrieron la puerta y entraron. La casa era muy pequeña, en comparación a la casa anterior que tenían en Phantasmo.

Ambas entraron a la sala la cual tenía a un costado la cocina y al otro unas ventanas, Serafín llevó las maletas a uno de los cuartos, en ese había camas gemelas, luego abrió la puerta del cuarto de enfrente y ahí era el baño, dio un par de pasos y llegó a la puerta del patio que a su vez era el lugar de lavado. Era una casa muy pequeña.

-Solo hay un cuarto- Dijo Serafín caminando a la cocina.

-Así es, tendremos que compartir habitación, al menos hasta que tu padre se digne a responder (dijo sacudiendo el polvo de sus manos) acabo de abrir la nevera y está vacía tendremos que ir a un supermercado para abastecerla.

Serafín vio a su alrededor, no estaba contenta con la nueva casa.

Sophie se colocó un trapo de seda en su cabeza y lo amarró bajo el mentón, también usó grandes lentes oscuros para que no le vieran las heridas y hematomas amarillos en su rostro.

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