XVI,SOBREVIVIMOS.

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1. Eneldo

El maremoto había entrado a tierra destruyendo todo a su paso, su fuerza se comparaba a miles de elefantes enfurecidos los cuales tenían la misión de acabar todo cuando estaba en su vista. La cifra de muertos aumentaba a cada minuto.

Eneldo al igual que muchas personas fue llevado por la fuerza del mar muy lejos de San Miguel y El Viejo. Al abrir sus ojos el joven se encontraba flotando sobre un tronco de madera, había perdido el conocimiento, le tomó un par de minutos recordar cómo había logrado aferrarse a dicho tronco de árbol y flotar sobre la corriente durante varios kilómetros.

El joven se soltó de lo que hasta ese momento había sido su flotador y empezó a arrastrase por el agua, podía sentir bajo sus pies el pavimento, no tenía la remota idea de donde se encontraba, pero al ver a sus alrededores podía darse cuenta que estaba en algún vecindario.

Los gritos pidiendo auxilio que sonaban alrededor eran desgarradores. Eneldo se logró poner en pie y caminar, el agua le llegaba hasta las rodillas. Eneldo caminó sobre escombros intentando esquivar pedazos de maderas y despojos de casas, su voz intentaba pedir ayuda, pero debido a algún golpe su garganta dolía. Detuvo su paso por un momento y se recostó sobre un auto que estaba acostado sobre el agua. El joven empezaba a identificar que partes de su cuerpo dolían. Sentía que había rodado sobre escalones rasposos, su espalda dolía, sus codos sangraban junto a sus pómulos y frente.

Al ver la copa de uno de los árboles vio con horror el cadáver de un niño atrapado en una de las ramas. Eneldo bajó la mirada y rompió en llanto.

Continuó su camino y vio brillar en el agua un espejo, corrió a tomarlo, pero tropezó y cayó de boca al agua. Tosiendo y limpiándose el rostro se reincorporó y sostuvo el espejo frente a su cara.

Sus ojos se tornaron en tinieblas. Usando su habilidad especial de ver a personas a través de objetos que dieran cualquier tipo de reflejo, llamó el nombre de su madre para saber dónde estaba. A su mente aterrizaban los recuerdos de su madre desde que él era pequeño cuidándolo con total atención y cariño, deseaba con todas las fuerzas de su corazón que su madre estuviese viva.

Luego de un par de minutos pudo ver a Viña en el reflejo del espejo. Su madre estaba sumergida bajo el agua, sus piernas estaban atrapadas bajo una roca. Viña estaba muerta.

Eneldo apartó el espejo y cayó de espalda sobre el agua, su madre estaba muerta, su cuerpo ya hacia abajo el agua con la boca abierta y la mirada vacía, no lo quería creer.

El joven se reincorporó nuevamente y subiendo sus manos con temblor observó el espejo de nuevo, esta vez buscó a su hermana. Violeta fue más fácil de encontrar, pudo verla gracias al reflejo de un retrovisor, Violeta estaba acostada sobre los asientos delanteros de una camioneta, pero eso no fue lo único que observó, a la distancia detrás de esa camioneta pudo ver su figura.

Eneldo volvió su rostro, ya sabía dónde estaba su hermana, intentó correr hasta donde ella estaba, pero no podía evitar tropezar y caer sobre el agua una y otra vez, era como si uno de sus pies no estuviese acatando las ordenes adecuadas del cerebro.

Al llegar a la camioneta, se estrelló contra la puerta del piloto y con dificultad logró abrirla.

- ¡Violeta, hermana, ¿estás viva? ¡Por favor respóndeme! -Le suplicaba sacudiendo el cuerpo de la chica.

Violeta empezó a moverse. Agradecido de que su hermana aun estuviese viva Eneldo la tomó eh intentó acomodarla en el asiento del copiloto para el sentarse junto a ella y hacerle compañía.

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