X. EL TIO CRISTOPHER Y GALILEO EL ASISTENTE DE LA ALCALDEZA,MIERCOLES.

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La oficina principal de la alcaldía de Perla del Norte siempre estaba llena de laboriosos empleados que dedicaban su esfuerzo día tras día para poder mantener la sociedad, leyes y política funcionando a como era esperado. Todos hacían un trabajo excepcional y se presentaban a diario a trabajar, era requerida la presencia de todos ya que se les inculcaba que todos eran un engrane indispensable en dicha organización. Todos estaban al frente del trabajo menos la propia alcaldesa, usualmente estaba en casa pasando tiempo con su nuevo esposo o de vacaciones en Phantasmo o incluso viajando por el resto de los países de centro américa.

Dicha mujer abandonaba su puesto con la tranquilidad que no encontraría ninguna desagradable sorpresa al volver ya que siempre estaba su mano derecha y batería principal de la organización.

Su nombre era Galileo Roa, un hombre de 42 años de edad de espeso bigote y redonda barriga. Galileo era un experto en su trabajo y también en el trabajo de otros, muchos de los agentes en los demás departamentos acudían a su experiencia ante cualquier duda o problema que surgiera, incluso lo hacían teniendo a la alcaldesa frente a ellos. Entre los trabajadores de esa institución se burlaban de la alcaldesa llamándola "la dama fantasma" ya que su presencia no hacia la diferencia.

Pasadas las horas laborales pagadas a los empleados, Galileo y su asistente aún permanecían en su oficina siendo esa luz la única prendida en las instalaciones.

-No se preocupe alcaldesa todo está en orden, ya me he encargado de todo hasta la fecha. ¿La reunión en Phantasmo? Descuide ellos están sabidos que usted está de viaje y saben que yo estaré en su lugar, yo cree el plan de acción y el resumen de los fondos, usted descuide y relájese, disfrute sus vacaciones y al volver espero me traiga un llavero, ¿de acuerdo?, está bien, descanse, buenas noches. – Terminó la llamada.

Galileo se levantó de su asiento tras el escritorio y se paró frente a la ventana.

-Maldita inútil. ¿Qué sería de ella sin mí? - Murmuró.

Junto a Galileo, sentado frente a su escritorio redactando una carta estaba su asistente. A diferencia de Galileo, su asistente era un hombre fornido de grandes lentes y prominentes pectorales.

- ¿Aun no piensa volver? - Le preguntó

-Aun no. Creo que volverá el domingo, ya sabes, directo a la celebración de los fundadores en El Viejo, esa mujer jamás se perderá la comida gratis, ni el licor, ni la música- Galileo sacudió su cabeza mientras bostezaba.

- ¿Qué hay de ti? ¿Piensas ir?

- Sabes que debo de ir con ella, al menos durante las primeras horas, sino estará perdida al no saber quién hizo qué, ni que invitados especiales tenemos. Agh, la odio. Yo hago todo su trabajo y no gano ni la mitad de la mitad de su salario y ni tengo la mitad del respeto. - Galileo se sostuvo de la ventana cansino.

El asistente se levantó y caminó hacia él.

-Si haces la mayor parte del trabajo en esta oficina, ¿por qué no la convences de que aumente tu salario? Ya sabes, haciendo tu pequeño truco- Le sugería masajeándole los hombros.

-No es tan fácil Cristofer, ya lo intenté en el pasado y usar mi habilidad muchas veces me trae problemas- Galileo se volteó a su asistente y quedaron cara a cara.

Entonces la puerta de la oficina se azotó de par en par. Ambos se sobresaltaron.

- ¡TIO CRISTOFER! - Entró Ed gritando.

-Ed. ¿Qué te he dicho sobre tocar la puerta? - Replicó el asistente acomodando su uniforme mientras Galileo pasaba a sentarse en su silla tras el escritorio.

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