Después de los sucesos ocurridos en la serie, el maestro Patada y su ex pupilo Manipulens regresan a su tiempo, envueltos en resentimiento y desconfianza por parte de ambos, el mayor trata de redimir a su ex alumno quien muestra estar en un dilema m...
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A lo lejos, bajo la tenue luz de la luna, una sombra veloz corría alrededor de la arena del torneo, moviéndose con gran sigilo entre los escombros y las sombras proyectadas por las estructuras del lugar.
El reflejo plateado del satélite natural reveló a un encapuchado de baja estatura quien ahora llevaba a la pequeña Liyue en sus brazos.
El individuo corría por los pasillos oscuros con la pequeña que permanecía acurrucada, su respiración agitada mientras miraba por encima de su hombro ya cansado. Sabía que los soldados tormenta no tardarían en buscarlo.
—Te sacaré de aquí —susurró, apretando a la bebé contra su pecho.
De repente, escuchó voces cercanas que se acercaban a paso ligero.
—Debe estar cerca, no puede haber ido muy lejos —decían uno de ellos.
_Mas nos vale, si no sufriremos la ira del líder y eso no será nada agradable, para nosotros y para el desgraciado que se atrevió a raptar a la niña_ le respondió su compañero mientras volteaban a ver en una esquina.
El encapuchado muy alerta de la presencia del par se escondió detrás de un cobertizo, su corazón latiendo fuerte. Cuando los soldados pasaron de largo, soltó un suspiro de alivio.
—Solo mantente en silencio por un rato mas... Si?—murmuró a la pequeña, decidido a mantener a Liyue a salvo a toda costa.
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La gente corría por todos lados en medio del caos, intentando huir del alboroto anteriormente provocado por la acción de los guerreros tormenta, mientras el torneo se desmoronaba. El morado y su padre se abrían paso como podían, empujados por la multitud que no dejaba de moverse.
—¡Esto es peor que este tonto torneo! —gritaba el de tez clara, intentando no perder el equilibrio mientras su padre lo empujaba con insistencia para poder seguir avanzando entre el gentío.
—¡Sigue moviéndote hijo, que me van a aplastar! —le decía Chu Feng, empujando a un grupo de personas para hacerles espacio.
De repente, entre toda la confusión, apareció Bel, un luchador al que nuestro pelos "teñidos" había derrotado en el torneo.
Su gran calva brillaba bajo la luz de las antorchas, y en su mano llevaba un enorme mazo de madera. Tenía una sonrisa burlona en el rostro mientras se acercaba decidido hacia nuestro protagonista.
—¡Mira quién está aquí! ¡El "gran "Manipulens! —gritó este con sarcasmo , entre tanto alzaba el mazo sobre su hombro—. ¿Quién es el perdedor ahora, eh? ¿Te acuerdas de lo que dijiste?
El de tez clara , al verlo con mayor detenimiento, se detuvo en seco siendo dejado atrás por su padre, y una gota de sudor frío le recorrió la espalda. No esperaba encontrarlo en medio del caos, y mucho menos con un mazo en la mano.
