Capítulo III parte I: Del trabajo a La Fábrica

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Pero en el infinito la voluntad y de ella el inicio.

Fue entonces que los Arcanos Mecanistas

empezaron su periplo por el cosmos,

el propósito debía ser impuesto a la realidad.

Génesis de Gélida 1:03


—Entonces, ¿Cómo se llama el nuevo? —preguntó Gélion a Engrama interrumpiendo su explicación de por qué el deporte nacional debería ser el balompié en lugar del alprigrama.

—Mithril, —contestó Engrama algo molesto por ser interrumpido en lo que a su parecer era un tema mucho más importante —empezó a trabajar hace dos semanas con nosotros, es algo raro pero muy divertido. Y bebe, bebe como ninguna persona que haya visto, casi que puede competir conmigo, el desgraciado.

Mitril parecía tener unos 25 años, piel blanca, rasgos delicados y atractivos, interrumpidos por unas ojeras que sin ser profundas desentonaba en el porte sobrio del muchacho. Su pelo cobrizo estaba peinado de forma sutil, sin las excentricidades modernas. El desconocido era apenas más alto que Firo pero parecía más imponente, quizás por su forma de caminar dando pasos firmes pero sofisticados y su postura regia. Era como ver a un noble de los libros de historia pavonearse por los pasillos de su castillo. Los 3 jóvenes usaban pantalones marrones, tiradores y camisas aunque mientras que Engrama y Firo tenían una de mangas cortas, el nuevo usaba una camisa arremangada y un chaleco.

Era normal que los turnos acotados de los mecanistas como Gélion y la rotación con las distintas máquinas de la fábrica hicieran que su horario de salida rara vez coincidiera con el de los operadores. No tenía que conocer a todos los empleados de la fábrica.

—Si puede seguirte el ritmo es una competencia que quiero ver —Contestó Gélion —por cierto ¿a dónde estamos yendo? Éste no es el camino al Farol De Latón.

—No, no, nada de eso, hace unos meses el viejo Latón y Firo tuvieron una pelea, digamos que según él le debíamos 11 unidades y claramente la basura que nos sirvió valía apenas 7. Firo estaba algo ebrio y eso complicó las cosas. Digamos que ya no somos bienvenidos, ese viejo punta de lanza está cada vez peor.

—¿Firo? Pero si es el no le haría daño a nadie.

—Sobrio tal vez, ebrio es otra historia.

Gélion se tenso, quizás el joven estaba perdiendo el camino sin la guía de su padre.

—¿ a dónde vamos entonces?

—Ahora vamos a La fábrica —dijo Engrama riendo —sólo por el nombre ya vale la pena.

—Claro —Gélion lo meditó un momento —si alguien te pregunta por qué llegaste tarde a casa sólo tenés que decir que te quedaste hasta tarde en La fábrica y técnicamente no estás mintiendo

—Es el mejor concepto del mundo.

—Es el concepto más básico del mundo, me encanta.

Continuaron la charla en el camino a La fábrica mientras Vitra la luna mayor de Gélida se ocultaba en el horizonte. Era el inicio de la noche profunda, la hora en que la penumbra se hacía absoluta, las estrellas eran visibles y los faroles de flujo incandescente comenzaban con su incandescencia. A Gélion le fascinaban los faroles, eran una especie de poste coronado con un jarrón transparente que contenían un líquido amarillo y un cable que se introducía por la parte de arriba.

Al anochecer, en algún punto de la ciudad, un operador tiraba de una palanca y la electricidad empezaba a fluir a través del tendido eléctrico alimentando todos los faroles de la urbe. Brillaban con indecencia blanca ligeramente azulada, ese color era más caro que el verde que se solía usar en edificios públicos, pero también más cómodo a la vista. Gélion no conocía los detalles de la composición química en el fluido de los faroles, pero sabía que era mucho más importante que solo una forma de iluminación.

Risómico: Determinación de dueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora