Risómico: Determinación de duelo

Capítulo XIV : Que comience el shipeo

Algo que no fuera ni forma perpetua

ni efímera intención  sin potencia

debía ser una síntesis que incorporase ambas

debía ser materia que pudiera darse forma a sí misma

Génesis de Gélida: 5:06

Firo había pasado la noche en la casa de Engrana, los reguladores sugirieron que todos estuvieran acompañados hasta saber más sobre las intenciones del hombre de negro. Engrana podía estar seguro con sus padres, pero él vivía solo y prefería no volver con su madre puesto estaba en la otra punta de la ciudad viviendo con sus hermanas. Firo creía que era una precaución inútil tomando en cuenta lo que el hombre de negro hizo en el bar y como mato a Gélion e Ivone, sin embargo decidió no discutir.

Cuando llegaron a la casa de los Vergel los jóvenes tuvieron problemas para explicar lo sucedido a los padres de Engrama. Por suerte Ceres los acompañó y pudo confirmar la versión oficial quizás exagerando un poco el heroísmo de los jóvenes operadores. En todo caso el efecto fue el esperado evitando las preguntas incómodas y dándole a los jóvenes una noche relativamente tranquila.

Engama descanso bien, Firo pensó que los analgésicos tenían el efecto secundario de sumirlo en un estado de somnolencia. Él por otra parte apenas pudo dormir unas cuantas horas. habían acordado con Ceres que ella lo pasaría a buscar en la mañana para llevarlo a su casa y luego reunirse con los reguladores en la comisaría.

Esa mañana fue silenciosa, ninguno de los dos operadores podía expresar lo que le pasaba con palabras, era aún demasiado pronto para elaborar todo lo que estaba ocurriendo. Engrama no podía levantarse de la cama por lo que su amigo debió ayudarlo a comer en la cama. Más allá de las preguntas de cortesía ninguno era capaz de iniciar conversación. Además entre la medicación y la herida de Engrama más el cansancio acumulado ninguno de los dos tenía energía.

Firo se sintió aliviado cuando Ceres llamó a la puerta para llevarlo a su casa. Se despidió de Engrama y subieron juntos en los asientos delanteros del motocarro forense donde había estado la noche anterior. La rabia y frustración se impusieron a su cansancio y decidió aferrarse a ellas para mantenerse en movimiento. El operador miraba la parte de atrás permitiendo que sus emociones se alimentarán de los recuerdos de la noche anterior.

—¿A dónde? — le pregunto Ceres.

—Paso celeste 345 — contestó Firo casi en automático, sin dejar de mirar el fondo del motocarro— es un complejo departamental, de cuarta fundación.

—Somos vecinos del barrio — contestó Ceres poniéndose el cinturón, Firo no reaccionó. La forense lo examinó con la mirada— ¿estás bien?

—Si, solo algo cansado. — Firo se enderezó en el asiento y se puso el cinturón.

—No tenés cara de cansancio, tenés cara de odio. —Ceres puso el motocarro en marcha.

—¿Qué seria cara de odio? — contestó entrecerrando levemente los ojos.

—Tu cara, ceño fruncido, tensión en las cejas, mandíbula rígida. Si estás intentando disimularlo se te da muy mal. — Firo se recostó en el asiento.

—No es nada en particular, —empezó a decir con desgano— o más bien es todo en general, están... pasando muchas cosas.

—Puedo entender eso y si te sirve de consuelo mejora con el tiempo, las pérdidas me refiero.