Capítulo IX parte II: La forma que tomo El Rizoma.

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Lo que vieron allí adentro puede Describirse solo como un matadero. Las mesas estaban desordenadas y algunas de ellas volteadas. En las paredes varios circuitos hidropónicos estaban rotos esparciendo agua por el suelo, un agua que se volvía rojiza a medida que se mezclaba con la sangre de los cuerpos sin vida desordenados en el suelo.

.Alcanzaban a verse cuatro personas entre el desorden todas con profundas y largas marcas de cortes a lo largo de sus cuerpos, a algunos también les faltaban extremidades. Por sus ropas Cáliz dedujo que eran los guardias de La fábrica. Sobre la barra yacía decapitado un hombre con una shagalera de caza en la mano. Su sangre tenía los tubos de luz incandescente de rojo dando un resplandor carmesí a buena parte del bar.

En el centro del cuarto se distinguían dos figuras, una de pie alta de casi dos metros vestida de negro y de espalda hancha. vestía con unas prendas de una especie de cuero negro ajustado. La tela parecía conformada de brillantes y lustrosas hebras entretejidas. Su rostro estaba enfundado en una amplia barba prolijamente recortada y cuidada, la nariz gruesa y la piel nudosa parecían el resultado de superponer y yuxtaponer cicatrices. En su cinturón colgaba una bandolera similar a la de los reguladores donde se podía divisar el familiar brillo del acero de las repetidoras.

 El cinturón en sí resaltaba pues estaba compuesto de eslabónes gruesos en forma de prisma rectangular de lo que parecía ser cuero. En ellos unas pequeñas hendiduras dejaban escapar una luminiscencia verde salvo por un eslabón que brillaba en color rojo. Tenía brazos musculosos y anormalmente largo, en una mano portaba una espada de casi 60 centímetros, rojiza por la sangre de sus víctimas pero de textura porosa. En la otra sostenía por el cuello a otra persona.

La otra figura era la de un hombre joven, pálido y de pelo cobrizo que se debatía frente al primero. Estaba vestido con ropa refinada, una camisa de mangas largas blanca y un chaleco negro. Bueno en realidad podria presumirse que alguna vez esa ropa fue blanca pero ahora estaba rasgada y ensangrentada en amplios tajos sobre el pecho y las mangas.

Durante un instante tanto el agresor como los reguladores se miraron sin saber qué hacer. Fue el sujeto de negro quien rompió la inercia del momento soltando al hombre de pelo cobrizo y llevando su mano hacia la bandolera de su cintura en un tosco movimiento.

Cáliz saltó hacia una mesa buscando cobertura mientras gritaba a sus compañeros que se mantuvieran abajo. Numa retrocedió dando un barrido con el brazo de manera que tanto él como los dos civiles quedarán contra la pared afuera del bar. Cáliz aterrizó al lado de una banqueta y rodó hasta la mesa tumbada más cercana al tiempo que escuchaba unos disparos de repetidora y el particular crepitar de las balas impactando contra la madera. Sintió con una súbita claridad cómo el agua y la sangre del suelo le empapaban el uniforme.

Desenfundo su arma en un reflejo mecánico grabado en su memoria muscular por horas de repetición.

—¡Va hacia usted! —

Le gritó una voz que no alcanzó a identificar por encima del ruido de los disparos. Seguido de eso sintió un golpe sordo a escasos pasos de ella, como el de una bolsa pesada que cae desde una posición elevada. La reguladora apenas logro incorporarse de cuclillas cuando la mesa que le servía de cobertura salió disparada por los aires como si no estuviera hecha de madera de cedronelo para revelar al hombre de negro enfrente de ella.

Ahora que lo podía apreciar de cerca logró distinguir mejor aquella textura como de cicatrices en su piel. Era una especie de descamación, como si las hebras musculares debajo de la dermis se abultaran y presionaran contra la piel ajándola en un patrón constante.

Cáliz apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando el hombre de negro lanzo un tajo perpendicular hacia ella con la espada que llevaba en un movimiento hosco pero imposiblemente rápido. Apenas logro reaccionar, per no lo bastante rápido como para esquivar el estoque que la alcanzó en el hombro izquierdo con tanta fuerza que la tiró de espaldas.

Risómico: Determinación de dueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora