Capítulo VIII: Ruptura.

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El llanto es lo único constante,

lo único que nos une a nuestra historia.

Lloramos para recordar por qué lloramos

como un ritual para hacer memoria.


Génesis de Gélida 10:05


Cáliz estaba de pie apoyada contra la pared, esperando al lado de la puerta que daba a un aula vacía del galpón de capacitación. Dentro de ella estaban Firo Coral y Engrama Vergel. Numa estaba preparando la segunda aula para separar a los jóvenes y así aplicarles interrogatorios en paralelo. El procedimiento hubiera sido mucho más fácil en la comisaría pero prefería hacerlo allí para evitar tener que dar explicaciones a Klein, su superior. Recelaba que formará parte del cuerpo de reguladores y de su manera de llevar los casos que en ocasiones coquetea con el desacato.

No quería esperar a que Porter terminará el informe forense y tener que presentar hipótesis plausibles del siniestro al principal Klein. Si este último evaluaba que había líneas de investigación razonables solo entonces la habilitarían formalmente a hacer los interrogatorios o allanamientos que evaluará correspondientes. No es que la iniciativa estuviese mal vista entre el cuerpo de reguladores, pero Cáliz tenía un historial conflictivo con las fuerzas del orden antes de unirse a ellas, lo que la ponía en tensión con el protocolo.

Respiro profundamente para centrarse, no era nada nuevo solo debía proyectar la confianza y autoridad que sabía que tenía aunque no se sintiera tan segura. Mientras esperaba se preguntaba porque tenía que ser así, era más fácil ceder, aceptar la conclusión más probable y esperar.

Odiaba esa parte de ella que no podía controlar, la parte que ardía en su pecho cuando le impedían hacer lo correcto, la parte que temblaba en sus manos cuando debía enfrentarse con otros. Odiaba la parte de sí misma que entraba en contradicción con su mente. La hipótesis del robo propuesta por Numa era por mucho la más aceptable, pero no se sentía convencida.

Con el tiempo había aprendido a no recelar de sus sentimientos, era mejor incorporarlos como una fuente alternativa de información. Y a pesar de que varias veces le hubieran dado buenos resultados seguía inconforme con su imposibilidad para explicarlos. Durante un tiempo creyó que era su mente detectando irregularidades que a su conciencia se le escapaban pero jamás tuvo herramientas como para comprobar esa hipótesis.

En cualquier caso estaba agradecida con Numa, había tenido dos compañeros antes a los que no les había podido convencer de que la apoyaran cuando tomaba ciertas decisiones. Inevitablemente la relación laboral se volvía difícil por no decir imposible. Sin embargo él era más comprensivo, confiaba en ella y le bastaba con su palabra para confiar. El sexto sentido lo llamaba además era atento y gracioso. Cáliz no pudo evitar sonreír.

-Está lista el aula- dijo Numa apareciendo tras la puerta- me llevó al más grande, solo por si acaso.

Los acusados eran claramente jóvenes, Engrama era un hombre fornido de metro ochenta y tez oscura, su pelo corto en los costados y más largo en el centro estaba prolijamente peinado hacia atrás formando una especie de cresta. seguramente gastó un pote de vaselina para mantenerlo en su lugar. Tenía facciones amigables y mandíbula cuadrada.

El otro de contextura más delgada tenía un rostro anguloso con una tez trigueña y sin rasgos de edad, o mejor dicho con todos los rasgos de la juventud. No era tan fornido como Engrama pero su metro setenta ostentaba una musculatura entrenada por las máquinas de las fábricas. Tenía el mismo peinado que su amigo, pero con el pelo más largo a los costados y con dos mechones colgando en su frente. Tenía ojos marrones algo rasgados y cejas que se afinaban a medida que se alejaban de la frente, eran como unas alas.

Risómico: Determinación de dueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora