13. Traición de Sangre

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Sábado, 23/04/11

Miércoles, 27/04/11

La miré terminar de arreglarse frente al espejo. Medias de encaje, mini de cuero negra, un top plateado con la espalda abierta y botas negras de caña alta. Estaba hermosa con eso y su maquillaje habitual.

—¿Ya podemos irnos? —Pregunté, aburrido de esperarla, pero embelesado al verla prepararse.

—Sí, insoportable—Rio la morocha, tirándose el pelo para un costado.

Por fin salimos de mi casa y subimos a mi auto, en donde cantamos a todo pulmón hasta llegar al boliche, en donde nos esperaban nuestros amigos y mi hermano menor.

Entramos, la música sonaba fuerte, el calor de tantos cuerpos juntos sofocaba y la gente bailaba pegada. Típico ambiente de boliche.

—¡Me llegó la mejor noticia del mundo! —Exclamó Almi por sobre la música, sonriente—. ¡Mi vieja pasó el almuerzo para el miércoles!

—¡Qué grande que es Dios! —Reí, adentrándome al lugar para encontrar la barra.

Últimamente Almi estaba bastante estresada por las constantes peleas con Francisco y verla relajarse un poco era un alivio para mí.

Cada vez era más consciente que había algo más pasando adentro mío cada que la miraba, pero quería ignorarlo, no iba a servir de nada arruinar esa amistad.

Whisky tras whisky fui relajándome más y soltándome para bailar. La música sonaba fuerte, yo bailaba con Almi. Nuestros cuerpos estaban más cerca que de costumbre por la falta de espacio y yo intentaba ignorar eso, pero Alma pegó su cuerpo al mío para decirme algo al oído.

—¿Vamos un rato afuera? Me estoy cagando de calor—Pidió, intentando que la escuché por encima de la música.

—Vamos—Asentí y ella me agarró de la mano, acción que ya había hecho mil veces antes, pero ahora lo sentía distinto. Ya en la terraza, con el ruido de la música como un eco lejano, ella se apoyó contra el barandal y me miró mientras prendía uno de sus puchos de uva.

—Hace un calor de re mierda, ¿No? —Sonrió, dándole una seca al cigarrillo.

—Sí, terrible—Suspiré, acomodándome los mechones de pelo que caían en mi cara.

Nuestras miradas se encontraron, y había algo en la manera en que Alma me miraba que me hacía sentir incómodo, pero en el buen sentido. Ella me empujó levemente en el pecho con una sonrisa juguetona.

—¿Qué pasa? Te quedaste colgado—Sonrió, mirándome con curiosidad.

Me reí, sin saber muy bien qué responder. No quería decirle que estaba pensando en lo bien que se veía ella esa noche, ni en cómo su perfume me tenía algo mareado. Entonces simplemente desvíe la mirada y me encogí de hombros.

—Voy volviendo, ¿Te quedás un poco más acá? —Pregunté, intentando salir de ese momento que me sacudía el corazón.

Ella asintió y yo bajé de nuevo al boliche, con la respiración algo acelerada.

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No llegué a terminarme mi segundo cigarrillo que el Sardelli menor me interceptó en la terraza. Parecía algo arruinado y cansado, con ojeras y el pelo con las raíces crecidas.

—¿Qué pasa, rubio? —Pregunté, dándole una calada al pucho.

—Venía a proponerte algo, en realidad—Empezó diciendo Guido, haciendo que frunza el ceño.

Ángel EléctricoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora