Martes, 09/08/11
Miércoles, 10/08/11
Agradecía que el frío azotara a la ciudad de Buenos Aires sin piedad, así era más fácil ocultar las heridas que últimamente cubrían mis brazos y se abrían con más facilidad de la que hubiera gustado. Mis manos temblaban ansiosas, sentía que necesitaba algo que me calmara, algo que me hiciera olvidarme de todo lo que me estaba pasando. Otra vez sentía que los excesos y el descontrol eran mi refugio, asustándome demasiado al pensar hasta donde podría llegar esa locura.
Llevé mis manos temblorosas a mi boca para darle una seca al pucho que ya no calmaba mi estrés diario, las amenazas a las que estaba sometida y decidía callar porque ya ni siquiera me oponía a hacer lo que me pedían. Estaba cerca de arruinarme otra vez y lo sabía bien.
Caía el sol en la ciudad, haciendo que todo se tornara de colores naranjas, yo observaba el espectáculo desde mi balcón mientras mi garganta se anudaba. No podía hacerle eso a Pato, no podía seguir a su lado ni fingir que no me importaba lo que sentía, no podía arrastrarlo al caos que últimamente eran mis días, mi vida.
Lágrimas amargas cayeron por mis mejillas al pensar en lo que iba a ser, aunque era lo que creía mejor para protegerlo. No necesitaba tener otro punto vulnerable y que las amenazas empezaran a afectarlo a él también, no podía exponerlo a ese mundo que me estaba consumiendo y al que yo no le ponía objeción alguna.
—¿Qué pasa, morocha? —Su voz hizo que las lágrimas que intentaba esconder fueran más abundantes.
Pato se acercó y acunó mi cara entre sus manos, arrodillándose frente a mí para mirarme a los ojos, pero yo esquivaba su mirada.
—Dejame sola—Pedí en un sollozo quebrado que intentaba sonar demandante, pero solo daba lástima.
—No me voy a ir, ¿Qué te pasa? —Murmuró el violero, determinado a ayudarme, como siempre.
—No podemos seguir con esto, Pato—Terminé por decir, sintiendo que ante cada palabra se me rompía un poco más el corazón.
Sus ojos inyectados en confusión se encontraron con los míos, su tacto quemaba, mi pulso estaba acelerado y las palabras me ahogaban. Sabía lo que tenía que decir, pero las palabras parecían no querer salir.
» Te amo, Pato... y por eso lo mejor es que te alejes—Solté finalmente, sintiendo como mi voz se quebraba un poco más, pero intentando contener mis lágrimas. Sus ojos llenos de dolor y confusión me observaban, buscando respuestas.
—¿De qué hablás, Almi? —Preguntó el morocho, su tono casi suplicante por una explicación que no lo destruyera por completo. Yo respiré hondo, intentando retomar mi fortaleza para seguir.
—Todo lo bueno en mi vida lo termino arruinando... siempre. Y yo no quiero que seas parte de eso, no quiero arrastrarte conmigo—Susurré, desviando mi mirada, no era capaz de mirarlo a los ojos mientras hacía eso. Sabía que lo estaba destrozando, pero era lo único que podía hacer para alejarlo de esa oscuridad que me estaba consumiendo. Lo amaba y no quería arrastrarlo a ese círculo de destrucción. Aunque no sabía qué le dolería más, ¿Estaba salvándolo o generándole más dolor? —. No quiero que pagues por algo que vos no rompiste, Pato...
—No, Alma. Si realmente me amaras, dejarías el miedo atrás—Dijo Pato, con la mandíbula apretada, sus ojos humedeciéndose. Las palabras eran una súplica disfrazada de razón, y su dolor era evidente, rompiéndome un poco más—. ¡Si me amaras como decís lo intentarías, carajo!
Lo miré con pena, notando cómo el brillo en sus ojos empezaba a opacarse con cada segundo que pasaba. Cada parte de mi ser quería ceder, quedarse con él, pero la sensación de que iba a destruirlo si lo hacía era más fuerte que mis deseos.
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Ángel Eléctrico
Fanfiction¿Cómo dejar de huir de lo que siento? Si es más fácil perderme en el caos que aceptar lo que realmente somos. Atrapada entre el caos de la toxicidad y su miedo a amar, encuentra en él un refugio que amenaza con convertirse en algo más profundo de lo...