12. Bajo la Superficie

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Jueves, 21/04/11

La música sonaba fuerte, los últimos rayos de sol se escondían tras el horizonte, el frío empezaba a hacerse presente con la llegada del otoño y nosotros cantábamos en la pequeña cocina en esa noche de abril. Chocábamos al hacer movimientos muy bruscos y nos reíamos.

—¿Necesitás que te alcance algo? —Pregunté con mi congestionada voz mientras servía vino en dos copas.

—No, ya tengo todo acá—Dijo la morocha, empezando a pelar una cebolla. Le dejé una copa a su lado, lo suficientemente lejos como para que no la tirara por accidente—. Dejá un poco de vino para la salsa, borrachín.

Me mordí el labio riendo por el apodo y me senté en la barra mientras que Almi estaba en la mesada frente a mí. Sonaba la primera canción de "Consumación O Consumo" de Fricción porque yo le había dicho que no los conocía y ella insistió en que no me los podía perder.

—¿Sabías que Cerati estuvo en Fricción? —Comentó la de ojos verdes mientras picaba la cebolla—. Porque con Coleman se hicieron muy amigos en ese tiempo, él había sido un cuarto Soda, pero estaban en ondas muy distintas.

—¿En qué época tocó Cerati con Fricción? —Pregunté, interesado.

—En el ochenta y cuatro, ochenta y cinco—Aproximó la morocha.

—Es más parecido al sonido del segundo disco de Soda esto—Opiné—. Pero esto es mucho más vanguardista, raro.

—Sí, es más mi onda que los primeros discos de Soda—Confesó Almi, aunque eso ya lo sabía—. En esta canción Gustavo es el que toca la guitarra.

"Después de vos, eléctrica, ninguna pesadilla es macabra."

Charlamos mientras Almi cocinaba salsa para comer con los ñoquis que había amasado. Sonreía al verla tararear alguna canción y moverse al ritmo de la música mientras tomaba vino. Mientras la salsa terminaba de cocinarse, me senté para buscar una película para ver mientras comíamos. Estaba siendo consentido por mi amiga por un leve resfrío que me había agarrado, pero que me ponía molesto.

» Andá poniendo la mesa—Pidió la morocha, poniendo los ñoquis en el agua hirviendo.

Me acerqué detrás de ella para agarrar los platos en la alacena que estaba sobre su cabeza. Abrí la puertita y, sin querer, quisimos agarrar los platos a la vez, rozando nuestros brazos. Alma no dijo nada, pero se mordió el labio y desvío su mirada, haciéndome saber que también había sentido ese toque, que no había pasado desapercibido.

Intenté ignorar el calor que había sentido por ese roce con un suspiro, bajando dos platos y dejándolos en la mesada. Pero no pude evitar que ese tatuaje en su muñeca llamara mi atención de manera distinta, a pesar de las mil veces que lo había visto.

—¿Te retocaste el tatuaje? —Pregunté, señalando su muñeca raramente descubierta.

—No, está como siempre—Almi se miró la muñeca, encogiéndose de hombros con una sonrisa—. ¿Qué? ¿Ahora te gusta?

La pregunta se sintió cargada de intención, pero ambos la evadimos, evitando ir más allá. Ella me sostuvo la mirada un rato más de lo normal, sonriéndome y después de un momento volvió a mirar la comida, dejando el ambiente denso. Decidí mejor no decir nada y dedicarme a llevar nuestras copas a la mesita ratona.

—Ah, me moría de hambre—Suspiré al ver a la morocha acercarse con nuestros platos. Ella me sonrió y se sentó al lado mío en el sillón, dejando los platos en la mesita.

—Y sí, si sos un gordo irremediable, Patricio—Se burló Almi mientras probaba su propia comida—. Agradecé que te alimento con cosas ricas.

Probé para comprobar lo que me decía y me sorprendí por lo bueno que estaba, aunque se le había pasado un poco la mano con el ají en la salsa.

Ángel EléctricoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora