Domingo, 06/03/11
Martes, 08/03/11
—No sé si vale la pena que vayan, la industria musical no la mueve mucho el rock ahora—Me decía mi novio mientras estábamos tirados en el sillón, sintiendo el aire fresquito de la tardecita que entraba por el balcón.
—¿Por qué me la bajás? Si nos llamaron es por algo—Suspiré, algo desilusionada por su actitud.
—Te lo digo para que no te ilusiones con que los contraten, amor, no quiero que después te pongas triste—Se justificó Fran, acariciando mi pelo con cariño—. Además, a mucha gente la llaman de discográficas y después el disco termina en nada.
—Sí, pero no te cuesta nada apoyarme un poco—Me quejé, encogiéndome de hombros.
—Yo te digo las cosas como son, Alma, si no querés verlo no es mi culpa—Bufó el morocho, poniéndose más a la defensiva.
—No, el problema es que a vos no te viene bien nada de lo que hago—Rodé los ojos, levantándome de su regazo para mirarlo.
—Siempre con una queja distinta vos, es imposible así—Suspiró mi novio mientras yo me levantaba a buscar mis puchos.
—Y sí, si vos estás todo el día encima de mí, controlando todo lo que hago o dejo de hacer—Reclamé, prendiéndome un cigarrillo.
—¿Qué? ¿Me querés dejar? —Escupió el más alto, mirándome con una ceja levantada—. Sin mí, te quedarías sola, Alma. Y lo sabés.
—No quiero dejarte, pero todos los días tenés un problema nuevo conmigo, algo que hago no te gusta o no querés que me junte con mis amigos—Enumeré, ya enojada.
—¿Qué decís? Literalmente te dejo hacer todo lo que quieras, nunca intenté controlarte—Francisco entornó los ojos. ¿Estaría exagerando? —. No entiendo porque no podés ser más como tu hermana, más recatada, estudiosa.
—¿Qué mierda tiene que ver Ailén acá? —Exclamé incrédula.
—Por lo menos ella tiene un futuro asegurado, vos estás en una cuerda floja todo el tiempo—Suspiró el morocho, mirando para otro lado.
—Porque decidí tener personalidad, Francisco—Solté con el ceño fruncido.
—Sí, vistiéndote como una trola—Ironizó Fran, riendo. Lo miré incrédula—. Seguro te vestís así para que los flacos te miren. Me pregunto con cuántos me cagarás.
—¿Qué mierda decís, Francisco? No lo puedo creer—Reí con amargura—. Necesito salir de acá.
Sonreí incrédula y salí al balcón para prenderme otro cigarrillo que calmara esa ansiedad. Me quedé ahí una media hora, prendiendo pucho tras pucho. Sentí a Francisco abrazarme por la espalda, apoyando su barbilla entre mi hombro y mi cuello.
—Perdón, mi amor—Susurró, dejando besos en mi cuello—. Sabés que me enojo porque me da miedo perderte o que estés mal. Yo solamente quiero cuidarte.
—Sí, Fran, pero esta no es la manera—Murmuré, apoyada en el barandal, sin demasiadas ganas de hablar.
—Yo te amo un montón y voy a cambiar así no te lastimo más—Prometió el morocho como siempre. Hice el esfuerzo de sonreír y giré para besarlo, acunando sus cachetes.
—Apoyame un poco más en todo esto, quiero saber que estás conmigo—Susurré, cerca de sus labios, acariciando sus mejillas.
—Te prometo que voy a apoyarte en todo, amor—Sonrió el morocho, agarrándome por la cintura. Le llegó un mensaje y se separó para mirarlo. Qué rápido que cortaba el romanticismo—. Me tengo que ir, mi vida.
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Ángel Eléctrico
Fanfiction¿Cómo dejar de huir de lo que siento? Si es más fácil perderme en el caos que aceptar lo que realmente somos. Atrapada entre el caos de la toxicidad y su miedo a amar, encuentra en él un refugio que amenaza con convertirse en algo más profundo de lo...