22. Danza de Emociones

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Viernes, 17/06/11

Sábado, 18/06/11

—Elegí, Pato—Pedí, alzando dos tops para que los vea y decidiera por mí.

—Yo digo... que te pongas cualquiera pero que dejes de mostrarme las tetas porque un ratito más de esta vista y no salimos—Murmuró el morocho, mirándome sin decoro.

Sonreí mordiéndome el labio y le di la espalda para mirarme al espejo y decidir por mí misma. Tenía puesta un mini short de jean, cancanes negros hasta arriba de mis rodillas con ligueros para sostenerlos y borcegos del mismo color. Al final, el top elegido fue uno negro que se ataba a mi nuca y tenía un cierre en el frente con algunos detallitos de calaveras.

—¿Qué opinás? —Pregunté, girándome otra vez para obtener la opinión del violero.

—Que me encantás—Pato sonrió de lado, haciendo que se me cortara el aire. No era normal sentirme así ante esos comentarios y me negaba a que significara algo más.

—Es el efecto que causo en la gente—Jodí, sonriendo con seguridad mientras terminaba de acomodarme el pelo.

Más tarde llegó el Ruso a romper las pelotas, como siempre. Él era uno de los pocos que me conocía desde mis peores épocas de adolescente hasta ese momento, ya que las chicas, a pesar de que la mayoría había ido al colegio conmigo, a partir de tercer año mi círculo cambió un montón y se convirtió en un descontrol de gente descarriada, pibes más grandes y de otros colegios. De ahí conocí al Ruso, quien, al lado de esa gente, era una luz.

—Perdón si les rompí el momento, tortolitos, pero hace mucho no vengo a visitar la cucha de esta sucia—Jodió Santi, sacando una birra de mi heladera.

—Qué decís, Ruso, tórtola ando yo con tu viejo—Solté, haciéndole montañita con la mano, pero viendo esa pequeña mueca de decepción habitual en la cara de Pato—. ¿Estás preparado para hoy?

—Sí, y emocionado, cada vez más gente viene a vernos—Sonrió el rubio, porque Metanoia iba en auge, creciendo cada vez más.

—Ustedes la rompen, es normal que los sigan—Pato nos tiró la buena, tirado en el sillón con la viola encima

Sonreí, esa iba a ser una buena noche.

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Acompañé al grupo en los tres bares que tocaron, ayudándolos en lo que podía, sabía lo difícil que era al empezar.

Esa noche, Alma estaba particularmente cómoda con todo, estaba siendo ella. Caminábamos por las calles del centro de Buenos Aires y ella reía dando vueltas por el alcohol, aun sin estar borracha la hacía ponerse sonriente y ridícula, siempre sin vergüenza de hacer estupideces.

Esa imagen de ella me encantaba, era como de una película verla con todas las luces de la ciudad, ella vestida como una rockstar, dando vueltas y riéndose de nada y todo a la vez. Estaba todo a su alcance esa noche y se veía tan genial.

—Por acá hay un boliche, vamos para ahí—Sugirió Luz, señalando a un punto incierto a su izquierda.

Todos aceptaron y los seguí, con demasiada adrenalina para simplemente irme a dormir. Adentro del boliche todos nos pusimos a bailar, yo me quedé con Pipe, Rodri y el Ruso, mientras que Almi se fue con las amigas y Luz.

Las miraba desde lejos, cada vez más atraído por esa confianza que Almi derrochaba, disfrutando de volver a ver esa faceta después de un tiempo. Bailaba con confianza, importándole poco la mirada juzgadora de algunas chicas a su alrededor, que parecían no entender que para pasarla bien había que dejar de lado la vergüenza y ser ellas. A Almi poco le importaba hacer el ridículo si eso significaba pasarla bien con sus amigos. El calor del lugar la motivaba.

Ángel EléctricoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora