30. Notas de una Despedida Inconclusa

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Domingo, 18/09/11

Miércoles, 21/09/11

—Veo que esa bandita tuya se está haciendo conocida, ¿No, Alma? —Habló mi mamá, mirándome con desaprobación.

—Sí, nos está yendo bien—Asentí, sin ganas de compartir nada con esa gente, menos frente a Francisco.

—Sí, y ya todo el mundo está diciendo que estás ahí gracias a mí—Se rio mi viejo. Me tensé por un momento—. Como si no supieran que yo repudio todas esas pelotudeces.

—Tranquilo que yo lo sé mejor que nadie, ni siquiera hace falta salir a aclararlo—Sonreí irónica, clavándole una mirada llena de veneno.

—Lo que sí, me estás dejando muy mal parado, ¿Qué pensás que piensa la gente cuando ve que mi hija está haciendo de rockerita por ahí? —Bufó mi papá, malhumorado—. Y con la gente con la que se junta, además.

—Ay, papá, no sé cuántas veces más tengo que repetirte que los de la banda son hasta mejores personas que yo, por favor te lo pido—Rodé los ojos, bajando el tenedor con hartazgo.

—De eso no tengo duda, pero no hablo de ellos, Alma—Aclaró papá, mirándome mordaz—. Vos sabés bien de quién hablo, Alma. Yo ya sé con quién volviste a juntarte, acordate bien de que yo tengo ojos en todas partes.

Todo mi cuerpo se tensó al estar bajo la mirada de todos, sabía a quién se refería mi viejo y no podía permitir que él se enterara de lo que me estaba pasando, de lo que estaba haciendo. Tragué duro e intenté esconder mi incomodidad.

» Espero que no estés haciendo todas las pelotudeces que hacías antes con esa piba, porque ahí sí que te corto todo, Alma—Amenazó mi papá, mirándome con seriedad.

—No soy tan idiota para volver a eso, papá—Suspiré, con mis propias palabras clavándose en mi pecho al ser puras mentiras.

—Confío en que así sea, Alma—Mi viejo me clavó su juzgadora mirada y siguió comiendo.

Yo sentía como mi hermana me miraba sobrada, seguramente sintiéndose bien al ver que yo era la única destinataria de la bronca de mis viejos por cosas que eran meramente mi culpa. Podía sentir cómo disfrutaba de mis fracasos al igual que su novio, o mi ex. Al terminar el postre tuve que irme lo más rápido posible para no terminar diciendo boludeces que luego me recriminarían.

Esos días estaba intentando cumplir con la banda, en la que ya ninguno podía ocultar el rechazo que les generaba mi actitud, más que nada por el hecho de que ese miércoles nos presentábamos en un recital gratis en el Parque San Benito por el día de la primavera.

Yo ya sabía que también tocaban los chicos, pero no podía rechazar la oportunidad solo por problemas personales. Mis compañeros de banda tampoco lo iban a permitir. Entonces no tenía más opción que aceptar y enfrentarme a tener que verlo desde lejos, obligándome a no sentir.

Ya estando ahí en los improvisados backstages yo no podía parar de fumar, rogando que esos puchos de uva hicieran un efecto parecido al de las drogas que yo no podía parar de consumir y que Angie no paraba de traerme. Cerré mis ojos y suspiré.

—Tanita, me dijeron que ibas a estar por acá—Abrí los ojos al escuchar la voz de Guido y giré para mirarlo.

—Hola, rubio—Sonreí levemente y no pude evitar acercarme para envolverlo en un abrazo que necesitaba desde hacía mucho. Guido se sorprendió por mi gesto repentino, pero me abrazó con fuerza, sosteniéndome firme.

—¿Qué pasó que estás cariñosa? —Preguntó mi amigo cuando nos separamos, mirándome con algo de preocupación. Sabía que en mi cara notaba el cansancio y que mi cuerpo débil reflejaba lo mal que la estaba pasando, pero odiaba que me miraran así. Por eso me empeñaba en aislarme de todo el que pudiera.

Ángel EléctricoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora