8 de marzo de 1720. Por fortuna había logrado sobrevivir. Busqué ganar las fuerzas necesarias para idear la mejor estrategia de enfrentar a mis enemigos. A partir de aquella noche intensa en la que casi pierdo la vida. Gracias al apoyo y al cuidado de Nancy Cooper, la mujer del pescador, en tres semanas había logrado recuperarme.
—Tus mejillas han recobrado color. —Dijo, mientras acercaba hacia mí un cuenco hirviendo con caldo de pescado y verduras.
—Come.
Pocas veces en mi vida me sentí tan agradecida.
—Comamos. —Y de forma categórica me levanté de aquel tibio lecho y busqué ubicarme en la humilde mesa que ocupaba el espacio central de aquella nueva cabaña, invitando a mi cuidadora a que se sentara a mi lado.
Recordaba vagamente que habíamos logrado desplazarnos de la isla Tortuga hacia el oeste, hasta la isla Margarita. Justo con lo necesario para trasladarnos discretamente y tener insumos para estar a nuestras anchas. Ella había contratado a dos marinos de confianza para la travesía en una pequeña barcaza.
De forma inconsciente busqué palparme el pecho. El mapa del tesoro seguía en mi poder.
—Tenemos distintas motivaciones. No busco riquezas, solo busco venganza. —Mi comensal, además de buena cocinera, era bastante perceptiva.
—¿No crees que podemos aspirar ambas?... —Sin esperar respuesta tomé otra cucharada del rico caldo. Luego añadí:
—Por todo lo que has hecho por mí hasta ahora, además de estar eternamente agradecida contigo, siento que de alguna manera el destino ha buscado reunirnos. Es posible que, trabajando juntas en esto, podamos vivir una aventura más interesante y conveniente para ambas. ¿No te parece?...
—¿Me está reclutando capitana?... —La mujer dejó claro con su expresión que mi propuesta le causaba cierta gracia.
—No exactamente. Deseo más bien que acordemos un pacto de sangre. Que seamos a partir de hoy, socias.
—¿Socias?... Vaya. Me cuesta creerlo. Lo que he escuchado sobre la «Viuda Roja» es todo lo contrario. Toma todas las decisiones, nadie las cuestiona y quien se atreve muere... —¡Esa era yo antes de conocerte! —Le interrumpí con sinceridad, apenada ante aquella deducción.
—Pudiste dejarme morir y quedarte con el mapa, con mi fortuna; al fin al cabo, la tenías a tu alcance. Y no lo hiciste. Todo lo contrario. —La cuchara danzaba en mi mano mientras me expresaba.
—No. No lo hice. Lo que yo perdí, te repito, no lo podré recuperar jamás. Ni con todo el oro ni las joyas del mundo.
La miré con total admiración. Aquella humilde mujer irradiaba una fuerza interna maravillosa. Y ese brillo era su integridad.
—¡Nancy te propongo iniciar una vida de aventuras conmigo!
—¿Quieres que sea como tú Marie, una mujer pirata?...
—Sí. Te enseñaré a serlo. —La miré directo a los ojos, poniéndome de pie. Ella hizo lo mismo.
—¡Muy bien! Acepto. Desde hace bastante tiempo he querido descubrir si todas esas historias sobre ti son ciertas. Ahora tendré oportunidad de hacerlo.
—¡Ya verás que sí! —Saqué de mi bota la fina daga y la deslicé con suavidad sobre mi palma derecha, un hilo de sangre brotó. Luego le extendí el afilado instrumento a mi interlocutora. Ella me imitó.
—¡Juntas hasta la muerte!
—¡Juntas hasta la muerte! —Repetí. Y nos estrechamos de manos.

ESTÁS LEYENDO
Valkirias y Sirenas
Short StoryUna aventura épica que entrelaza piratas con vikingos.