Capítulo V

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La reina Eleonor levantó entonces lentamente su cabeza al percibir que una presencia imponente acababa de aparecer frente a ella. Seguía arrodillada, en reverencia. Miró con asombro el rostro más hermoso y cautivador que jamás en toda su vida pudo haber contemplado. Su belleza era insultante, sobrehumana y casi indescriptible, porque no era un ser humano, ni un fantasma, era la reina Hela en persona.

—Puedes ponerte de pie. Sígueme.

La reina Hela observó altiva y muy brevemente a la reina Eleonor antes de darle la espalda. La capa que la soberana arrastraba era larga, elegante, robusta y etérea a la vez. Su intensidad provenía de una energía que jamás con ningún humano había percibido, ni siquiera con su amado esposo, el rey Aydan. Además, pocas almas habían tenido tal privilegio de contar con su presencia. Porque el acuerdo del hechicero con Odín, había sido una concesión extraordinaria. Cosas así solían pasar poquísimas veces en efecto. No había muchos hechiceros tan bien preparados como aquel, que había logrado enviar a la mismísima reina Eleonor directo al inframundo.

—He sido traicionada. ¡El maldito hechicero me traicionó!

Eleonor no pudo evitarlo. Soltó su resentimiento con rabia y frustración, incluso antes que Hela se terminara de sentar en su imponente trono. Estaba espléndidamente labrado en algún material similar al ébano. Poseía incontables calaveras incrustadas con total maestría y criterio, logrando un efecto de macabra armonía artística. Amontonados bajo sus pies, el resto de cráneos formaban un montículo imponente, perturbador y sombrío.

La soberana miró a Eleonor con tal intensidad y rudeza que ella pensó que caería fulminada por segunda vez. La diosa se iluminó súbitamente, creando un efecto dramático y atemorizante, expresando:

—¡Calla! ¡Te costará caro desafiar la voluntad de los dioses! El acuerdo fue aprobado por el propio Odín. El hechicero cumplió su parte, hizo tal cual lo que se le ordenó. No ha habido traición alguna. El acuerdo era lograr liberar al rey Aydan a cambio de tu alma. Una reina a cambio de un rey. Debías morir decepcionada y engañada para que lograras llegar hasta acá y no al Valhalla. El hechicero lo sabía, por eso te hizo creer que sería su vida la que daría él a cambio.

Entonces a Eleonor súbitamente le llegó el recuerdo algo confuso de las últimas palabras que el hechicero le hizo, justo mientras agonizaba. En ese instante dejó de sentir esa inquietud incómoda que antes le perturbaba y mansamente guardó un largo silencio.

Valkirias y SirenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora