Recuerdo que luego de vestirme fui al comedor de la hostería y ordené un rico desayuno. Estaba realmente hambrienta. Pedí café y le coloqué un chorrito del mismo whisky irlandés que me había hecho perder la cabeza. Había resguardado entre mis ropas una botellita que me había obsequiado uno de los maestros destiladores.
—Es una reserva especial. Un obsequio para la famosa «Viuda Roja».
Había aceptado con agrado el regalo sin darme cuenta que lo que estaba tomando no era precisamente una reserva especial pura, sino un potente alucinógeno con sabor a exquisito whisky. Provenía de una planta conocida como "beleño negro" o "hierba loca" del cual se extraía un brebaje vikingo que alteraba por completo tu mente y tu cuerpo.
En Irlanda en esa época del año la bruma era una constante, por lo que esa mañana era gris, sombría y para nada inspiradora. Pero al poco tiempo comencé a sentirme diferente, muy excitada y frenética.
Salí de la hostería a buen trote. Alquilé el mismo robusto caballo Shire color castaño que nos había llevado de paseo por Cork el día anterior. Ya montada partí de regreso al puerto.
Con el vaivén del caballo sacudiendo mi estómago fui dándome cuenta que todo a mi alrededor se veía diferente, distorsionado, irreal. Contemplaba las colinas y los riachuelos con total asombro, sus colores y texturas me embelesaban. Estuve agradecida que el propio semental ya conociera la ruta hacia el puerto, estoy segura que no en todo momento era yo quien llevaba las riendas. El trayecto estaba particularmente solitario, en contraste a cuando lo había recorrido con Nancy y Ryan.
«Sería una locura pensar que son imaginaciones mías, pero nada de lo que contemplo se parece a los lugares que recorrí ayer.» Y justo cuando meditaba sobre lo que me estaba ocurriendo, apareció a un lado del camino un extraño hombre, alto y misterioso, envuelto en un grueso abrigo de pieles.
El sujeto llevaba puesta una capucha que no permitía reconocerle del todo su rostro, sujetaba un alto cayado finamente labrado y un cuervo de gran tamaño se encontraba posado sobre su hombro izquierdo. Su aspecto en general era austero, rural; pensé que se trataba de algún lugareño, pastor o algo así.
Hizo claras señas para llamar mi atención, pero también sentí que el gesto con su báculo se trataba de alguna especie de encantamiento, ya que mi caballo Shire se detuvo dócil y casi al instante junto aquel extraño personaje.
—¡Buen día! Es una grata mañana para dar un paseo. —Su voz era potente, segura y muy varonil. —Permítame presentarme mi señora; soy un humilde forastero que busca trabajo como marinero, ¿podría usted orientarme para poder llegar hasta el puerto?...
—¡Buenos días señor! En realidad, es muy simple, siga avanzado hacia el sur, por este sendero. El puerto de Cork se encuentra justo detrás de aquellas colinas.
Levanté la vista señalando en la dirección que consideraba correcta, pero al instante me percaté que las colinas que yo misma mencionaba ya no estaban. Desvariaba. De repente, me sentí incontrolablemente mareada y sin más me desplomé del caballo cayendo desmayada.
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Valkirias y Sirenas
Short StoryUna aventura épica que entrelaza piratas con vikingos.