Capítulo V

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24 de marzo de 1721. Había transcurrido un año de arduo entrenamiento con muchas noches de total diversión y procrastinación. Nancy fue asimilando día a día el combate cuerpo a cuerpo, varias tácticas de defensa personal, manejo de armas, en especial de la espada y el puñal. Aquello nos lo tomamos con total tranquilidad; deliberadamente nos aislamos de la civilización, a sabiendas que no teníamos necesidad de exponernos. Mi cabeza tenía un alto precio, los españoles me buscaban, cualquier otro cazarrecompensas podría sentirse tentado a capturarme. Por ahora, Marie Reeves, alias «La Viuda Roja» había tomado un año sabático.

—Siento que ahora tu y yo hemos intercambiado roles amiga, ¡te has transformado en una adversaria temible, mientras que yo me he vuelto una excelente cocinera!

Nancy me había derribado hábilmente. Sujetaba su afilada daga apunto de rebanarme el cuello, mientras me miraba con una satisfactoria sonrisa de triunfo mezclada con jadeos sincopados, respiraba agitada por la intensa lucha entre ambas. Con esa misma daga, Nancy se había recortado su melena ensortijada, dándose un aspecto más amenazador y juvenil. En cambio, yo me había acostumbrado a no usar siempre ropas varoniles, me había dado por usar amplias batas tejidas que Nancy me había enseñado a tejer y me resultaban muy frescas y cómodas, además de lucir muy femeninas. Mis cabellos rojizos como el fuego los llevaba largos y al sol, además de tener ahora un tono de piel muy tostado y encantador. Nancy me había enseñado a usar el aceite de coco y el jugo de las zanahorias para tal propósito.

—¿Has pensado dejar de ser pirata, Marie?... —Nancy se apartó hacia un lado para permitirme incorporarme. Lanzó con soltura su daga clavándola de manera casi automática en un barril de ron vacío que había quedado varado en la arena. Se sentó sobre la barrica esperando mi respuesta, mientras volvía a tomar su daga y la deslizaba juguetonamente entre sus dedos.

—Sí. Lo he pensado. Pero antes de hacerlo, debemos cobrar venganza contra los hombres que acabaron con tu familia, ¿cierto?...

—Muy cierto.

Nancy Cooper, ahora bautizada como «La Viuda Negra», me seguía viendo con picardía. Todo el entrenamiento en la isla de Margarita la había transformado en otra mujer; más fuerte, peligrosa y segura de sí misma. Su aspecto y nuevas habilidades eran realmente intimidantes. Había conseguido posiblemente algo excepcional: La alumna inexperta lograba superar a su maestra.

—Pero; ahora que te tengo como compañera, creo que ser bucaneras es lo mejor que nos ha podido pasar. —Y sin darle tiempo a reaccionar, le metí una zancadilla que le hizo irse de bruces y me alejé corriendo entre carcajadas. 

Valkirias y SirenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora