Descansa

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A la mañana siguiente, Akira se levantó temprano, dejando a su bebé, Vegeta Paragus, dormido en su cuna. Caminó hacia la cocina, donde el abuelo ya estaba sentado, esperando con una taza de café en las manos. Cuando la vio entrar, una sonrisa se dibujó en su rostro.

Abuelo (sonriendo con cariño): "Akira, te agradezco por todo lo que has hecho. Esta gran casa, estos días que has estado aquí... me has dado más de lo que alguna vez podría haberte pedido, me ayudaste. Te debo todo."

Akira, sintiendo una extraña preocupación por las palabras del abuelo, frunció el ceño mientras tomaba asiento frente a él.

Akira (confundida, pero preocupada): "¿Por qué dices eso, abuelo? Estás siendo exagerado, no me debes nada..."

De repente, sin previo aviso, el abuelo dejó caer la taza que sostenía en sus manos. Su cuerpo se desplomó hacia adelante, cayendo al suelo con un golpe seco. El corazón de Akira se paralizó, hasta que la realidad la golpeó con fuerza.

Akira (gritando, corriendo hacia él): "¡Abuelo! ¡No! ¡No puede ser!"

Cayó de rodillas a su lado, sosteniéndolo en sus brazos, intentando reanimarlo. Pero no hubo respuesta. La vida del anciano se había apagado en un instante, sin dejarle tiempo para despedirse. Akira, desesperada, intentaba encontrar su pulso, pero sabía en el fondo que ya no había nada que hacer.

Akira (con la voz quebrada): "No... abuelo, no te vayas... ¡no me dejes aquí sola!"

Las lágrimas caían libremente por sus mejillas mientras observaba el rostro del hombre. Su cuerpo yacía inmóvil, su mirada vacía, pero en su expresión aún se notaba la paz de alguien que había vivido plenamente. Akira, temblando, llevó una mano a su rostro, cerrándole los ojos suavemente.

Akira (llorando en silencio): "Descansa, abuelo... te prometo que cuidaré de Chikara. Será como mi hija... te lo juro."

Su corazón se llenaba de dolor, pero también de una nueva determinación. Sabía que la pequeña Chikara no tenía a nadie más.

Cuando el llanto comenzó a calmarse, Akira se levantó lentamente, mirando el cuerpo sin vida del abuelo. El dolor la consumía, pero al mismo tiempo, sentía una fuerza interna que no había experimentado antes.

Akira (en voz baja, mientras se secaba las lágrimas): "Haré todo lo que pueda... por ti, por Chikara, y por mi bebé. Seré fuerte, abuelo... lo prometo."

Y con esa promesa en su corazón, Akira cubrió el cuerpo del abuelo con una manta, dándole el respeto que merecía. Luego, se preparó para lo que vendría, sabiendo que tenía que ser fuerte para las dos personas que ahora dependían de ella: Chikara y su pequeño Vegeta Paragus.

Akira salió de la casa con la urgencia de encontrar ayuda para el funeral del abuelo. Sabía que no podía manejar todo sola, no después de haber pasado por tantas emociones y dolor. Caminó por las calles, mirando a su alrededor con ojos cansados, hasta que encontró a Hina, una vecina que siempre había sido cercana al abuelo. Hina estaba trabajando en su jardín cuando Akira se acercó, y al ver su expresión, de inmediato supo que algo estaba mal.

Hina (con preocupación en la voz): "Akira... ¿qué sucede? ¿Estás bien?"

Akira bajó la cabeza, respirando profundamente antes de levantar la mirada y hablar, su voz quebrándose por el dolor.

Akira (en voz baja): "El abuelo... ha muerto esta mañana. No sé qué hacer, Hina. Necesito ayuda para organizar el funeral, pero no tengo mucho dinero de este planeta, solo lo que traje de la Tierra. Aún así, estoy dispuesta a dar todo lo de valor que tengo."

Hina dejó de trabajar inmediatamente, tomando las manos de Akira con compasión.

Hina (apretando sus manos): "Lo siento mucho, Akira. El abuelo fue un hombre increíble. Siempre lo veíamos luchando por su nieta, cuidando de Chikara con tanto amor. Todos aquí lo respetábamos. No te preocupes por el dinero, lo que tienes de la Tierra podemos cambiarlo aquí, pero no necesitas hacerlo. Nosotros te ayudaremos con todo."

AKIRA LA HIJA JAMAS CONTADA DE VEGETA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora