Miya Osamu

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Otoño, 2018

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Otoño, 2018.

Cuando Miya Osamu y tú se conocieron, no fue en las mejores condiciones.

Porque claro, el día en que te rompen el corazón y es tanto tu dolor que te sueltas a llorar en una banca del parque, lo que menos esperas es que un desconocido te ofrezca su apoyo extendiéndote un onigiri.

Tú estabas ahí, llorando lo más silenciosamente posible para no llamar la atención de las personas que pasaban, pero el rastro de tus lágrimas, en símbolo de lo mucho que habías puesto en una relación que al final se había terminado de buenas a primeras solo porque el idiota de tu novio —ahora ex novio— se había interesado en alguien más, no era algo fácil de asimilar, y lo hubieses aceptado, pero teniendo en cuenta que no había tenido la decencia de terminarte correctamente hasta que lo encontraste besándose con otra chica en un restaurante, todo lo empeoraba, así que en ese momento, decidiste inclinarte sobre tus rodillas y llorar hasta quedarte seca, esperabas que con eso, por lo menos se fuera un poco del amor que le habías tenido.

A pesar de tu llanto, del dolor que te había aparecido en la cabeza debido a los sollozos y tus intentos por no gritar, aún eras consciente de tu entorno —porque no olvidabas que estabas en vía pública—, no sabías cuántas personas habían pasado ya en frente de ti, murmurando cosas que no te molestaste en entender, sin embargo, cuando escuchaste un par de pies caminar y que se detuvieron frente a ti por el sonido de las suelas al detenerse, llamaron tu atención.

No te habías animado a alzar la mirada, y con trabajo te tallaste los ojos para quitarte las lágrimas, confiabas en que el maquillaje que traías puesto aguantara tus lágrimas como lo prometían en los comerciales, esperaste a que se fuera de ahí, tal vez se había detenido por casualidad, ¿qué extraño se detendría a ayudar a una desconocida? No era común, porque si lo fuera, la primera persona que pasó frente a ti se habría detenido.

—Oye, ¿quieres uno?

Su voz no sonó con lástima ni de burla, fue solo... Normal, monótona, como si fuera cosa de todos años días hablar con alguien desconocido, y aunque no quería, te obligaste a alzar la mirada, sentarte bien en la banca, pero lo primero que encontraste, fue un onigiri que se extendía hacia ti, seguiste el brazo enfundado en un abrigo hasta llegar a un rostro que no conocías, con unos ojos grises inexpresivo mientras masticaba un onigiri también.

—¿Quieres? —Volvió a insistir.

—Eh, gracias, supongo —respondiste un segundo después, tomando el onigiri de sus manos y bajando la mirada, te ardían los ojos.

El chico no respondió —hasta ese momento desconocido—, se sentó a tu lado en la banca, y sentías que estabas viviendo una especie de capítulo en cámara oculta.

—Disculpa, ¿nos conocemos de algún lado? —Preguntaste unos segundos después, volteando a verlo mientras comía de lo más normal su onigiri, él negó con la cabeza—. Bueno, te agradezco la comida, pero, si no nos conocemos, ¿qué haces aquí?

Haikyuu!! | EscenariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora