Parte 20

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Salí de detrás de la cortina con la toga que me dio Hebe. Era algo incómodo...

—¡Te ves hermoso! —gritó ella.

Psique me mostró un espejo donde se podía ver que, efectivamente, la toga me quedaba muy bien.

—Sí, pero no se ve muy cómodo —negó Afrodita y me enseñó un quitón blanco con decoraciones florales (no eran dibujitos de flores, eran flores de verdad) —. Tranquilo, las flores son inmarcesibles.

Voy a fingir que sé lo que significa eso y que no es una bipolar de los cojones.

Acepté el quitón con la misma pasivo-agresividad con el que ella me lo dio.

***

Okay, lo admito me queda bien el traje que me dio la Barbie.

A ver, lo importante era que fuera negro. Eso es lo primero. Lo segundo, que fuera bonito.

—Vaya, que afortunado, el chico —rió Hermes cuando salí.

—Joder, Ares, porfin —comentó Poseidón —. Creí que habías encontrado Narnia de tanto tiempo que estabas en el closet.

Todos rieron ante el chiste. ¿En qué me han metido?

Pues... La verdad, preferiría que me gobierne un león a que me gobierne un burro.

Estaban todos los dioses masculinos presentes (o casi todos, no sé). Bueno, estaban Apolo, Hermes, Poseidón, Dioniso, Hefesto y Zeus (estos tres últimos estaban decorando el lugar para la boda).

Aunque me apuesto el huevo izquierdo a que Zeus se estaba trenzando los pelos de los huevos mientras los otros dos lo hacían todo. O igual Hefesto era el único haciendo algo.

Y, si os lo preguntáis, sí, había hablado con Alec sobre las decoraciones y todo. Quería que fuera ideal para él.

—¡HERMES! —gritó mi hijo Eros, que también estaba presente, al ver a Hermes con los anillos.

El de cabello bicolor retrocedió de inmediato.

—¡Solo miraba!

—Mis cojones, vas a mirar —replicó Anteros —. Ven aquí.

Ambos empezaron a perseguirlo para recuperarlo y yo les agradecí. ¿Cuándo los había cogido (en el sentido más español de España de la palabra)? ¡Ni siquiera los había traído!

Volví a cambiarme a mi ropa normal y guardé los anillos en la bolsa donde guardé también el traje.

***

Llegó el día de la celebración nupcial y yo no podía estar más feliz. Al final, decidieron ponerme la toga del color del vino, pues decían que me quedaba muy bien y que además iba acorde al contexto. ¿Afrodita creyó que me quedaría con un simple quitón? Y Perséfone me regaló una corona de laurel... Me siento raro con una supuesta ninfa en la cabeza, pero bueno.

El lugar era hermoso. Estaba al aire libre y había un montón de espacio. No estaba en el Olimpo, pues también venían mis padres y Dimitri e Isidoro. No conocía a muchos omegas, así que las diosas se ofrecieron para ser las damas de honor. Triste, lo sé, pero es lo que hay.

Psique me habló de cuán maravillosas eran las bodas divinas. Había amigado mucho con ella estos últimos días.

Llegó por fin el momento que esperaba tanto...

En el altar, Zeus me hizo arrodillarme y puso su mano en mi cabeza.

—Yo, Zeus, dios del trueno, rey del Olimpo y tu suegro, te nombro a ti, Alectrión, formidable guerrero y ganador del corazón de mi primogénito varón legítimo, el dios personificación de la valentía.

Con esto, sentí una onda de calor bajando de mi cabeza hasta los pies. Luego Hebe hizo el mismo gesto: me acababan de conceder inmortalidad, juventud eterna y los poderes de un dios.

Me levanté y noté como la corona de laurel se había convertido en oro. En fin, yo y Ares hicimos nuestros votos. Himeneo estaba volando unos cinco metros encima de nosotros.

—Con esta mano —me ofreció dicha parte del cuerpo —, yo sostendré tus anhelos; tu copa nunca estará vacía, pues yo será tu vino; con esta vela —agarró una de las que estaban ahí — alumbraré tu camino en la oscuridad... Y con este anillo —agarró mi anillo, cuya portadora era Iris — yo te pido que seas mi esposo.

Acepté.

—Bien —dijo Hera —. Ares, puedes... —se interrumpió a si misma con silencio al ver que Ares ya me estaba besando —... saltarte las normas tradicionales y besar al novio cuando tus huevos digan que simón.

Todo el mundo aplaudió (incluso Afrodita), mientras que mi padre y Dimitri lloraban de la emoción mientras mi madre e Isidoro los consolaban.

—Es que crecen tan rápido... —decían.

Llegó el momento de tirar el ramo de flores. Las diosas vírgenes corrieron lo más lejos posible de este, mientras que Hebe fue como loca a agarrarlo (un poco más y le rompía la pierna al pobre Dimitri).

Bailamos, cantamos y bebimos, justo como me prometió Ares y yo no podía estar más feliz.

Si hay algo que no cuadra, es porque nunca fui a una boda.

El Enigma del Gallo [Ares x Alectrión] [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora