Parte 30

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Agarré un poquito más de metal, solo por si acaso, y los metí en mi bolsita, que colgaba de mi cinturón (atención: tengo dos bolsitas, una para las plantas y otra para los metales). No sé porqué, pero me daba la sensación de que las necesitaría. Agarré una especie de metal gris y un poco más de oro y los metí.

Me acerqué a la fila para el viaje de Caronte... era más larga que una po-

—¿¡Qué haces aquí?! —interrogó una voz conocida.

Era Hermes, con un rebaño de almas siguiéndolo.

¿Si le digo la verdad, me ayuda? A ver, es un buen tipo... Le conté la verdad.

—Ah, por eso... Ares está preocupado, porque te fuiste sin avisar. ¿Le digo que estás bien?

Asentí.

—Por favor.

—Okay, le diré que estás bien... ¿te ayudo a cruzar? Una alma puede esperar hasta un mes para que llegue su turno de cruzar.

¡¿TANTO?!

—Bueno, si insistes...

—Y tanto que insisto.

Dicho esto, me agarró de las manos y me hizo volar por todo el río Estigia. COÑO, CON LAS ALTURAS. Aunque, en este caso, no me hubiera molestado caerme, total, me volvería invencible.

Llegamos a la orilla, donde Cerbero esperaba.

—Bien, ahora me pagas.

—¿Qué? Pero no dijiste que tenía que pagar.

—Tampoco dije que no tenías.

Rodé los ojos. ¡Maldito estafador! Ojalá algún día lo estafen a él también, por muy difícil que fuera hacer eso.

Saqué el oro y se lo dí.

—¿Estás contento?

Él vio el pedazo de oro que medía lo mismo que mi palma y se asintió con una sonrisa.

—Fua, yo creí que tendría que robarte, pero esto sobra y todo. Encima, de nada me sirve una plantita.

Fruncí el ceño. ¿Ah, qué encima me iba a robar el muy malnacido? Antes de que pudiera decirle algo al respecto, se había ido.

Rodé los ojos y me dí la vuelta para encarar a Cerbero. Agarré un palo enorme que había por ahí y se lo enseñé. Él mostró interés de inmediato.

—¡Mira, Cerbero, mira! —jugué —. ¿Quieres el palito? ¿Lo quieres? ¡Ve a por él!

Lo lancé tan lejos como pude y Cerbero fue corriendo a por él y yo aproveché para cruzar la entrada, con todas esas almas.

Me salté a los jueces y fui directo a los campos de Asfódelos, donde seguramente habían ido.

Busqué a mis padres y no sé cuánto tardé en encontrarlos, pero al final lo hice. Estaban jugando un jueguito de mesa.

—¡Mamá, papá! —grité, yendo a abrazarlos. No me importaba nada más.

Ellos se giraron y me vieron con sorpresa.

—Hijo... —dijo mi padre.

—¿Cómo has llegado hasta aquí? —preguntó mi madre, correspondiendo mi abrazo.

—Llegando. ¡Venid conmigo, os sacaré de aquí!

—No tan rápido, listillo.

Me giré a ver quien era. Un hombre con alas y una capucha negra... ¿Tánatos, tal vez?

—Son almas muertas, se van a quedar aquí.

—¡Y una polla como una olla!

—¿Me estás retando, niñato? ¡Te voy a matar a ti también, si tanto quieres estar con tus papitos!

—¡No puedes matarme, soy como una cucaracha, no me muero, me multiplico, tengo a los dioses de mi lado! ¿Lo oyes, perra?

Creo que lo hice enfadarse, porque empezó a correr hacia mi con intenciones violentas. Rápidamente, agarré el metal que había en una de mis bolsitas, la calenté un poco con mi fuego para darle forma puntiaguda y se la lancé. Voló a una velocidad increíble y le dio en el pecho al dios de la muerte.

Tánatos se detuvo de inmediato para taparse la herida. Lo había atravesado...

—¡Mierda, maldito malnacido! —bramó con ira y dolor —. ¡Huye ahora con tus padres y pobre de ti si te atrapo!

NT: Tánatos no sabe que nuestro nugget es un dios. Se piensa que es un humano o, como máximo, semidiós.

Entendí que debía agarrar a mis padres y salir corriendo por sus vidas. ¿Pero cómo vuelvo al río Estigia?

No sé, ya pensaría algo cuando llegara.

Me detuve un segundo, me giré y saqué otros pedazos de metal gris. Hice lo mismo, pero le dí en la rodilla y el ala, para que no pudiera perseguirme más.

—¡Malparido de mierda, ¿tú qué eres, tonto o tu madre te parió haciendo el pinopuente?! —maldijo

—No sé, a mí me parió mi padre.

Me giré y seguí corriendo, dejando atrás al humillado dios de la muerte. Llegué hasta donde Cerbero, le acaricié la barriga y me dejó pasar.

Es muy fácil agradarle a Cerbero, lo difícil es que Cerbero te agrade a ti. ¿Por qué les da tanto miedo a los humanos? ¡Perséfone tenía razón!

—¿Quién es un buen perrito? ¡Tú, eres tú, mi niño!

Recibí un lametón de él... ya me bañaría luego.

Llegamos con Caronte, que recién acababa de dejar a una alma.

—Disculpe, ¿puede llevarnos?

—Si tienes oro, sí.

Saqué el segundo pedazo de oro que saqué de aquella cueva, el que no le dí a Hermes. Creo que al final la Belladona no me sirvió de nada. Bueno, cosas que pasan, crees que necesitarás algo y al final, no.

Total, llegamos a la orilla del río Estigia y volvimos por la cueva por la que Perséfone me había llevado.

—Hijo —dijo mi padre.

—¿Sí, papá? —sonreí.

—Tu madre y yo estamos orgullosos de ti. Eres fuerte, bondadoso, inteligente... Un gran guerrero. Yo tenía miedo de que te unieras al ejército de Ares, pues pensé que te llevaría a un destino doloroso, pero ahora veo que es la mejor decisión que pudiste tomar.

...

—¿O sea que solo fue a salvar a sus padres? —pregunté.

Hermes asintió. Cuando sentí que Alectrión estaba en apuros, quise ir a buscarlo, pero me topé con el mensajero, quién me explicó todo, y cuando me lo contó, sentí que ya estaba seguro.

—Sí y está perfectamente.

—Ya lo sé, lo siento —le dije —. Pero me hubiera avisado o algo, me tenía preocupado.

—Papá, si te lo hubiera dicho, no le habrías dejado ir —intervino Fobos.

—¡Los abuelos vuelven! —celebró Harmonía.

—Yo que tú no me ilusionaría, igual no los salva —dijo Hermes.

—Yo que tú no hablaría sin saber —intervino mi esposo, que acababa de llegar y, detrás de él, mis suegros.

Harmonía corrió a abrazarlos, igual que Fobos y Deimos, pero ellos fueron más despacio. No es que no quisieran a sus abuelos, sinó que estaban sorprendidos.

Yo abracé a mi Alectrión y lo felicité por su hazaña.

—Joder, la única familia funcional del Olimpo —comentó el mensajero.

El Enigma del Gallo [Ares x Alectrión] [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora