El Enigma del Gallo [Ares x Alectrión] [Omegaverse]

Parte 22

Ares me estaba enseñando a dominar mis nuevos poderes. Me agarró el dorso de la mano y lo giró, mostrando mi palma. De repente, mi tenía un fuego encima. Al principio me asusté, pues creí que mi mano estaba en llamas, pero luego me dí cuenta de que el fuego simplemente "flotaba" sobre mi mano.

Hice un pequeño malabar con el fuego, hipnotizado por este.

—Vaya, un poder bastante apropiado para ti —comentó mi esposo, a lo que yo alcé la ceja.

—¿Esto lo he hecho yo?

—Sí, es cosa de tu nueva magia. Yo solo te ayudé a despertarla.

Asentí.

—Oye, amor y... ¿crees qué podré crear animales? —pregunté —. Solo por curiosidad.

—Sí, pero tendrías que metamorfosear a alguien en este. Uno no puede simplemente crear, ni siquiera nosotros. ¿Te acuerdas de cómo fuisteis los primeros humanos?

—Pues... estábamos hechos de tierra y agua, ¿no? Pero Zeus mandó una inundación, se salvaron solo Pirra y Deucalión y nos crearon nuevamente, pero con piedras. Algo así, si bien recuerdo. Hubieron muchas cosas de por medio.

—Exacto. Si pudiéramos crearos del aire, lo habríamos hecho, pero no podemos. Un alma por otra, ¿entiendes? Aunque no solemos metamorfosear por diversión; suele ser más como castigo.

—Ya veo.

—¿Por qué? ¿Quieres qué te enseñe?

Sonreí.

—Por favor —pedí, alargando un poco la O.

—No veo porque no. Además, también es una práctica que ayuda a dominar el resto de poderes.

Pisó el suelo, se agachó y agarró algo: un lagarto muerto. Supongo que pisó para matarlo.

—Intenta con esto.

Tres semanas después, conseguí mi cometido. No estuve entrenando tres semanas en solo lo mismo, practiqué otras cosas también, ¿vale? Aprendí a controlar el fuego, incluso el que no viene de mis manos, a montar el carruaje de Ares y domar aquellos caballos negros como el azabache y lanzallamas y muchas cosas más.

Aprendo bastante rápido.

La víctima fue un conejo, al cual convertí en una flor muy bonita. Era un tallo verde y del tallo verde salían flores moradas y blancas con una especie de forma de tubo.

Salté de la la alegría y corrí a abrazar a Ares y besarlo. Estaba tan feliz que podría comenzar y detener guerras, si así lo quisiera. Estaba tan feliz que podría derribar muros.

—¡Bien hecho, Alec! —me felicitó —. ¡Dioses, estoy tan orgulloso!

—No lo habría logrado sin ti —reí.

—Por cierto, ¿qué nombre le vas a poner a la planta?

Miré la planta un rato, pensando en el nombre.

—Dedalera.

Sentí un beso en mi mejilla.

—Me gusta —dijo —. Y la flor también —añadió.

Reí un poco.

—Oye, hay algo que quiero hacer. ¿Me puedo ir un momento? Vuelvo pronto.

Asintió.

—No necesitas pedirme permiso, ¿vale? Solo avísame cuando vayas a algún lugar para no asustarme.

—Vale, gracias.

Le dí un corto beso en los labios y salí del jardín.

De hecho, salí del Olimpo.

Había algo que quería hacer.

Y ese algo era cobrar venganza...

Durante el camino, pensé en que lo convertiría, en cómo quería que fuese aquel animal que iba a crear.

Lo tenía.

En fin, llegué al lugar: era el monte, y no me tomó mucho tiempo encontrar aquello que buscaba.

—Buenas tardes —saludé, fingiendo timidez —. ¿T-Te acuerdas de mi?

El sátiro me miró, escaneándome unos segundos para luego sonreír con malicia.

—Vaya, pero miren a quien tenemos aquí. ¿Tu novio se aburrió de ti? ¿O acaso te arrepentiste de rechazarme?

Vaya, parece que había olvidado ya que hace un mes, Ares había matado a su amigo de la forma más brutal posible.

—Quisiera pedirte perdón... y quería saber si había alguna forma de, ya sabes, compensarlo.

Pasé un mechón de pelo por detrás de mi oreja.

El sátiro bastardo se creyó mis palabras y se acercó a mí con paso peligroso y bajó uno de los tirantes de mi quitón por mi hombro. Entonces, lo agarré del cuello y rezé para que funcionara.

Su cuerpo empezó a brillar, lo cual era buena señal. Y sentí como en su cuello aparecían plumas.

***

—¿Qué es esto? —preguntó Ares, viendo la comida —. O sea, es sopa, ¿pero de qué? Está muy bueno, por eso pregunto.

—De pollo.

—¿Qué es eso?

Le abracé el cuello por detrás.

—No preguntes, solo gózalo.