Parte 1

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Tiré a mi compañero al suelo, me senté sobre él y empecé a darle puñetazos en el careto hasta que le empezó a sangrar la nariz y le dejé el ojo morado.

El señor de la guerra detuvo la pelea, indicando que yo había ganado.

—¿Alguien quiere revancha con Alectrión?

Un montón de guerreros llenos de heridas (algunos incluso tenían huesos fracturados) negaron con la cabeza.

—¡Entonces, venga, a mover el trasero! ¡No os quedéis ahí parados, hombre!

Todos volvieron a los entrenamientos. El señor de la guerra nunca, pero NUNCA hacía excepciones.

—Lo mismo va para ti. Andando.

Con un "¡sí, señor!" corrí hacia mis compañeros. Ellos no eran malos guerreros, de hecho, admiraba su valentía y resistencia, simplemente no estaban a mi altura. Los oí diciendo no sé qué de que yo era el favorito con tono crítico. Sinceramente, no sé porque pensarían eso. A mi me trata como a cualquier otro. ¿Será qué les caigo mal?

Pero no miento, sí me gustaría ser su favorito, aunque sea como guerrero... Mi señor, ¿cuándo se dará cuenta de qué yo soy el indicado para usted? Yo sería solo suyo y de nadie más. Eso es lo qué a usted le gusta, ¿no? La exclusividad.

Pero no, a él le gustaban las mujeres, especialmente omegas, porque sí, esto es un fanfic omegaverse, querido lector. Perdón, autora. Sé que no te gusta que rompamos la cuarta pared, pero quería decirlo, aunque hayan leído los tags y seguramente ya sepan que lo era. Por cierto, querido lector, envidio tu capacidad para descifrar el significado de estas grafías, ojalá pudiera hacerlo yo también.

En fin, el caso es que yo, siendo un alfa masculino, no tenía ninguna oportunidad con él.

O al menos eso pensaba yo hasta que... Bueno, es más fácil narrarlo poco a poco que explicarlo todo de una.

Bueno, no, seguro que es más fácil explicarlo todo de una, pero me imagino qué quieres detalles, ¿no es así?

Bueno, después del arduo entrenamiento al que el señor nos sometía a todos por igual, se acercó a mí. Pensé que era para pedirme que guardara la puerta de la habitación mientras él tenía relaciones con la señora Afrodita, que estaba casada con el dios herrero, Hefesto. Que envidia le tenía a ella y su amor correspondido (¿autora, qué carajo es este guión?). Al parecer, me equivocaba. Pero, en vez de un "¿tienes fuerzas para guardar la puerta esta noche?", obtuve un "¿oye, Alec, te gustaría qué pasaramos por un bar? Conozco uno muy bueno por aquí cerca. Yo invito."

Rápidamente, asentí. Le dije que estaría encantado de ir con él.

No sé qué le picó, pero estaba feliz de poder pasar más tiempo con mi señor, el dios de la guerra.

Tal vez sí soy su guerrero favorito...

Y me siento orgulloso de eso.

Bueno y pues fuimos a un bar, que realmente estaba cerca.

—¿Vaya, a quién te traes por aquí, chaval? —preguntó el camarero a mi señor, mirándome a mí, con una sonrisa bromista—. ¿Es este el efebo del qué-?

El señor de la guerra interrumpió, pues sabía exactamente lo que aquel hombre, que asumo no sabía que le estaba a un dios, iba a decir. Supongo.

Siempre que estoy con el señor, tengo que asumir y suponer las cosas, porqué nunca sé que va a hacer o decir. Eso me gustaba de él. Me gustan las personas impredecibles, me gusta que me den pelea, ¡me gusta alguien fuerte! Y él era sin duda el mejor ejemplo de esto. Algunos diréis que lo estoy perfeccionando y que ignoro sus defectos. Pero... ¿cuáles defectos? No lo estoy perfeccionando. No me estoy haciendo una imagen falsa de él. Solo lo amo tal y cómo es.

Mierda, me estoy desviando del tema.

—Tal vez lo es, tal vez no lo es; no tengo porqué decirlo, Dio —replicó a regañadientes.

No pude evitar preguntarme si realmente hablaba de mi o no, qué cosas diría de mí, en caso de que la respuesta fuera sí, o de quien hablaría si no era de mi.

Mi señor pidió "lo segundo más fuerte". ¿Por qué no lo primero? Yo solo pedí una cerveza... Por cierto, ahora que estaba solo con él y no un montón de alfas sudados rodeándonos, pude notar el fuerte y sabroso aroma de sus feromonas. Tenía un poco de ese olor metálico a sangre, pero también a más cosas que solo sabría describir como una mezcla que no debería oler bien, pero aún así lo hacía.

No culpo a la señora Afrodita.

...

Creo que me pasé un poco de copas, porque lo último que recuerdo es que, después de vomitar, todo se volvía borroso. Luego de eso, estaba de repente en mi inhóspita casa, en mi cama, recién acostado. El señor de la guerra estaba ahí, apunto de abrir la puerta e irse, dejándome ahí, pero algo me picó. Era ahora o nunca. Quien no arriesga, no gana.

—S-Señor... —murmuré, alargando la mano para tomarlo de la mano y detenerlo. Él giró su cabeza para dirigirme la mirada con sus ojos pigmentados de rosa con una intensidad que no me daban ni mis compañeros cada vez que los vencía. Seguramente me mataría o algo—. S-Señor, yo... yo lo amo...

Amo, amo, amo... Esa palabra hizo eco en mi propia cabeza. Y creo que en la suya también, porque sus ojos brillaron en la oscuridad como si hubiera estado esperando esas palabras durante años.

Dio media vuelta para mirarme bien. Se acercó a mí y me besó los labios, beso el cual yo correspondí y tomé como un amor correspondido.

Correspondido... ¡Mi amor había sido correspondido! ¡No podía creerlo! Un dios, el dios de la guerra, específicamente, que solo se acostaba con omegas femeninos... ¡¿Me había correspondido?!

—Esperé tanto a que me lo dijeras —me informó.

Y el resto es historia. Una historia de amor. Uno tan apasionado que podría haber hecho temblar los muros de Troya e incluso derrumbarlos. Demasiado bueno para explicarlo a detalle, la verdad.

Tal vez explique otra, pero ahora solo diré que nos amamos con intensidad. Dejó una gran marca en mi cuerpo (tanto física como metafóricamente). Me bañó con su aroma y yo lo cubrí del mío, aunque probablemente no se notara, pues, comparadas con las de un humano, las feromonas de un dios eran mucho más fuertes. Creí que su semilla iba a ser capaz de fecundarme. Me hizo sentir cosas que nunca antes había sentido. Una adrenalina comparable con la que debía sentir él cuándo estaba con la señora Afrodita (¿sería yo tan bueno como ella?). La habitación se había inundado de placer y crímenes de pasión.

...

Desperté perezosamente.

Mi cuerpo se sentía pesado y sentía un enorme ardor por todo el perímetro (¿qué es un perímetro? Autora, deja de hacerme decir cosas que no sé, maldita fotosíntesis). Entonces sentí un brazo fuerte rodeándome la cintura y me giré.

—¡S-Señor! —chillé sorprendido, levantándome casi de un salto y dándome cuenta de que, bajo las sábanas, mi cuerpo desnudo estaba lleno de moratones y marcas de mordeduras. Ahora lo recordaba...

—Alec... ¿lo qué dijiste ayer era cierto? —preguntó.

Me sonrojé y bajé la mirada... Recordaba más o menos lo que había pasado. Asentí.

—Y... ¿Y usted? ¿Estaba siendo sincero o...?

Él sonrió y me tomó de la barbilla y me hizo mirarle a los ojos.

—¿Y qué motivo tendría para mentir sobre tal cosa?

Supongo que tenía razón.

Sonrió más al ver que no tenía nada que decir al respecto y me acarició la mejilla con su pulgar. Me pidió permiso con la mirada y yo se lo dí. Lo volví a besar. Lo amaba. A él y sus besos (aunque esos besos me hubieran lastimado de más la noche anterior), sus ojos, su sonrisa, su personalidad... TODO.

Entonces me hizo la pregunta que yo con mucha felicidad respondí positivamente. Nunca me había sentido tan eufórico...

Querido lector, gracias por visitar esta historia y ayudarme a expandir el imperio de este shippeo y que más gente empiece a hacerle historia y así yo poder gozar de algo que no sea generado por ChatGPT o solo mi imaginación.

El Enigma del Gallo [Ares x Alectrión] [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora