Parte 31

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Antes que nada, dos cosas:

La primera es que me recién me doy cuenta de que ni Dioniso ni Sémele deberían estar vivos aún, ya que Harmonía, mientras ellos ya estaban en el Olimpo y todo, aún no había ni nacido y eso no es posible, ya que Harmonía es la madre de Sémele y abuela de Dioniso. Sorry, me centré demasiado en Ares y Alectrión. ;I

La segunda, borré el extra de Dimitri e Isidoro, ya que lo quiero reescribir y darles más personalidad... cosa que opino que debería hacer con todos los personajes de aquí, pero me da pereza reescribirlo todo.

En fin, como de momento no tengo ideas, aquí les van más Incorrect Quotes. Son pocos, pero son algo.

—¡No puedes casarte con mi hermana! —grité en la boda de mi hermana y el malparido Heracles.

—Ares, cálmate, por favor —pidió Alectrión.

—Perdón, amor.

Me senté de nuevo.

...

Estaba siendo juzgado por matar al hijo de Putodón.

—A diferencia del asesinato, la violación es injustificable —argumenté —. Morirás de viejo antes de que puedas encontrar una razón justificable para la violación; pero puedo nombrar múltiples situaciones en las que el asesinato es justificable. Por ejemplo, asesinar a un violador.

—Apoyo al acusado —comentó mi pelirrojo.

—Alec, tú ni siquiera eres parte del tribunal —dijo Atenea.

—Pues tú que eres parte de él, lo apoyas, ¿a qué sí?

Rodó los ojos y asintió. Las otras dos miembros del tribunal, Hestia y Deméter, asintieron también y Zeus golpeó el martillo contra la mesa.

—¡Caso cerrado! —gritó —. Ares, eres inocente.

—Pero... —quiso objetar el dios del mar.

—¡HE DICHO CASO CERRADO!

...

—¡Esa manzana es para mí! —dijo Afrodita.

—¡No, es para mí! —negó Atenea.

—Para mi, estúpidas —objetó Hera.

—¿De qué discuten? —pregunté mientras le daba una mordida a una manzana dorada que había por ahí. Tenía hambre.

—¡ALECTRIÓN! —me regañaron todas.

¿Ahora qué hice?

...

Ví como Diómedes, con la ayuda de Atenea, hería a Ares en Troya. Pude oír sus gritos y yo no dudé en ir con él.

Pillé al héroe por detrás y lo apuñalé.

—¡Con mi esposo, no, maldita perra! —le gruñí, a la vez que él daba un grito de dolor. No se lo esperaba, seguramente.

Sentí la presencia de Atenea detrás de mí y solté al humano. No creo que vaya a hacer nada más, ya que mi daga tenía veneno de Adelfa que yo mismo creé y provocaba ataques al corazón y, dependiendo de la dosis, letales. Se puede decir que soy bueno con la química.

—¿Qué, vas a salvar a tu sicario?

—No es un sicario.

—He sido humano y puedo decir que esto que estás haciendo es el equivalente divino de contratar sicarios.

...

Estaba acostado al lado de Ares. Ambos teníamos unas cuantas vendas en el cuerpo, pero él más. Pero valió la pena.

Ares me miró.

—Alec... ¿de verdad le diste a Atenea con esas cosas de plomo y fuego en la rodilla?

—Sí y, por cierto, son balas —le sonreí orgulloso.

Él me sonrió devuelta.

—Eres tan perfecto... A veces me pregunto si realmente te merezco.

—Claro que me mereces.

Me acerqué a él y le dí un beso.

—Ew, amor —comentó Fobos, que, al parecer, estaba ahí.

—Que asco —añadió Deimos.

Ambos reímos ante las reacciones de estos y rezamos para que Eros o Afrodita no los oyeran.

...

—¡Bienvenida a la CHD! —recibieron Psique, Alectrión y Heracles.

—¿La qué? —preguntó Ariadna.

—Club de Humanos Divinizados —explicó Psique.

—¿Existe, eso?

—¡Pues claro que sí! —dijo Alectrión —. Cuéntanos tu historia.

—Pues... me abandonaron en una isla y me encontró Dioniso y... pues eso, me casé con él.

—¿Y ya? —se quejó Psique —. ¿Ningún castigo al chico ni nada? Yo hice que mis hermanas se tiraran de un acantilado.

—Yo convertí a mi violador en un pájaro y lo cociné.

—Yo tengo demasiadas historias.

La pobre Ariadna se quedó con la boca formando una perfecta O. ¿Acaso ella era la única normal ahí?

...

Cadmo estaba sentado en una silla, frente a una mesa en la cual Ares apoyaba sus manos, como una interrogación policía.

—¡¿Cuáles son tus intenciones con mi hija?!

El de cabellos verdes parecía tan nervioso que incluso lloraría.

—¡Yo solo quiero hacerla feliz, señor!

—¿¡Insinúas que yo, como su padre, no la hago feliz?!

—¡No, no, eso no es lo que quise decir!

—¿¡Entonces, qué?!

—Amor, deja de ser tan duro con el chico —intervino Alectrión, dándole una palmadita en el hombro a Cadmo —. Estoy seguro de que la harás feliz.

—Pero —quiso decir el señor de la guerra.

—¡Pero nada!

...

Heracles huía del dios de la valentía, que le lanzaba bolas de fuego, el mayor miedo del primero. Además, era fuego azul, es decir, aún peor que el normal.

—¿Qué pasó? —preguntó Hera a Psique, quien había visto todo lo que ocurrió.

—Heracles insultó a su esposo.

El Enigma del Gallo [Ares x Alectrión] [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora