Parte 23

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Juro que como sea lo que yo creo que es...

El calor es molesto y no era solo porque acababa de entrenar. Había algo más. Quería irme ya. Necesitaba irme. No podía pasar ni un minuto más aquí.

—¿Ares, estás bien? Estás más sudoroso de lo normal —me preguntó Atenea mientras me pasaba una botella de agua fría —. Bueno, ¿sabes qué? —añadió —, no me lo digas creo que ya lo he adivinado.

Acepté la botella de agua y bebí un buen trago. No sentía diferencia de temperatura, pero así es la rutina.

—De todos modos, es hora de ir a casa. Gracias por el arduo trabajo. Adiós.

Ambos partimos camino hacia nuestras casas.

Estaba todo oscuro cuando llegué. ¿Acaso Alectrión no estaba?

No. Olía sus feromonas desde nuestra habitación, cuya puerta estaba semiabierta y salía de ella una luz cálida. Fuego.

Encima, azul.

Entre de inmediato y ahí estaba Alectrión, jugando con una bolita de fuego, la fuente de luz. Apenas llevaba ropa. Solo... Solo lencería.

Alzó la vista de su bolita y me miró con malicia. Él sabía lo que me pasaba... Y no me sorprende que lo haga, pues, después de todo, la marca nos une.

—Buenas tardes, amor. ¿Cómo te fue el entrenamiento con Atenea? —preguntó mientras se levantaba a abrazarme, sin importarle mi olor a sudor.

Tranquilos, que antes de hacerlo, la bolita de fuego se deshizo en el aire, ¿vale? No me quemó ni nada.

Ese simple tacto era suficiente para volverme loco. Además que la habitación estaba llena de sus feromonas. Lo olía a él y solo a él, sin importar qué. Me estaba provocando.

No lo soportaba más. Lo agarré de los hombros y le hice dar media vuelta y lo acorralé contra la pared. Capturé sus dos muñecas con una única mano y con la otra le envolví la cintura.

—¿Tienes idea de lo qué haces? —le pregunté al oído, con tono de enfado.

Él solo sonrió y rozó su trasero contra mi ya palpitante miembro.

—Créeme que lo sé.

Esa fue la gota que colmó el vaso.

Sin cuidado le quité la única ropa que llevaba y lo empecé a penetrar con salvajería, golpeando placenteramente su próstata. Seguramente, se había preparado antes de que yo llegara.

Él comenzó a gemir y jadear de placer y tal vez de dolor, cosa la cual yo buscaba.

—¡Ares! ¡Aaaagh! ¡Ares! ¡ARES!

—Eso es, grita mi nombre —gruñí mientras lo sofocaba con mis feromonas de enigma y le mordía el cuello y hombro, perforando un poco su piel —. ¡Grita mi maldito nombre!

Él hizo lo que yo ordené sin rechistar. Esto era simplemente lo mejor del mundo y no había nada que me pudiera hacer cambiar de opinión.

Me corrí tarde o temprano. Alectrión respiró aliviado, con las piernas temblando y yo supe lo que pensaba.

—¿Crees qué esto ha terminado? —le pregunté con tono peligroso —. Vamos, aprieta el trasero, que tú mismo te lo buscaste —añadí mientras le daba unas nalgadas.

—No creí que fueras tan salvaje en tu rutina —comentó —. Menos mal pasa poco seguido...

Reí un poco y estuve dispuesto a sacar mi miembro y empezar de nuevo, pero...

—¡Aaagh! —gimió Alectrión.

Estaba atascado. No podía sacarlo. ¿Y qué significaba esto? Anudación. Supongo que tendría que esperar a que se deshinche mi miembro para volver a empezar.

—Joder...

Pero tenía más formas. La mano que estaba en su cintura se deslizó hasta su miembro y comencé a masturbarlo, provocándole flojos jadeos.

—Aagh... Aaah...

El Enigma del Gallo [Ares x Alectrión] [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora