—¿Oye, y quieres qué te ayude con la boda? —preguntó Hera —. Ya sabes, los vestidos, la comida...
Estaba sorpreconfundido. ¿La diosa del matrimonio me ofrecía su ayuda?
—¿Ha-Haría eso por mi? P-Pero...
—Sin peros y me da igual. Te voy a ayudar de todos modos. ¡Te ordeno que me dejes ayudarte!
Supongo que no podía negarme a una orden de una diosa...
—Está bien. Ayúdeme, por favor.
—¡Bien!
Sin decir nada más, Hera me agarró de ambas muñecas y comenzó a volar.
—¡Aaaaaaah! —grité.
—Tranqui, que solo te estoy llevando.
¡SEÑORA, LE TENGO MIEDO A LAS ALTURAS!
¡Y NI SIQUIERA SABÍA QUE ME DABAN MIEDO HASTA AHORA!
Cerré los ojos hasta que sentí que mis pies tocaban tierra. Miré alrededor mía. ¿Qué lugar era ese?
Parecía una sala de reuniones, ¿era la sala de los Doce? No, no habían tronos, solo sacos de dormir (no sé cuántos, me da pereza contar), una especie de sillas almohada (puffs), una caja congeladora (el refri), una caja calentadora (el microondas) y mil comodidades más.
¿Qué lugar era ese?
En el medio había una especie de campana el cual la diosa hizo sonar mientras decía unas palabras que no entendí.
Le pregunté qué era todo esto.
—Lo verás pronto. ¿Estás listo para conocer a más diosas?
¿Qué?
La puerta se abrió y apareció una mujer rubia y blanca. Pero blanca como la nieve, literalmente. Llevaba una camiseta del color del cielo y una falda rosita.
—¡Hera, llegué en cuánto me llamaste! ¿Y para qué querías que estuviéramos en nuestra forma human-? Oh —dijo cuando me vio —. Este es... Este es el novio de Ares, ¿cierto? Alectrión, o algo así.
Alcé la ceja.
—¿Sabe quién soy?
—Ares no es precisamente callado sobre ti. Habla de ti cada que puede.
Sentí mis mejillas arder.
—Y-Ya veo...
—De todos modos, soy Iris, diosa del arcoiris. Un placer.
Poco a poco, fueron llegando más diosas. Las diosas vírgenes, Psique, Perséfone, Deméter, Hebe, Anfitrite...
Afrodita...
—Por cierto —añadió Hera —, este es el templo club de mujeres. Hecho, como dije, solo para mujeres.
—Pero soy hombre...
—Eres un omega, mi niño. Es casi lo mismo. Además, también hay reuniones VIP solo para esposas.
—¿Y para qué nos llamaste, bruja? —preguntó la diosa Artemisa a la reina.
—Sobrinita, no la llames así —dijo Hestia, tocándole el hombro a la cazadora gentilmente —. Entiendo tu frustración, pero debes intentar entenderla tú también a ella...
Ella puso los ojos en blanco. Hera hizo lo mismo.
—Bueno, bastardas (la mayoría aquí), os traigo aquí porque, como ya sabéis, mi hijo se va a casar —al decir esto, Afrodita frunció el ceño —. ¡Así que vamos a poner guapo a su esposito!
—¿O sea qué ese es su esposo? —preguntó la diosa de la primavera —. ¡Jope, yo iba a preguntar si estaba soltero!
—Hija, no digas esas cosas —regañó su madre —. Debes hacerte valer, no puedes ir por ahí con cada hombre que te encuentras.
Ella cruzó los brazos.
—Sí, sí, mamá, lo que tú digas.
Entonces, la patrona de la sabiduría intervino.
—Yo sigo sin entender que le vio a Ares. ¡Es un idiota!
—Es impulsivo, no idiota —le argumenté.
—No piensa, es lo mismo —dijo Afrodita.
¿A esta quién le dijo que se metiera? Ese veneno que hecha como si fuera una víbora, mejor que se lo trague ella misma y que sienta el ardor de sus propias palabras.
—Vamos, suegra —consoló Psique —. Olvidó sus rencores por mí, ¿por qué con él muchacho no lo mismo?
Afrodita no respondió.
La diosa Hebe se me acercó.
—Así que tú te vas a casar con mi hermano... ¿Te puedo hacer trenzas? —no pude negarme a los ojitos que me ponía y le dejé hacerme lo que quería hacer con mi pelazo.
—De todos modos, Hera —dijo Anfitrite —. ¿Cómo lo ayudamos?
—Fácil.
El plan era el siguiente: Psique, Hebe y Afrodita me ayudaban con la vestimenta, Deméter y las diosas vírgenes cocinaban y Perséfone elegía la música. ¡Dioses, me están mimando demasiado! Me pregunto si realmente me merezco esto.
—¿Y los hombres qué hacen? —preguntó la de azabaches cabellos.
—Trenzarse los pelos de los huevos. Ole, andando.
Las dos primeras diosas que se supone debían ayudarme a vestirme me arrastraron a una habitación aparte. Estaba llena de ropa. Afrodita solo nos siguió de mala gana. Yo, mientras tanto, tenía cara de animalito perdido.
—¿Te gusta esto? —preguntó Hebe, mostrándome una toga de color del vino.
—Me la puedo probar —le sonreí ella me sonrió devuelta.
—Tranquilo, Alec —dijo Psique —. Yo también estuve en tus zapatos.
—Pero yo llevo sandalias.
Ellas rieron.
—Ay dioses, que gracioso eres. Me refiero a que sé cómo te sientes. Un día eres un simple mortal y al siguiente estás preparándote para casarte con un dios... Y con cierta diosa como enemiga. Pero tranquilo, luego se olvidará de su odio. Espero.
No sé si debía decir algo o no. Tiene razón, sí, esto no es algo que pasa todos los días y es además repentino.
Pero, oye, ella era una princesa, estaba acostumbrada a una vida llena de lujos.
Mejor no digo nada...
—Por cierto —añadió, cambiando de tema —, ¿cuándo seas un dios, qué sería lo primero que hagas? ¿Castigar a los que te dañaron? ¿O tal vez recompensar a los que te ayudaron?
Pensé un rato mientras me vestía con las ropas que me había dado la diosa de la juventud.
Estaba detrás de una cortina, ¿vale? Ellas no veían nada.
—Pues... supongo que estaría guay crear un animal.
—¿Sí sabes que no puedes simplemente crearlo? —preguntó la voz de Afrodita —. Tendrías que metamorfosear a alguien en ese animal. Solo los primordiales pueden crear.
Me quedé callado... pero luego tuve una idea.
—Bueno, ahora lo sé... Pero sigo con la misma idea de crear un animal —reí.
Mi corazón tiene pura maldad.
***
—¡Hestia, qué se te quema la comida, coño!
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El Enigma del Gallo [Ares x Alectrión] [Omegaverse]
FanfictionAlectrión, un alfa y soldado del dios Ares, está enamorado de este, pero piensa ocultar sus sentimientos hacia este, ya que el dios de la guerra solo se acostaba con omegas femeninos... ¿O no? ¡Adéntrate en este omegaverse y descurbe lo que pasará c...