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El pitido incesante de las máquinas era lo único que llenaba el aire sofocante del hospital. Minseok estaba sentado junto a la cama, los ojos secos y rojos de tanto llorar, con las manos apretadas entre sí. Minhyung yacía inconsciente, su rostro pálido, respirando a través de una máscara de oxígeno. La camilla parecía demasiado grande para él, como si el hombre que siempre había sido su ancla ahora se desvaneciera bajo el peso de la fragilidad. Habían pasado tres días desde que lo ingresaron de urgencia, desde aquel momento en que Minhyung, en un acto que Minseok nunca habría anticipado, se lanzó para protegerlo, poniendo su propio cuerpo como escudo. 

Minseok tomó la mano del mayor, fría y sin respuesta. Apoyó la frente sobre el borde de la cama, exhalando lentamente.

—Lo siento... —susurró, como si las disculpas pudieran viajar por los cables y tubos hasta el inconsciente de Minhyung—. Yo... nunca quise que esto pasara. Te quería solo para mí, pero ahora ni siquiera sé si podré tenerte de nuevo.

La voz se le quebró al final, y una lágrima se deslizó por su mejilla. Cada palabra que decía era una pequeña confesión, una más pesada que la anterior.

—¿Sabes lo peor? —añadió, con una risa amarga y entre dientes—. Al final, sigo siendo el mismo Minseok de siempre: segundo en todo, invisible... Y ahora también soy el idiota que casi te pierde por ser un egoísta. No entiendo por qué tuviste que salvarme. Yo fui el que... el que hizo que todo esto sucediera. Fui yo quien... te empujó tan lejos. 

La culpa lo invadía, junto con la ironía amarga de su situación. Amaba tanto a Minhyung, pero también había deseado hacerlo sufrir, castigarlo por no ponerlo en primer lugar. Ahora, con Minhyung tan débil, tan vulnerable, todo ese odio se sentía inútil. El miedo a perderlo de verdad se había instalado en su pecho, apretándolo con una fuerza paralizante y dolorosa.

Minseok se inclinó más hacia él, apoyando la frente en el colchón junto a la mano de Minhyung. 

—Por favor... no me dejes ahora  —suplicó con un nudo en la garganta. —Sé que he hecho cosas horribles, que no tengo derecho a pedirte esto, pero... no puedo perderte, Minhyung. No así.

El silencio que siguió fue casi ensordecedor. Minhyung permanecía inconsciente, sus párpados ni siquiera se movían. Minseok podía sentir cómo su pecho se comprimía aún más. Se sentía impotente y roto, un cúmulo de emociones que apenas podía procesar. Las lágrimas le nublaban la vista, y por un momento, cerró los ojos, dejándose caer en un sueño inquieto.

En sus sueños, se encontró en un lugar familiar pero distorsionado: su pequeña habitación que tenía en casa de sus padres. En el centro del cuarto estaba él mismo, pero una versión más joven, con los ojos cargados de resentimiento y una expresión cínica en el rostro.

—¿Así que esto es en lo que te convertiste? —preguntó el Minseok del pasado, cruzándose de brazos con una sonrisa amarga—. ¿Un idiota que cree que amar a alguien significa destruirlo?

—Tú no entiendes nada —respondió el Minseok actual, frustrado—. Todo lo que quería era que él me viera.

El Minseok del pasado bufó, como si escuchara una broma mal contada.

—¿Y qué hiciste? Empujar, manipular, retorcer cada momento hasta que ni tú mismo sabes si lo que sientes es amor o una necesidad enferma de ser primero.

El otro miró al suelo, sintiendo el peso de cada palabra. Sabía que su versión más joven tenía razón. Todo había empezado como un anhelo desesperado por ser visto, pero en el camino perdió de vista lo que realmente importaba.

—Aunque nunca lo hayas admitido, siempre has tenido miedo de ser invisible —continuó la versión joven—. Pero Minhyung... él te hizo visible desde el primer momento. Tú solo no lo viste porque estabas demasiado ocupado creyendo que siempre serías segundo.

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Homewrecker ;; Keria x GumayusiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora