Mingyu
—¡Empecemos una maldita guerra!
Eso es lo que grité esta mañana, ante lo cual todos pusieron los ojos en blanco como si no estuviera siendo razonable, cuando el hecho es que deberíamos haber comenzado esta guerra hace dos semanas, después de que esas malditas Serpientes pensaran que era una buena idea atacar nuestra casa…
Pero estoy bien. Puedo seguir adelante.
Mentira, maldito mentiroso.
Excepto por un pequeño incendio provocado y arrojar uno de sus autos por un acantilado, no tuve mucha acción. Bien. Cheol me dio algunos objetivos para eliminar y voy al club de lucha como si mi vida dependiera de ello.
Pero nada de eso es suficiente para la máquina de guerra que se gesta en mi interior.
También podría tener que ver con otras circunstancias particulares que parece que ya no puedo entender.
En lugar de darnos lo que todos necesitamos (la guerra), Cheol me dijo que me calmara y Hoshi dijo que sería mejor si me llevara a caminar, a lo que respondí que no soy su puto perro.
Aun así, caminamos por las calles empedradas de la isla, por todo el casco antiguo, llamando más la atención de la necesaria. O más bien, yo lo hago, aunque me ponga una camiseta, joder.
—Tienes que dejar de mirar mal a cualquiera que te mire —dice Hoshi con su calma habitual, luciendo como el caballero digno que definitivamente no es.
—Tal vez necesiten dejar de mirarme —le gruño a una señora que sigue caminando y mirando detrás de ella.
Corre dentro de una de las tiendas como si tuviera el culo en llamas.
—Dios, Mingyu. Qué manera de asustar a los lugareños.
—Esto es una tontería. Vayamos al club de lucha, donde puedo darte una paliza.
—Paso. Voy a ver a Seulgi y no puedo sufrir un ojo morado.
Lo miro con fingida incredulidad.
—¿Me estás diciendo que tu chica es más importante que yo? ¿Tu primo con quien creciste?
—¿Por qué es esa una pregunta? Por supuesto que lo es.
—Hoshi, maldito…
—Oh por favor. Deja el dramatismo. Ya tienes a alguien que es más importante que nosotros.
Hago una pausa y entrecierro los ojos.
—¿De qué carajo estás hablando?
—Tus intentos fallidos de escabullirte por la noche y al amanecer. ¿Te importaría compartir dónde vas?
—Vete a la mierda.
—¿Oh? No sabía que tenías la capacidad de ser reservado, querido primo. Vaya, vaya. Estoy oficialmente intrigado.
—Des-intrigate.
—Esa no es una palabra. Mmm. No pueden ser tus compañeros de sexo, ya que no rehuiste alardear de ellos en nuestras caras y molestarnos con tus programas porno excesivos y tus orgías extravagantes. El hecho de que desaparecieran por completo y que les dijeras a los guardias que sacaran tus juguetes cada vez que vinieran a la mansión significa una cosa.
—¿Qué cosa?
—Realmente tienes esa disfunción eréctil.
—No me hagas mostrártelo en público, porque lo haré totalmente.