Capítulo 61 ▪En El Mismo Mundo▪

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Mi cuerpo se negó a reaccionar, mi pulso cardíaco cada vez se hacía mayor; adquiría más fuerza y más velocidad.
No sé con exactitud cuanto tiempo permanecí así, sin embargo, ella no tardó mucho en levantarse de su silla y en dar media vuelta, encontrándose conmigo.
Pasé saliva notoriamente. Esto era realmente incómodo, es decir, ¿Cómo debería saludarla?, ¿Cómo debería nombrarla?, ¿Cómo lograría fingir no estar admirando su increíble belleza?
Sonrió ampliamente y a pasos lentos se acercó a mí, que parecieron años.
Automáticamente sonreí de la misma manera e imité sus movimientos, acortando más la distancia entre nosotros.
Su ligeramente dulce y fresco perfume inundó mis fosas nasales, deleitandome con su aroma.
―Harry ―pronunció con lentitud para después morder su labio inferior.
Besó mi mejilla y yo imité su acto, a pesar de que, literalmente, los nervios se me escaparan hasta por los poros.
―___ ―pronuncié con felicidad su nombre, para despues recorrer su silla hacia atrás fácilmente.
―Gracias ―contestó con el mismo tono de voz que había empleado yo minutos atrás. Sonrió ampliamente y pude saber que era una sonrisa verdadera, ya que sus ojos adquirieron un pequeño pero intenso brillo.
Le sonreí ampliamente mientras rodeaba la mesa, sentadome frente a ella.
Su mirada estableció conexión con la mía de manera inmediata, tal cual dos imanes de polos opuestos.
El ambiente estaba invadido por un silencio y una serenidad realmente increíble, a tal grado que logró desaparecer la mayor parte de mis nervios, sin embargo una sexta parte aún permanecía aquí.
Ninguno pronunció palabra alguna, no era necesario, ya que nuestras miradas y nuestras sonrisas parecían hablar por si solas.
―¿Desean ordenar algo? ―preguntó de manera amable una chica de cabello pelirrojo con las puntas azules, interrumpiendo nuestro momento.
___ aclaró su garganta y bajo la mirada hacia la cartilla en sus manos.
―Yo pediré pollo con salsa de portobello y papas a la boulangère, por favor.
―Y yo un filete de salmón con pan rostizado y vegetales al vapor. Por favor ―sonreí ligeramente hacia la chica.
―En un momento les traeré su orden.
―Gracias ―contestamos al unísono mirando a la chica, quien sonrió para después dirigirse la cocina, desapareciendo de nuestro campo visual.
―Y... ―pronuncié con lentitud obteniendo nuevamente su total atención. ―¿Cómo has estado? ―pronuncié sintiendo como mis manos comenzaron a inquietarse por los nervios, jugando cada una con los dedos de la contraria, dándose pequeños golpes entre sí.
―Muy bien ―pronunció con un tono sereno, alegre y seguro. ―¿Y tú cómo has estado, Harry? ―preguntó con una radiante sonrisa que ocasionó que los latidos de mi corazón fueran cada vez más rápido.
―Ahora mejor que nunca ―sonreí ampliamente perdiéndome en su mirada achocolatada.
Su sonrisa, esa radiante, gran y perfecta sonrisa causaba que un cosquilleo se hiciera presente en mi garganta y una revolución se creara en mi corazón, cada vez latiendo más fuerte, más rápido, más vivo.
―Los años no han sentando nada mal ―pronunció más para si misma con un tono de voz apenas audible, sin embargo no pude evitar soltar una risa nerviosa. Y a pesar de que eso me puso más nervioso, no toqué el tema.
―Tú te ves hermosa ― la alagué mientras ella soltaba una pequeña risilla nerviosa.
―Y...¿Cómo está Nadine? ―preguntó cambiando su humor de un momento a otro, sorprendiéndome.
Suspiré.
Y el agradable ambiente que había entre nosotros se esfumó bruscamente, dejando solamente un silencio que se podría cortar con un cuchillo sin dificultad alguna.
Miré hacia el suelo, jugué con los dedos de mis manos y al momento de escuchar el leve impacto de la cerámica contra la mesa de madera.
Lo que sucedió después no fue nada menos que un gran momento de epifanía hacia una pregunta que había estado rondando en mi mente desde hace mucho tiempo. Yo no quería estar enamorado ni mucho menos amar a alguien y hasta este momento puedo comprender que no es algo que yo quiera es algo que me es elemental; tal cual el oxígeno, el H2O, es algo que yo ni pido ni puedo evitar, puesto que algo en mí lo exige intensamente y estoy seguro que no aceptará un no como respuesta. No se rendirá.
Y mientras platicaba con ella de trivialidades nuevamente después de haberle brindando una cálida sonrisa y haber declarado que mi estado amoroso está vacante, comencé a preguntarme a mí mismo ¿por qué semejante declaración aparece hasta ahora? Necesitaba una respuesta y no una cualquiera, quería una que me dejara satisfecho.
Me perdí nuevamente en su mirada, tan profunda, tan abierta, silensiosa y a la vez misteriosa.
Ella sonrió.
―Sí es así podría mostrarte la ciudad ―declaró con un poco de emoción y nerviosismo, a juzgar por los movimientos desesperados que repetían una y otra vez sus pies, de arriba a abajo.
―Me encantaría ―sonreí sin poder evitarlo.
Cerró uno de sus ojos rápidamente hacia mí con una mirada divertida, que a la vez mostraba algo de coquetería.
Mi sonrisa inevitablemente se ladeó, transformándose por completo, correspondiendo sus intenciones, no lo podía evitar, no si se trataba de ella. Cada vez que me encontraba con su compañía mis actos siempre se tornaba así; sabía que no podía evitar ocultar mi cariño hacia a ella, por lo tanto lo mismo sucedía con mis acciones, lo hacía por instinto, sin embargo, la mayoría del tiempo analizaba la situación y me tomaba mi tiempo para pensar con claridad antes de actuar, porque de lo contrario, sabía que podría echarlo todo a perder.
―¡Oh! ―exclamó sorprendida después de haber mirado la pantalla de su celular. Un leve color carmesí se encontraba haciendo presencia en sus mejillas, haciendo que se viera demasiado adorable, tanto, que debería ser ilegal. Toda ella debería ser ilegal por tener tanta perfección. Porque, siendo honesto, ella era irreal. ―Son las cuatro y media.

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