―¿No podrías quedarte cayado de una vez? ―grité, aún somnolienta, momentáneamente atónita.
Salí de las tibias sábanas de mi cama, que me rogaban que me quedara un rato más en la calidez que me proporcionaban éstas, mas no podía, no hoy.
Me puse mis pantuflas afelpadas y caminé hasta el armario, donde seleccioné la ropa adecuada para dar una primera buena impresión; una falda negra que me llegaba hasta las rodillas, una blusa de tirantes simple color blanco y una blusa transparente color blanca.
Seguido de esto entré a el baño, hice mis necesidades y me metí a la regadera una vez que la temperatura de el agua estaba perfecta.
Las tibias gotas de agua caían con continuidad en mi piel, mientras lavaba mi cabello y enjabonaba cada parte de mi piel, sin omitir parte alguna. Después de haber terminado con las actividades elementales me quedé quieta bajo la lluvia artificial, sintiendo como mi cuerpo se relajaba ante el ligero y agradable golpeteo de las gotas en mi piel. Dejé de pensar en cualquier cosa en especifico, al igual que lo realicé con mi vista.
Segundos después la alarma de mi teléfono me sacó de mi pequeño transe, haciéndome reaccionar.
Cerré la llave apagando la lluvia artificial, me envolví en la toalla color verde limón y comencé a vestirme.
Salí de el baño, me senté frente a mi tocador, una vez ahí desenrede mi cabello, coloqué un poco de perfume en mi cuello y en mi cabello, me puse desodorante, aretes dorados, una gargantilla a juego y para terminar coloqué una esclava en mi muñeca izquierda.
Bajé las escaleras de granito y me adentre a la cocina.
Abrí el refrigerador, saqué un huevo, jamón, queso manchego, prendí la última hornilla de la estufa empotrada en la pequeña isla de granito con puntos color beige y grises, en la cual ya tenía listo un sartén semihondo con un poco de aceite de oliva extra virgen. Golpeé el huevo con la orilla de el contorno de el sartén, un vez agrietada la cáscara de el huevo blanco, separé las dos partes dejando caer el contenido de éste en un traste hondo de plástico color rosa pálido. Tomé un tenedor, batí el huevo, corté en cuadritos tres rebanadas finas de jamón e imité el acto con las rebanadas de queso, lo combine con el huevo batido, luego vacíe la mezcla en el sartén y lo deje cocer durante unos minutos hasta que seguí las indicaciones que mamá me había enseñado para verificar cuando sacar el omelete, ella me decía "no tiene que estar líquido, pero tiene que ser blando por dentro". Apagué la flama de la hornilla, tomé la espátula de plástico de aluminio con mango de madera, saque mi omelete y lo serví en un plato.
Agarré un vaso de vidrio, saqué el bote de jugo de naranja de el refrigerador, llené el contenedor de vidrio, tomé un tenedor, mi plato, el vaso y los coloqué en el comedor. Me senté a desayunar tranquilamente mi gran "obra maestra" como diría Louis, un viejo amigo.
Subí a cepillar mi dientes, baje, tomé mi bolso, las llaves de mi auto y las de casa, salí, cerré, me subí a mi auto y comencé a manejar en las ligeras nubladas calles de Londres, buscando el edificio de mi trabajo.
Por fin había obtenido el trabajo de mis sueños, desde muy pequeña decía que "me gustaría trabajar en un hospital para ayudar a la gente, también quiero tener una casa grande, bonita, en Londres" y finalmente lo cumplí.
Maneje hasta el hospital central de Londres, en el cual me habían dado trabajo hace un par de días.
Entre a el gran edificio con arquitectura moderna, encontrandome en un escritorio a una chica de cabello rubio rizado, ojos azules ―exageradamente maquillada―, delgada y alta. Vestía una blusa púrpura con estampado de leopardo de manga de tres cuartos, una falda negra ―algo corta, en mi opinión― y un par de tacones de aguja color beige.
Nunca me ha gustado juzgar a las personas sin conocerlas, pero ella se ve...¿cómo decirlo? muy falsa.
Ella estaba anotando apresuradamente en una libreta algunos dígitos ―que al parecer se encontraban en la pantalla de la laptop― recepcionista.
―Buenos dias, ¿qué se te ofrece? ―sonrió de lado expresando su disgusto.
―Vengo por trabajo, hable con la encargada de aquí ayer, vengo a verla.
Su sonrisa se borró al instante en el cuál pronuncié la palabra "trabajo".
―Ah, si esta esperandola, señorita...
―Violett.
Sus ojos se abrieron como platos, casi saliendose de sus órbitas.
―Señorita Violett, es un gusto.
Es raro cuando la gente te trata mal, pero luego al enterarse de que vienes de una buena universidad se quedan callados y a la vez sorprendidos.
―Igual ―dije fríamente.
El hecho de que a las personas les importe tanto donde estudiaste me parece algo incorrecto, ya que dan a entender que únicamente importa eso.
Es injusto, porque un doctor ―por dar un ejemplo― puede salir con muy buenas calificaciónes y mucho conocimiento, sin embargo a la mayoría de las personas solo les importa la universidad.
La mayoría de las personas son muy superficiales.―Al fondo, a la derecha, es la puerta negra ―señaló la última puerta de madera de oscuro color.
La mire confundida.
―La encargada está ahí, esa es su oficina.
―Gracias.
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Mundos Diferentes ®
Teen FictionHarry Styles, sinónimo de alcohol, tatuajes y diversión, hasta que su tía hace que su vida de un giro de 180 grados. ___ Payne, psiquiatra, doctora de Harry, sin contar que ella es el tipo de chica ideal de él. Poco a poco ambos van sintiendo una g...