"Tú fuiste desterrado y yo excluida de la sociedad, aunque no lo creas...somos iguales, tu y yo sufrimos en silencio porque a nadie le importa nuestro dolor, porque estamos malditos."
Comienzo: 27/10/24
Finalizó: 23/11/24
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El barco avanzaba lentamente alejándose de forma lenta de aquel pueblo abandonado por los mapas, Zuko estaba mirando aquel pueblo que poco a poco se hacia más y más pequeño a su viste, frunció el ceño y siente la presencia de su tío al lado suyo.
─Aún piensas en ella, ¿no?
─No se si esté segura ahí...Las personas la miran como si fuera una criatura ─Frunció el ceño.─No debería pensar en ella...soy un príncipe
─Incluso hasta los príncipes tienen un corazón noble ─Iroh sonríe.─Sí tu corazón te pide algo debes hacerlo
Zuko suspiró, sin apartar la vista de la aldea. El barco avanzaba, y con cada metro que los separaba, sentía una inquietud creciente, una incomodidad que se negaba a ignorar. Sabía que no tenía sentido regresar; había cumplido su objetivo en aquel lugar, y cualquier demora más solo lo alejaría de su verdadero propósito. Pero las palabras de su tío resonaron en su mente.
─No puedo dejar que algo tan insignificante me distraiga ─murmuró, aunque la firmeza de su voz parecía más destinada a convencerse a sí mismo.
Iroh lo miró en silencio, una expresión de calma y sabiduría en su rostro. Luego, como quien no quiere la cosa, le puso una mano en el hombro.
─Zuko, no todas las batallas están en los campos de guerra ─dijo suavemente─. Algunas se libran dentro de nosotros mismos. A veces, una pequeña chispa de compasión puede hacer más que cualquier ejército.
Zuko apretó los puños, luchando con la creciente necesidad de hacer algo que iba en contra de la lógica que había aprendido desde niño. Recordaba la soledad en los ojos de Haruka, esa misma que él había sentido innumerables veces bajo la fría sombra de su padre. Aunque no entendía del todo por qué, sabía que no podía marcharse y dejarla así, no sin hacer algo.
─Detengan el barco ─ordenó de repente.
Los miembros de la tripulación se miraron entre ellos, confusos, pero al ver la expresión decidida de su príncipe, obedecieron sin cuestionar. Iroh, a su lado, sonrió de manera casi imperceptible.
─Voy a regresar ─dijo Zuko en voz baja, como si necesitara decirlo en voz alta para darle fuerza a su resolución.
Iroh asintió con una sonrisa cómplice.
─A veces, seguir a nuestro corazón es lo único que nos recuerda quiénes somos realmente.
Zuko se preparó rápidamente, tomando una pequeña barca para regresar a la aldea. Mientras remaba de vuelta, la incertidumbre crecía dentro de él. No estaba seguro de cómo la encontraría o qué le diría. Pero sabía que, en ese momento, estaba haciendo lo correcto.
Cuando llegó de nuevo a la aldea, Haruka estaba junto al muelle, como si presentía que él regresaría. Sus ojos azules se abrieron sorprendidos al verlo, y Zuko, por primera vez en mucho tiempo, sintió que había tomado una decisión no por mandato o deber, sino por elección propia.