"Tú fuiste desterrado y yo excluida de la sociedad, aunque no lo creas...somos iguales, tu y yo sufrimos en silencio porque a nadie le importa nuestro dolor, porque estamos malditos."
Comienzo: 27/10/24
Finalizó: 23/11/24
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Zuko estaba en su camarote, todavía respirando con cierta dificultad después de una larga sesión de entrenamiento. El esfuerzo físico había sido intenso, y ahora sentía la tensión acumulada en sus hombros y espalda. Cerró los ojos, intentando relajar sus músculos mientras se sentaba en su cama, pero el dolor persistía.
En ese momento, escuchó un ligero toque en la puerta. Antes de que pudiera responder, Haruka asomó la cabeza y sonrió al verlo ahí, agotado.
─¿Te molesto? ─preguntó suavemente.
Zuko negó con la cabeza y trató de ponerse de pie, pero ella lo detuvo con una mano.
─No, quédate ahí. Te ves cansado ─dijo, acercándose lentamente hasta situarse detrás de él─. ¿Puedo ayudarte con eso?
─¿Con qué? ─preguntó, un poco desconcertado.
─Con esos hombros tensos. ─Sonrió levemente, colocando sus manos frías en los hombros de Zuko, quien inmediatamente sintió el contraste entre su piel cálida y el frío suave de sus manos.
Al principio, Zuko se tensó; el contacto era inesperado, y sus manos parecían hielo, algo que usualmente asociaba con la incomodidad. Pero, en cuanto Haruka comenzó a mover sus manos con movimientos firmes y precisos, notó cómo el alivio reemplazaba lentamente la rigidez.
─Tus manos están… frías ─murmuró, cerrando los ojos mientras ella continuaba.
─Es parte de mi naturaleza ─respondió con un toque de humor en su voz─. Además, creo que esto ayudará a que el dolor disminuya.
Sus dedos se deslizaron con destreza, presionando los puntos correctos para liberar la tensión en sus hombros. Cada movimiento era preciso, firme y, a la vez, cuidadoso. La sensación fría de sus manos aliviaba la inflamación en sus músculos, y Zuko se sorprendió al notar cómo el frío le ayudaba a relajar su cuerpo.
Mientras Haruka seguía trabajando, Zuko dejó escapar un suspiro profundo, notando cómo se disipaba el cansancio. El calor de su propio cuerpo contrastaba con el frío de sus manos, creando una combinación extrañamente reconfortante.
─Eres buena en esto ─murmuró con los ojos cerrados, permitiéndose por fin relajarse completamente.
─Tenía práctica en mi aldea. La gente siempre decía que mis manos frías ayudaban con el dolor ─explicó, sonriendo─. Aunque no pensé que alguna vez terminaría ayudando al príncipe de la Nación del Fuego.
─Y yo nunca pensé que un masaje podría ser tan… refrescante ─admitió Zuko, abriendo los ojos brevemente para mirarla con una pequeña sonrisa.
Haruka rió suavemente y, sin detenerse, continuó trabajando sobre sus hombros y cuello. Zuko sentía que su agotamiento se desvanecía, reemplazado por una paz que rara vez encontraba. Haruka era una presencia tranquila, algo que había comenzado a apreciar en el tiempo que llevaban juntos.