"Tú fuiste desterrado y yo excluida de la sociedad, aunque no lo creas...somos iguales, tu y yo sufrimos en silencio porque a nadie le importa nuestro dolor, porque estamos malditos."
Comienzo: 27/10/24
Finalizó: 23/11/24
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Esa noche, mientras sus hijos dormían plácidamente, Zuko y Haruka compartían un momento de calma en la sala, arropados por la calidez del hogar. Habían pasado meses de incertidumbre sobre el paradero de Aang, el Avatar, y el futuro de la Nación del Fuego y del mundo entero parecía colgar de un hilo frágil. El silencio de la noche los envolvía, invitándolos a compartir lo que ambos llevaban en el corazón.
Zuko suspiró, mirando el fuego en la chimenea, que iluminaba sus facciones con un brillo suave y melancólico.
─Haruka, he estado pensando en Aang ─dijo finalmente─. Si no ha regresado aún... ¿y si nunca lo hace?
Haruka, quien lo escuchaba atentamente, sintió un peso en el pecho ante la idea de que el último Avatar quizá nunca volvería. Sin embargo, posó una mano sobre la de Zuko, buscando transmitirle su apoyo.
─¿Crees que el ciclo del Avatar podría haber comenzado de nuevo? ─preguntó ella en voz baja, como si temiera darle voz a la posibilidad.
Zuko asintió lentamente, sus ojos llenos de seriedad y algo de resignación.
─Es posible. Si Aang... si él ya no está, entonces el nuevo Avatar habría renacido en la Tribu Agua. Quizás esa sea la única esperanza de que alguien pueda detener a Ozai y traer paz al mundo ─comentó, su voz cargada de un tono sombrío.
Haruka lo miró con comprensión, reconociendo el peso de sus palabras. Sabía cuánto le importaba el destino del mundo y la restauración del equilibrio. Sin embargo, también notó la angustia en su voz, esa sensación de impotencia ante una situación que estaba fuera de sus manos.
─Zuko, sea como sea, estoy aquí para apoyarte en lo que decidas. Pase lo que pase con el Avatar, sé que tú harás todo lo que puedas para ayudar al mundo a sanar ─le aseguró Haruka, apretando su mano con fuerza.
Zuko sonrió suavemente y le devolvió el apretón, agradecido de tenerla a su lado. Sabía que no podía cargar con la responsabilidad del Avatar, pero sentía la obligación de hacer todo lo que estuviera en sus manos para hacer del mundo un lugar mejor para sus hijos y las futuras generaciones.
─Gracias, Haruka ─dijo con sinceridad─. No importa si el Avatar vuelve o si ha renacido en otra parte... quiero que nuestros hijos crezcan en un mundo en paz. Y, con tu apoyo, sé que podemos hacer la diferencia, aunque sea pequeña.
Haruka le devolvió la sonrisa, y ambos se quedaron en silencio, compartiendo esa promesa en sus corazones.
El sonido de gritos y caos invadió las calles de Ba Sing Se cuando los soldados de la Nación del Fuego llegaron, llenando el aire con un miedo palpable y pesado. Las puertas de la ciudad habían sido derribadas, y los soldados avanzaban sin piedad, saqueando las tiendas y hogares de los pueblerinos. El estruendo de sus pasos resonaba, y el humo comenzaba a oscurecer el cielo mientras incendios surgían por doquier.
Desde el interior de la pequeña tienda de té, Zuko miraba con el rostro endurecido y los ojos llenos de indignación. No podía permitir que esta injusticia se desatara frente a sus ojos, pero primero tenía que proteger a su familia.