Capítulo 25: Heridas para cerrar

60 8 0
                                    

El sol comenzaba a caer sobre la Nación del Fuego, tiñendo el cielo de tonos dorados y naranjas mientras Zuko se dirigía al salón de té de su tío

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El sol comenzaba a caer sobre la Nación del Fuego, tiñendo el cielo de tonos dorados y naranjas mientras Zuko se dirigía al salón de té de su tío. Había pasado toda la tarde debatiendo consigo mismo si tomar esta decisión era lo correcto, pero su corazón le decía que debía hacerlo. Cuando entró, el cálido aroma del té lo envolvió, y vio a Iroh sirviendo una taza para sí mismo detrás del mostrador.

─Zuko, qué agradable sorpresa ─dijo Iroh, sonriendo al ver a su sobrino─. ¿Un té? Acabo de preparar un delicioso jazmín.

Zuko negó con la cabeza, aunque no pudo evitar devolverle una pequeña sonrisa.

─No, gracias, tío. Necesito hablar contigo sobre algo importante.

Iroh dejó la tetera y lo miró con curiosidad, indicando con un gesto que se sentara.

─Por supuesto, sobrino. ¿Qué ocurre?

Zuko tomó asiento frente a él, jugueteando con las mangas de su túnica mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas.

─He estado pensando mucho en mi madre ─comenzó, su voz cargada de emoción─. Desde que Haruka habló con... él, y nos dio esa información, no puedo dejar de pensar que necesito buscarla. Que tengo que saber qué pasó realmente.

Iroh lo observó en silencio, asintiendo con comprensión.

─Entiendo. Sé cuánto has cargado con la ausencia de Ursa. Es natural que quieras respuestas.

─Pero hay algo más, tío ─dijo Zuko, inclinándose hacia adelante─. Si decido buscarla, no puedo gobernar la Nación del Fuego mientras lo hago. Necesito que alguien de confianza se encargue en mi ausencia, y no hay nadie más adecuado que tú.

Iroh abrió los ojos con sorpresa y luego soltó una risa suave.

─¿Yo? Zuko, sabes que siempre te apoyaré, pero mi tiempo como general y líder quedó atrás. Este salón de té es donde encuentro paz ahora.

─Tío, no hay nadie más que pueda hacerlo ─insistió Zuko─. La Nación del Fuego todavía está en un momento crítico. Necesita estabilidad, y los ciudadanos confían en ti tanto como confían en mí.

Iroh lo miró largamente, como si evaluara la determinación de su sobrino. Finalmente, suspiró.

─No puedo negar que haría cualquier cosa por ti, Zuko. Pero esto no será fácil. ¿Estás preparado para lo que podrías encontrar al buscar a tu madre? Podrías descubrir cosas que no esperabas, o que incluso podrían herirte más.

─Lo sé ─respondió Zuko, con un destello de tristeza en los ojos─. Pero no puedo vivir con la incertidumbre. No puedo seguir gobernando con este vacío en mi corazón.

Iroh asintió lentamente, tomando una profunda respiración antes de responder.

─Muy bien. Si esta es tu decisión, aceptaré ayudarte. Me encargaré de la Nación del Fuego mientras estás fuera. Pero prométeme algo, Zuko.

𝐋𝐚 𝐝𝐚𝐦𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨𝐧 ᵖʳᶤᶰᶜᶤᵖᵉ ᶻᵘᵏᵒ ˣ ᵒᶜDonde viven las historias. Descúbrelo ahora