Una chica de largo cabello azul oscuro, caminaba a paso lento por las calles de la aldea de Konoha, su rostro habitualmente pálido, estaba casi blanco cómo el papel, cómo si recientemente hubiera avistado a un espanto, a algo aterrador y sobrenatural...sin mencionar que iba temblando.
La joven Hyūga caminaba con nerviosismo, un fortísimo dolor en todo el cuerpo amoratado y un agujero en su estómago, gracias al vértigo. Llevaba un pergamino entre sus manos, que apretaba cada segundo con más fuerza...cada vez que daba un pequeño paso, su pulso se aceleraba, cada paso, y temblaba un poco más...muy pronto desfallecería de seguir en ese estado.
A medio camino, la Hyūga había esquivado con un rápido salto a Aburame Shino, uno de sus compañeros del antiguo equipo Kurenai, y más adelante también se escondió de su otro compañero, Inuzuka Kiba, aunque esta vez, tuvo que disfrazar el rastro para no ser captada por el excelente olfato de Akamaru. No es que no quisiera hablar con sus antiguos compañeros, claro que no era eso...pero no quería que la mirasen en tan deplorable estado, no quería sus intentos de levantarle el ánimo, sus inútiles consuelos, no quería ver a nadie, sólo quería por un segundo dejar de existir.
En poco tiempo se encontraba ante el último lugar de la aldea en el que quería estar... La mansión Hyūga, su casa, un lugar que distaba aún de ser considerado cómo un hogar, los hogares son cálidos, y la mansión no lo era.
Los guardias del bōke que resguardaban la puerta principal, la abrieron desde el momento que la vieron, no hicieron una sola pregunta, no era su obligación preguntar, su misión era sólo resguardar y nada más, y Hinata lo comprendía.
Con gesto resignado, cual el titán Atlas, cargando el mundo sobre los hombros, dio el primer paso dentro, sintiendo el gran cambio en el ambiente...el exterior libertad, el interior...cadenas, unas frías y pesadas cadenas que la ataban a las obligaciones que tanto daño le hicieron en toda su vida.
Ella quería llorar y refugiarse en su habitación, y refugiarse en brazos del dios de los sueños, dormir lo suficiente hasta morir... tratar de evitar el ver a su otōsan, intentar imaginar su rostro impasible y más aún, evitar las malditas y venenosas palabras de ese maldito viejo... El viejo Hyūga.
Con lo que no contaba, era que su mirada nublada no le permitió ver con claridad adónde se dirigía, y con su disposición natural a los tropiezos, terminó chocando levemente contra alguien, alguien fuerte...alguien que parecía un muro por lo alto que era.
— Hinata-sama.
Levantó el rostro, con dos lágrimas adornando sus perlados ojos, su día no podía ir peor— Neji-niisan...
Un momento entre sopesar las opciones, entre obligar a su cuerpo a huir, o enfrentar de una buena vez la situación.
Neji permanecía con los brazos a los lados, y tratando de escuchar su respiración.. cómo si fuera alguna especie de criatura exótica con un respirar distinto, o algo que delatase ese extraño estado que sentía alrededor de su Itoko-chan.
Hinata en pocos segundos tomó una decisión...tendría que sacar de sí todo lo malo que llevaba con alguien, Kurenai-sensei ocupada con Mirai, y no quería preocupar a sus queridos amigos, ¿y quién mejor que alguien que pasaba callado casi siempre cómo Neji?
— ¿Qué tiene entre las manos?— Neji frunció el ceño, y Hinata le miró sorprendida, luego analizó que apretó muy fuerte el pergamino...su primo cómo todo un genio debió escuchar el sonido... dio un suspiro, antes de dejarse caer en el piso de madera ya sin fuerzas.
— Me promovieron a Jōnin.
Neji frunció es ceño extrañado, deseando y maldiciendo por no poder ver la cara que tendría su Itoko-chan, o la que pondría su tío... la promoción al rango de Jōnin era un honor, ¿cómo ella podía estar triste por algo así?
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Fate
FanfictionReconocimiento. La única palabra que importaba, y que buscó por mucho tiempo, mas sin embargo jamas recibió, ni de sus parientes, ni de los que amaba...pero un evento cambiaría todo... ¿Qué pasaría si el destino insistiera en unir a dos personas ta...