#19- Ketsugi.

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Amanecer, la oscura mirada de Sai permanecía estática frente a la puerta de la residencia de la joven Yamanaka, decidido a no permanecer un momento más sin respuestas.

El evento de la noche anterior, donde su vida estuvo en riesgo por el ataque de los shinobi desconocidos y sus extrañas técnicas, le habían hecho reaccionar, ver que la vida de shinobi era un constante peligro y cargar con la muerte a las espaldas, por esa simple razón, quería respuestas.

El tenue sol siguió avanzando entre los bancos de nubes oscuras que intentaban ocultarlo, y la puerta de la floristería se abrió, con el alegre sílbido de una mujer adulta, con vestidos sobrios y de tonos oscuros.

— Ohayōgozaimazu Sai-chan— saludó la mujer, invitando con un gesto al joven shinobi a entrar.

— Ohayōgozaimazu, Yamanaka-san.

— ¿Vienes a ver a Ino?— preguntó la madre de esta, Sai movió la cabeza con gesto afirmativo— Bajará en un momento.

El chico se sentó, decidido a esperar. En otra ocasión habría preferido el irse y regresar más tarde, pero en esos tiempos él estaba con ella y ella no estaba en Suna.

Luego de un rato, Ino apareció, con una pequeña maceta en sus manos, que puso sobre el estante. La pequeña planta fue colocada bajo una luz artificial, que proporcionaba el calor justo, para mantenerla en esos fríos tiempos.

— Ohayō, Sai— dijo al percatarse de su presencia, clavó sus ojos azules en los negros del chico.

Antes de su separación, esos ojos habrían estado llenos de amor y admiración, con un brillo de asombro, cómo aquel que mira a lo lejos una estrella fugaz, un hermoso paisaje, a cómo el la miraba a ella en esos instantes... Pero ella lo miraba ahora con frío, un inmenso vacío azulado con nada más que fastidio reflejado.

— ¿Qué hice?— soltó luego de unos tres minutos de silencio—, estoy cansado de preguntarme a mi mismo, que rayos hice.

La joven puso los ojos en blanco, y se sentó tras el mostrador— Creí que ya habíamos hablado de esto. Tú no eres el problema, soy yo.

— Entonces no entiendo. ¿No estabas bien conmigo? ¿Hice algo que te molestara?

— Era un experimento, Sai. Creí que funcionaria porque eres frío y pálido y muy parecido a Sasuke Uchiha. Y lo sabías, te lo dije cuando terminamos.

— ¿Entonces, has jugado conmigo?

Ino negó— No. Porque lo intenté, intenté quererte, pero...tú, eres hiriente, borde, no tienes tacto al tratar con otros, eres muy bueno para el insulto gratuito, y yo no podía soportarlo.

— No entiendes— replicó el joven, al sentirse atacado, al ver un brillo acusatorio en los orbes azulados.

— Tienes razón, Sai. No entiendo, y jamás lo haré. Y mereces a alguien que si lo haga. Por ello te dejé y me fui— lanzó un suspiro y colocó su cabeza entre sus manos, en un intento de despejarse de la frustración que le oprimía—. Y me fui lejos, Suna.

— ¿Fue para alejarte de mi? ¿Tan frustrante fue nuestra relación?

— Fue por mi padre más que nada. Konoha es cómo un tormentoso recuerdo de él, esta floristería es un constante recordatorio, todo, desde la tierra hasta el aire y no lo soporto, Sai.

Y así fue cómo Ino Yamanaka rompió en llanto, uno lastimero y que Sai comprendía. Ahí estaba el verdadero motivo, él no era el gran problema. Inoichi Yamanaka lo era, y contra eso, era algo contra lo que no podía luchar.

Ella necesitaba estar lejos de Konoha para sanarse, pero cerca para no olvidar, lejos para reflexionar y aceptar la partida del hombre que fue su padre y un valiente shinobi, pero cerca por su madre y sus futuros deberes para su clan. Ese simple hecho, demostraba que cualquier aspiración con ella era inútil.

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